Umbral es una película hecha a la memoria de David Moreira. El pibe de 18 años que fue linchado por una horda de vecinos en barrio Azcuénaga, luego de protagonizar un supuesto intento de robo.

El filme se engendró por esos oscuros días de marzo, cuando el cineasta Claudio Perrin y su pareja, la actriz Claudia Schujman, no salía de su estupor ante el suceso y sus detalles. A Moreira, que había fallecido unos días después del hecho en un hospital, le dieron una golpiza que incluyó un abrir y cerrar la puerta de un automóvil en su cabeza y arrojarle encima su propia moto.

Mientras la noticia recorría el mundo, y los comentarios giraban menos en repudiar enérgicamente el crimen que en preguntar si estaba bien, o mal, el linchamiento; Perrin bosquejaba una historia tratando de canalizar su angustia.

Por esos días, el fiscal de la causa Florentino Malaponte, afirmaba en los medios de prensa que la de los vecinos había sido “una reacción lógica, es un barrio golpeado por la inseguridad, es muy grave, hay que tomarlo con mucho respeto y en silencio”, a la vez que detallaba que habían sido unos 15 minutos de golpiza los que dejaron knock out a David Moreira, y una decena de llamados al 911 de parte de vecinos, que intentaban evitar lo que finalmente ocurrió. Malaponte también anunciaba que se realizaría una rueda de reconocimiento subrayando que iba a garantizar su seguridad.

Lorena Torres, la madre de David, contaba que el chico era hijo de un vendedor ambulante y el mayor de cuatro hermanos, y declaraba: “Si mi hijo robó, debería estar preso, no muerto”.

Mientras se sabía que órganos del joven habían sido donados por la familia, Perrin, por su parte, ideaba cinco personajes que serían en la película los autores del crimen. Cinco actores locales experimentados, entre ellos Claudia Schujman, Gustavo Guirado, Tito Gómez, Bárbara Peters y Miguel Bosco.

«Por esos días tenía la necesidad de escribir o de filmar, hacer algo como para desahogar esa angustia que nos embargó a los dos, igual que a mucha gente con la que uno hablaba», explicó el realizador en una entrevista con El Eslabón.

—¿Cuándo decidiste contar el suceso en torno al crimen de David Moreira?
—Fue más o menos inmediatamente después de sucedido. Me impactó. Fueron dos semanas en las que todas las noticias eran relativas a eso. Se produjo un efecto dominó y ocurrieron casos similares en Córdoba y Buenos Aires. Es como que todos se habían convertido en una especie de zombies que linchaban y apoyaban los linchamientos. Fue una semana que me cargó emocionalmente y que nos angustió mucho a mí y a Claudia.

—¿Te parece que el cine es un soporte que permite analizar y complejizar hechos como éste?

—Sí, tal cual, para mí fue como exorcizar el tema. Por esos días tenía la necesidad de escribir o de filmar, hacer algo como para desahogar esa angustia que nos embargó a los dos, igual que a mucha gente con la que uno hablaba. Contra esto, había otra gente con la que uno se cruza cotidianamente, o comparte la espera en una parada de bondi que estaba a favor. Eso es lo que me llamó más la atención. Uno dice: “¿Cómo este tipo puede pensar esto?”.

—La sensación era que si salías a parar un hecho similar, podías ser linchado también.

—Incluso nosotros estuvimos hablando con gente del lugar, un amigo mío que vivía a media cuadra, me relató todo. El salió a tratar de parar a la gente y le querían pegar; a él y a un almacenero. Me llamó la atención lo monstruoso que podemos ser los seres humanos.

—¿Cómo fue la construcción de Umbral?

—Más que investigar, charlé con gente. La película está inspirada en el linchamiento de David Moreira, pero podría haber sido cualquier otro. Me puse a escribir el guión. Siempre hay un disparador. Lo que se me ocurrió es: ¿qué pasaba por la cabeza de estos tipos apenas sucedido el hecho, a la hora, a las dos o tres horas después?. ¿Pudieron dormir esa noche? Seguramente alguno sí, contento con lo que había hecho; tal vez otro, no. Bueno, todas la contradicciones humanas que uno puede llegar a tener.

—¿Por qué son cinco personajes?

