“Estamos haciendo un trabajo fino e intenso para ver si podemos reincorporar a la mayoría de los suspendidos. La situación está cada vez más complicada, pero si no era así, el 6 de marzo teníamos 400 trabajadores en la calle”. Marcelo Barros, secretario general del Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor de Rosario (Smata), explicó así la situación en la fábrica de General Motors (GM) de General Lagos, donde hace casi dos meses suspendieron por nueve meses a 350 trabajadores y trabajadoras. Por otra parte, un grupo de suspendidos se organizaron en un comité de lucha y acusan una “entrega” y sostienen que se trata de despidos encubiertos. Además, denuncian pésimas condiciones de higiene y seguridad, las que generan profundas lesiones óseo-musculares y que complican un posible acceso a otras fuentes laborales.
Romina tiene 32 años y el jueves 2 de marzo pasado volvió de sus vacaciones. Ese día fue todo normal salvo por un rumor que empezó a circular en GM, la fábrica donde trabaja. “Imaginate que volvés contenta, relajada de tu viaje y te enteras que se viene una tanda de suspensiones”, dijo la joven a El Eslabón. “Pero nadie nos informaba quiénes eran, ni nada. Yo pensaba que podía ser un puterío de fábrica”, agregó. El rumor creció y el viernes 3 sí le confirmaron que iba a haber 350 suspensiones y que las personas iban a ser notificadas por teléfono. Romina recibió su llamado el sábado al mediodía. El lunes, 6 de marzo, sin embargo, se presentó a trabajar: ni ella ni el resto de sus compañeros había recibido un telegrama.
“El lunes y el martes no nos dejaron entrar. Yo hice la denuncia en la comisaría, deje asentado que me presenté a trabajar y el miércoles me llegó el telegrama de suspensiones”, relató Romina, quien afirmó que Smata y la empresa firmaron el acuerdo sin el consentimiento de los y las trabajadores de la fábrica. “Nos echaron. Estos son despidos encubiertos”, consideró.
Pero el dirigente sindical Marcelo Barros defendió el acuerdo que se llevó adelante: “La situación no es culpa nuestra, sino del gobierno nacional y del gobierno de Brasil. De eso se da cuenta cualquiera”. El país vecino es el principal destino de los autos que se fabrican en GM y su recesión es la principal causa de la crisis que atraviesa la automotriz, como otras plantas similares.
“No hay ayuda de provincia ni de nación. El único que pone el pecho es el sindicato”, disparó Barros, quien aseguró que en un principio la empresa iba a despedir a 400 personas. “Negociamos y conseguimos 350 suspensiones alternativas. Por nueve meses, esos compañeros y compañeras van a cobrar el 80 por ciento del sueldo, y nosotros vamos a buscar alternativas. Pero está complicado. Estamos haciendo un trabajo fino para ver si podemos reincorporar a la mayoría. Hoy no puede entrar ninguno, mañana, tal vez puedan diez, o quince, o más”, describió Barros.
El dirigente sindical defendió el acuerdo frente a las denuncias de “entrega” de muchos suspendidos y remarcó que de 24 delegados, 23 votaron a favor de la medida. También destacó que estuvieron dos días en la planta comunicando la decisión a todos los trabajadores.
“Se están implementando las suspensiones. Cobramos el 80 por ciento del sueldo y muchos no tenemos obra social. Nosotros queremos el cien por ciento del sueldo y entrar a trabajar”, exigió Sebastián Romero, uno de los trabajadores suspendidos y miembro del comité de lucha que se estableció frente a las suspensiones..
“Nosotros estamos esperando una decisión política. El Estado no responde como debe”, sostuvo Romero, quien señaló que se presentaron frente al Ministerio de Trabajo de la provincia y de la Nación, e incluso viajaron a Buenos Aires. Pero nunca recibieron respuesta. “Nos dicen que solo reciben a la empresa o al sindicato. Los damnificados no podemos pedir ni el número de expediente para ver el acuerdo”, se quejó el obrero de GM. Con 32 años, hace once que trabaja en la fábrica, siempre en la parte de carrocería. Dijo que dentro de la fábrica hay aceptación con su reclamo porque no sólo están pidiendo la reincorporación sino que además denuncian las condiciones de trabajo. “Se entiende que se trata de frenar el modelo de producción más allá de los 350 despidos. Se viene más precarización y flexibilización”, sentenció.
Romero remarcó que muchos de los empleados son jóvenes y que la gran mayoría ya sufre graves lesiones de trabajo –muchos con operaciones encima– por hernias de disco, tendinitis y con problemas óseo-musculares. “No se trata sólo de reincorporarnos sino en qué condiciones”, advirtió.
Sin embargo, desde Smata, Barros defendió que la lucha sindical para solucionar las problemáticas de seguridad laboral es continuo. “Es una pelea eterna en todas las fábricas. Tenemos comité de higiene y seguridad y especialistas trabajando permanentemente para solucionar esta problemática”, aseguró.
Romina es mamá soltera de una nena de 5 años. Hace doce que ella trabaja en la línea de producción de GM. “Estoy lesionada, tengo tendinitis en los hombros y en los codos. No paso un preocupacional en ningún lado”, explicó. “El servicio médico dentro de la fábrica no sirve, nos dice que no tenemos nada. Y la mayoría de las veces, la ART no nos reconoce. Hay problemas de hombros, muñecas, espalda, y no sólo que los que están afuera operados no van a conseguir dónde trabajar, sino que adentro son menos haciendo el mismo trabajo. Ni al sindicato ni a la empresa les importa. Nunca nos reubicaron. Te dan vueltas y vueltas cuando reclamas y después, una patada en el orto”, señaló.