La visita relámpago de Mauricio Macri a los EEUU es reveladora del rol elegido por los factores de poder interno y asignado por el poder imperial que escribe el guión de los primeros.

La frase pronunciada por el presidente yanqui Donald Trump refiriéndose a su impávido visitante –“Yo le voy a hablar de Corea del Norte, él me va a hablar de limones” fue tomada a la chacota, y en algunos casos traducida en clave de asimetría bilateral. En realidad remite a un mandatario que habla desde la potencia del complejo militar industrial lanzado a recuperar terreno perdido, y un tilingo que lleva en su carpeta el lobby de empresas tucumanas que pierden de embuchar 50 miserables millones de dólares de exportación primaria. Ni el mejor guionista de Hollywood podría usar una mejor metáfora para definir el rol de cada uno de los países involucrados.

No es necesario enumerar mucho para demostrar cómo “el mejor equipo de los últimos 50 años” desmembró las áreas de desarrollo industrial y tecnológico impulsadas por las administraciones kirchneristas. El programa Arsat ya quedó expuesto a competencia con empresas multinacionales y descartada la producción del módulo III. Se interrumpieron, aún sin miras de prosecución, la construcción de las centrales hidroeléctricas Kirchner y Cepernik en Santa Cruz. Se discontinuó la construcción de Atucha III y por ahora no existe planificación alguna de un programa nuclear que incluía, en tiempos cercanos, la exportación de reactores llave en mano. La lista es más larga, pero alcanza la mencionada para observar en qué punto de retroceso se encuentra el andamiaje industrial argentino.

La participación de los trabajadores en el Producto Bruto Interno que durante el primer peronismo alcanzaba el 50 por ciento, en un empate inédito con el sector del capital cae en picada, después de haber repuntado durante el período que va de 2003 a 2015.

Petroleros del mundo, uníos

La mini gira de Macri abonó otro aspecto de la descomunal desindustrialización, aunque en realidad se trata de la transferencia de producción de la Argentina a los EEUU. La presencia del Presidente en la pre inauguración de una planta de Tenaris, es sintomática.

La compañía siderúrgica de Techint, que produce caños sin costura, en lugar de ampliar su capacidad instalada o expandir su plantel de profesionales y operarios en la Argentina para contar con provisión de cercanía en los yacimientos de Vaca Muerta, eligió hacerlo en Houston, Texas, para estar a tiro de los vastos campos de shale, donde se producen gas y petróleo (shale gas y shale/tigh oil).

Allí, el grupo de Paolo Rocca invirtió 1.800 millones de dólares para estar ubicada a solo 800 kilómetros de las principales zonas para exploración de hidrocarburos no convencionales en Estados Unidos. Tendrá una capacidad anual de producción de 600 mil toneladas de tubos sin costura y generará aproximadamente 1.200 puestos de trabajo, mientras en su planta de Campana se suceden las suspensiones y despidos desde que Macri asumió en diciembre de 2015.

Algunos dirigentes gremiales acompañan con énfasis el proceso de re primarización del macrismo. Un ejemplo es el secretario general del Sindicato de Petróleo y Gas Privado de Río Negro, Neuquén y La Pampa, quien acompañó al mandatario en su visita a los EEUU, y desde Houston destacó que en el sector del gas, “este año ya hay anuncios que llegan a los 8 mil millones de dólares”, sin aportar un solo dato concreto que le permita tener tanta esperanza.

Pereyra, quien además es senador nacional por el Movimiento Popular Neuquino (MPN), señaló también que el país debe apostar al área gasífera shale en el que la Argentina es competitiva y cuenta con la segunda reserva mundial de shale.

La sintonía del dirigente sindical con el ministro de Energía de Macri, Juan José Aranguren, no puede ser mayor. El responsable de los más escandalosos tarifazos en la historia reciente, aseguró que el Gobierno espera que los incentivos anunciados para atraer capitales para Vaca Muerta generen un flujo de inversiones de 20 mil millones de dólares anuales, pero recién para 2019. ¿Por qué no antes? Nadie se lo preguntó en Texas.

El plan de inversiones que el gobierno anterior había desarrollado a partir de un convenio entre YPF y Chevrón fue interrumpido y destrozado por el macrismo, con la excusa de que era perjudicial para la Argentina. Sin embargo, la lista de presuntos inversores en el área de los hidrocarburos no convencionales incluye a la compañía yanqui y, por supuesto, a otras que hicieron lobby ante Aranguren para quedarse con una tajada de la torta que antes administraba YPF. Así, las petroleras que se meterán a explotar el shale son Chevron y Dow, Tecpetrol y Schlumberger, entre otras que no mencionó, como Shell.