—Lo pensé así, y no tiene que ver con la causa judicial. Un sexto personaje podría ser el que no aparece, el linchado, que sería como un fantasma que da vuelta durante todo el tiempo. En la película se me ocurre que, apenas sucedido el hecho, todos se esconden en la casa de alguien, que en este caso es la casa del personaje de Claudia. Mientras llega la policía, los medios; mientras se va amontonando gente, se asustan y se agolpan ahí . Hasta que, transcurrido un cierto tiempo, se dispersan. Me gustó la idea de que estén encerrados. Son cinco porque en Bronce, mi anterior película, ya había trabajado con Claudia y Miguel Bosco. Y quería volver a trabajar con Tito Gómez, con el cual habíamos laburado en la escuela de cine, y algo parecido me pasó con Bárbara Peters y Gustavo Guirado.

—En el trailer se puede ver la intensidad del relato, condensada por la música de Iván Tarabelli, y en un soporte visual en blanco y negro.

—Sí, todo blanco y negro porque me gusta mucho el cine clásico. Creo que la temática se presta. Tarabelli es otro monstruo, como los actores, y Alejandro Pereyra, que más que un director de fotografía es un pintor. Nos conocemos hace tiempo y sabemos muy bien lo que quiere cada uno.

—La película pone en el tapete un tema que está latente en la sociedad. De hecho, el año pasado un carnicero persiguió y mató a un ladrón que le había robado la recaudación, y el presidente Macri hizo declaraciones para que lo soltaran.

—Y sí, yo trabajo en el centro y cada dos por tres me entero que agarraron a uno, que le pegaron, y eso no sale en los medios.

Umbral se estrenará en Buenos Aires en el cine Gaumont, en el marco del festival Construir Cine, el domingo 14 de mayo a las 21.45. En Rosario, la ciudad que inspiró la película, la fecha es incierta todavía, ya que depende del final de obra de la remodelación del cine El Cairo. El trabajo de Claudio Perrin se canalizó a través de la productora Zahir Films, y fue financiado con fondos obtenidos en la plataforma colectiva Ideame.

Los sueños de un pibe

El director Claudio Perrin, de 50 años, también hizo un repaso por su trayectoria en el arte audiovisual. El autor contó el significado de alguna de las locaciones de filmación que, generalmente, están ligadas a su círculo íntimo y afectivo. “En El Umbral le tomamos la casa a un amigo”, cuenta, y recuerda que en Cosecha, su tesis de cine, filmaron en un campo de Carcarañá, ámbito que pateaba de pibe por ser la ciudad de la que era oriundo su padre. “Un lugar muy querible, muy entrañable”. El cineasta también filmó Cobani, junto a Roberto Bianchi, en 1998; y el largometraje Terminal, en 2007. En Bronce, su anterior película, el cineasta cuenta la historia de dos hermanos, encarnados por Shujman y Bosco, que hurtan placas y epitafios en los cementerios, otro tema que emerge de las crónicas policiales.

“Mi pasión por el cine viene de chiquito. Yo vivía en San Martín al 3300, donde estaba el cine América y ahora hay un templo, Ayolas y San Martín. A partir de los 10 años iba al cine. Mis viejos eran obreros, así que muchas veces iba solo, para mí era como entrar en otro mundo. En mi casa no éramos mucho de viajar, entonces ver a James Bond, películas europeas o de lugares exóticos, eran mis viajes. El cine América era como mi segunda casa. Yo pensaba cómo me gustaría hacer lo que hace esta gente, ni sabía que se llamaba filmar. Cuando empecé la secundaria me hice un grupo de amigos que nos gustaba mucho dibujar y hacer historietas. César, un amigo que tengo hasta hoy, en esa época tenía una cámara Super 8 con la que filmabas como dos o tres minutos por rollo. Convencí al grupo de que hiciéramos una película y fuimos al acceso sur, en la bajada Ayolas, que ahora empalma con la Circunvalación. En los años 80 estaban removiendo todo y parecía como un planeta. Era como una película clase B. Filmamos como 4 rollos y 3 nos quedaron velados. A mí todo eso me quedó. Y a los 18 años dije, tengo que retomar esto, es lo que quiero hacer. Ni siquiera sabía que estaba la escuela de cine en Alem y Gaboto. Era el año 89, época de la hiperinflación”.

Fuente: El Eslabón

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