La institución barrial 20 Amigos, ubicada en Felipe Moré al 3400, inaugura biblioteca propia, espacio que se construyó con el empuje de jóvenes en situación de calle y que brindará asistencia a estudiantes de las escuelas de la zona.

Corría el año 1963 cuando vecinos de la zona de lo que hoy se conoce como Triángulo moderno, limítrofe con Vía Honda, La Boca y Villa Banana, comenzaron a poner los primeros ladrillos del Club Social y Deportivo 20 Amigos. Se trataba, sobre todo, de laburantes del ferrocarril quienes acudían diariamente a arrimar las bochas, la disciplina única por aquel entonces.

“En la década del 90 seguía siendo un club de bochas pero más cerrado, hasta que luego pasó a ser más deportivo, porque tenía un campo de deportes que le había donado el ferrocarril, canchas de fútbol 5 y 7 y de voley, un playón, un quincho. Esa fue la mejor época, deportivamente hablando”, cuenta el actual presidente Matías Moschini, que en los dos años y pico que lleva en su cargo reunió testimonios de los viejos creadores, para conocer a fondo la historia de la institución que en el difícil 2001 recibió un golpe de nocaut. “Esa crisis derrumbó casi todo, y más allá de que ya existían asentamientos precarios alrededor, siempre había algún trabajo, pero la crisis complicó todo. Ya habían tomado terrenos del club, que pasó a ser un comedor comunitario y un club asistencial donde sólo se entregaba comida o la copa de leche”.

La década ganada

Vapuleado por el neoliberalismo reinante en esos años, el humilde establecimiento de la zona sudoeste comenzó a salir de la lona en 2003, tal cual lo relata el entrevistado. “Empezó a crecer, pero seguía siendo asistencial. Nosotros llegamos en 2010, con el objetivo de que vuelva de a poco el deporte y otras actividades de recreación. Después de mucho trabajo, la cosa mejoró notablemente a partir de 2013”, resalta el dirigente, y agrega: “Empezamos a trabajar mucho para el barrio, para la comunidad, que el club tenga una línea de trabajo cultural, trayendo talleres que para el barrio no era algo común porque estaba acostumbrado a otras instituciones que sólo tiene comedores y que trabajan casi exclusivamente con las necesidades básicas de la gente”.

Así fue como se pusieron en marcha las clases de guitarra, folclore, tango, acrobacia en tela, murga, batucada, percusión. Todo gratuito. “Hicimos acuerdos con la extensión universitaria y con otras entidades, cooperativas, profesores voluntarios. Por suerte tenemos muchos recursos humanos, aunque no tanto económicos, pero también son muy importantes”, subraya.

Le dan pelota a los libros

Foto: Andrés Macera.

La institución de barrio Triángulo no sólo se caracteriza por la enorme diversidad de disciplinas (unas 26 en total) sino también por su particular proyecto, ahora hecho realidad: entre finales de febrero, y principios de marzo, abrió sus puertas la biblioteca creada por los pibes del barrio, esa que el 23 de mayo quedará inaugurada formalmente. “Esperamos la normalización de las escuelas, que finalicen los paros, para poder realizar la apertura oficial”, explica Matías Moschini

La iniciativa fue tomando forma al calor del trabajo diario con el centro de salud del barrio, la participación de las escuelas primarias 518 Fray Mamerto Esquiú, la 514 Madres de Plaza 25 de Mayo, 660 Francisco Narciso Laprida, entre otras, más la Biblioteca Popular Cachilo. “El trabajo con estas instituciones nos dieron el puntapié inicial para crear este espacio”, agradece Moschini y destaca “el trabajo en conjunto”.

El sitio que ya cuenta con 500 libros, donados por vecinos y otras bibliotecas, se terminó de construir gracias al empuje de los chicos que formaron parte del programa provincial Nueva Oportunidad, destinado a jóvenes de entre 14 y 30 años en situación de alta vulnerabilidad social, quienes son contemplados en un trayecto pedagógico de capacitación y fortalecimiento de vínculos sociales. “Que chicos en situación de calle se hayan encargado de las repisas, la electricidad, la pintura, de acomodar todo, eso tiene mucho más valor”, remarca el presidente, quien recordó que la cosa “empezó como un taller de capacitación” y “terminó con una biblioteca propia, en la que brindamos apoyo escolar para escuelas primarias y secundarias”.

En este sentido, Matías agrega que la creación de este lugar “va a ser un punto de partida y una herramienta que ponemos a disposición de los docentes, porque hay varios de ellos que están trabajando en el club, como así también asistentes sociales, psicólogos; como para que las escuelas del barrio lo aprovechen”.

Por ahora, la biblioteca lleva el nombre del club. Pero el joven mandatario adelanta proyectos para cambiar esa denominación: “Una posibilidad es el nombre de un vecino, que podrían ser Valentini o Biselli, que fueron fundadores del club. Lo estamos charlando con sus familias, aunque también la idea es ir hablando con los chicos y que propongan nombres”. Al respecto, reconoce que los pibes “no se identifican mucho con esos nombres, pero nos interesa que el pasado esté presente en este momento del club, en la nueva generación”.

 

La calle es su lugar

No menos de 150 pibes y pibas dejan por semana sus huellas en el Club Social y Deportivo 20 Amigos, que abre sus puertas de lunes a lunes. Allí juegan al ajedrez, hacen deportes y se mueven al ritmo de la murga. Los fines de semana es el turno de las obras de teatro y hasta un cine. “Trabajamos en la plaza, que es bastante conflictiva, e incluso llevamos una pantalla y hemos visto películas ahí. Porque, más allá de la recuperación del club y de las comodidades que tenemos en el establecimiento, la idea es ir ganando espacios en la calle, en el barrio, e invitar a otros clubes porque la articulación es fundamental para lograr los objetivos”, resalta Matías Moschini, presidente de la entidad.

De todas maneras, el joven dirigente lamenta que a pesar del laburo diario y de las pilas que le ponen con los chicos, la institución de Felipe Moré al 3400 tuvo su espacio en los medios de comunicación rosarinos por un episodio erróneo, más bien vinculado a lo policial. “Hace unos meses hubo un allanamiento a un búnker (de droga) que estaba pegado al fondo del club, y en Canal 3 llegaron a decir que el club estaba tomado por los narcos”, recuerda Matías, aún masticando bronca. “Nos dolió mucho, sobre todo porque hicimos un esfuerzo muy grande para recuperar este espacio y para que los pibes puedan elegir entre lo bueno y lo malo. De ahí en más, decidimos tener nuestra propia revista y nuestros sitios en las redes sociales para informar de nuestras actividades. Y también tenemos un espacio que nos dan en la querida radio comunitaria Aire libre, donde difundimos nuestras actividades. Aprendimos mucho de esa mala experiencia”.

Fuente: El Eslabón.

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