En enero pasado, Teófilo Lacroze, presidente de Shell Argentina, anunció en declaraciones a la agencia Télam que Shell  invertirá 1.200 millones de dólares en la Argentina durante los próximos cuatro años para “afianzar la operación de producción en Vaca Muerta, sostener los productos de calidad y seguir desarrollando nuestra marca”.

El CEO que reemplazó a Aranguren agregó: “Hemos anunciado un compromiso de inversión promedio de 300 millones por año hasta el 2020, incluyendo tanto la actividad del upstream como el downstream. Tenemos perspectivas de seguir creciendo en ambos negocios”. Business are business.

Uno de los grandes negocios de Shell es la venta de gas licuado. Aranguren, que defiende esos intereses, mencionó cuál es la expectativa del gobierno de Macri: que en cuatro o cinco años “podamos ser capaces de eliminar las importaciones de gas LNG (Gas Natural Licuado) como consecuencia del desarrollo de Vaca Muerta”. Si se hubiese continuado el plan del anterior gobierno, ya no sería necesario importar el LNG, pero Shell hubiera perdido centenares de millones de dólares, algo que en otro viaje, el que realizó hace poco a Holanda, Macri se encargó de despejar ante el rey Guillermo y la princesa argentina Máxima.

La pregunta que podría hacerse cualquier economista: si va a haber un impulso de inversiones del orden de los 20 mil millones de dólares por año, ¿por qué Paolo Rocca no invirtió en una planta de cercanía en los alrededores de Vaca Muerta? Tal vez el ítalo argentino no sea tan optimista como Aranguren.

La banalización del mal

Macri visitó dos plantas de industrias vinculadas con el gas y el petróleo shale en Texas Dow y Tenaris acompañado por Aranguren y el ministro de Producción, Francisco Cabrera, el que prefiere importar a producir.

El CEO mayor, en un encuentro con empresarios petroleros, argumentó que Argentina genera “enormes posibilidades, y esto se logra con inversión, que viene de la mano de la confianza”. Ante ejecutivos de YPF, Shell, Dow, Tenaris, XTO-Exxon, Total, Halliburton, Ternium, Pan American Energy y Chevron, entre otras, completó la sanata: “Somos un país que va a mantener reglas de juego claras, que será predecible y sustentable en cada una de sus decisiones”.

El verso incluyó frases de campaña: “Esto no es producto de un gobierno sino de la mayoría de los argentinos, porque la mayoría de los argentinos decidieron un cambio profundo en nuestro país, si no aprendemos de nuestro pasado no tendremos desarrollo”.

Macri les recordó las medidas que en materia económica tomó recién iniciado su mandato: “Resolvimos el cepo, removimos las restricciones cambiarias, el giro de dividendos, queremos que los que quieran invertir lo hagan porque quieren y no porque los atrapamos”. Los empresarios no lo miraban embobados, pero acariciaban sus billeteras.

El presidente que defiende los intereses de los grupos más concentrados, insistió: “Argentina está decidida a emprender este camino responsable, donde nos decimos la verdad pensando en el mejor desarrollo del país, necesitamos de las mejores empresas que vengan a asociarse, que compartan tecnología, que nos ayuden a generar empleo”.

Pero en medio de ese clima obsceno, donde se exudaban miles de millones de dólares custodiados por expertos, Macri no quiso dejar de banalizar los efectos más perversos de su plan, y gatilló nuevamente, apuntando a la nuca de los más vulnerables: “El primer objetivo que se propuso nuestro gobierno fue reducir la pobreza, y para eso hay que mejorar la educación y mejorar el empleo de calidad. Lo que uno necesita es generar un marco de inversión, significa generar condiciones”.

Luego de lamentarse porque la Argentina tuvo en el pasado reciente “políticas erróneas, destructivas, que nos llevaron de ser exportador de energía a ser importador”, remató con otra de sus salidas en las que lo trivial no es usado para otra cosa que mostrar el grado de su cinismo: “Vine a jugar un partido de fútbol hace treinta años aquí a Texas, y mi equipo ganó con dos goles míos”. Lo dijo así, con la misma sonrisa con que buchoneó a jubilados que visitaban páginas porno en un geriátrico del conurbano.

Pero como reconociendo inconscientemente que es un mentiroso patológico, según la propia agencia de noticias oficial Télam, “solicitó en tono risueño si existían archivos que pudieran corroborar su anécdota futbolística ya que, caso contrario, su hijo no le creería”.

Fuente: El Eslabón

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