Valeria Lázaro tiene 40 años y siente –horas previas al evento– que este sábado iba a amanecer llorando. Dice que no aguanta ni la emoción ni la ansiedad por la que va a ser su primera Marcha de la Marihuana. La mujer tiene dos hijos, uno con discapacidad motriz y otro con autismo, y hace menos de un año que empezó a utilizar aceite de cannabis con un fin terapéutico. Los cambios fueron contundentes, no sólo para la salud de sus hijos, sino para la calidad de vida de toda la familia. Valeria tiene sus propias plantas de marihuana, de donde saca la medicina para sus hijos. Para las leyes es una narcotraficante, a pesar de que existe una Ley de Cannabis Medicinal provincial y nacional. Por eso marcha, por primera vez, por su familia y por la nueva vida que tienen.

La Marcha Mundial de la Marihuana ya es un hito en Rosario. Son miles –y cada vez más– las personas que concentran todos los años en la plaza San Martín y caminan hacia el Monumento a la Bandera pidiendo por una ley de autocultivo, por la regulación del consumo del cannabis y para que no haya más presos por cultivar y consumir.

La movilización fue cambiando con el paso de los años. En los últimos años, el abanico de personalidades que se juntan es amplio, muy amplio, casi infinito: desde los adolescentes y los rastas, hasta algunos hombres de traje y señoras que vuelven de los mandados; doñas Rosas, familias enteras, muchos que no consumen ni para uso recreativo. La jornada es una en el año donde el consumo de marihuana se legaliza por un rato, una legalización forzosa, legitimada por la cantidad de gente que pide dejar de ser considerada delincuente. El año pasado, se estima, marcharon entre 12 y 14 mil personas. Emmanuel Ramírez, de la histórica Asociación Rosarina de Estudios Culturales (AREC), explicó el fenómeno, la salida del clóset de cada vez más personas: “No se trata de ser un par de drogones. Esta es una militancia”.

Los reclamos de la movilización no difieren de los de últimos años. Las banderas de la marcha son: la modificación de la Ley de Estupefacientes, el reconocimiento de los usos terapéuticos e industriales del cannabis, la descriminalización del cultivo para consumo personal, respeto a las libertades individuales y actos privados, formalización de las Asociaciones Cannábicas y Clubes de Cultivo. Lo que sí cambió es el contexto legislativo: existe una ley provincial, recientemente reglamentada, y una nacional, sobre el uso del cannabis medicinal. Y esa legalización ayuda, aunque poco, porque el cultivo sigue siendo ilegal: cualquiera que tenga plantas puede ir preso. Pero además, la ley nacional contempla sólo el uso del aceite conocido como Charlotte, que sólo sirve para no más del tratamiento de un quince por ciento de enfermedades.

“El aceite de Charlotte tiene CBD, un cannabinoide para epilepsia refractaria, que represente sólo un ocho por ciento de epilepsias, y que además genera tolerancia en poco tiempo. Son mínimos los pacientes que necesitan Charlotte. La mayoría de las enfermedades tiene que tratarse con el cannabinoide THC, pero ese aceite no se comercializa. No existe ningún laboratorio que lo produzca. Por eso, mientras esperamos que lo haga el Estado, pedimos una regulación sobre la tenencia de plantas, para hacerlo nosotros”, explicó Ramírez. Y en ese sentido, señaló la contradicción de las leyes de cannabis medicinal: hay usuarios que tienen plantas para ese fin, y se les abren causas gravísimas. “No hay un abordaje verdadero del problema. Cualquier usuario corre riesgo de ir preso. A la par de la aprobación de la ley, crecen los allanamientos a partir de supuestas políticas de seguridad. No es contradictorio: se trata de un gobierno de derecha que maneja la información y la política según su manera de pensar”.

Valeria Lázaro no cesa de hablar maravillas de la planta de marihuana. “Es algo sagrado. Es una planta que nos ayuda, nos da bienestar, paz, vida y calidad de vida”, enumera. Valeria se agrupó con otras familias y son ahora Nosotros Cultivando Salud, un espacio de solidaridad entre personas que necesitan el cannabis frente a distintas enfermedades. “Todo lo que cambió nuestra vida y pasa alrededor de la planta está buenísimo. Hay que dejar de tratarla como al mismísimo demonio”.

La mujer hace un parate y explica que todo esto bueno tiene un costado oscuro: no deja de ser ilegal. “Vivo temblando. Me pongo loca cada vez que pasa un patrullero, o pienso en que pueden entrar a robarme, o en quiénes entran a mi casa. Yo no vendo nada, sí comparto a otras familias y esos son lazos de solidaridad, no narcotráfico. Si vienen, se van a llevar todo y eso es la medicina de mis hijos”.

Cronograma de la marcha

14. Concentración en plaza San Martín. DJ’s y Bandas, ferias, stands informativos.

17. Arranca la marcha hacia el Monumento

18. Recitales y Dj’s fremte al Monumento a la Bandera

Fuente: El Eslabón

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