El VI Encuentro de Afroargentinos del Tronco Colonial “Tambor Abuelo”, realizado en Santa Fe y Paraná, hace dos semanas fue un retumbar de cueros y una memoria que se hace presente. El cruce entre una mujer afrobrasileña y un santafesino de Rincón, la música como resistencia cultural y las huellas de la negritud en nuestra región .

“Vivíamos con mi pareja en Salvador de Bahía (Brasil), y venir a Santa Fe significó para mi reconstruir mi vida. Es un proceso, hay que conocer otro idioma, las costumbres y luego, se vuelve a sí mismo y adaptándose”, cuenta Yanira, de 38 años. “Mi compañero es santafesino, nos conocimos en mi pueblo y vivimos allá, luego debimos venir por cuestiones familiares. Hace siete años que vivimos aquí y uno va creando un lugar propio donde nos sentimos más cómodos, por ejemplo con la Casa de la Cultura Afroamericana y en un espacio en la  Radio Ochava (“desde barrio Roma para todo el planeta), en el que con Lucía Molina, hablo sobre la cultura afro brasilera”, relata la mujer.

“Soy artista visual, y hay cosas muy común en Latinoamérica –agrega– y por ser mujeres negras y pobres, compartimos experiencia. En Brasil, hay que ver qué significa brasileño, como quién es criollo aquí. En Salvador de Bahía es más fuerte la cultura negra, pero con el proceso de la diáspora se mezclan distintos grupos de África, con distintas lenguas, en ese concepto de esclavitud se reconstruye una cultura”, detalla.

“Lo raro de mi experiencia es como vine a una ciudad chica como Rincón, en Santa Fe, que era pueblo, cuando yo llegaba era un acontecimientos y todos me miraban, fue raro porque esas miradas tienen distintas interpretaciones y por estar uno en un lugar donde la presencia fue invisibilizada, hay ideas muy estereotipadas”, advierte Yanira.

Pero sostiene:  “Siempre mi padre nos habló de la discriminación y racismos, por eso tuvimos presente la cultura afro. Así es como me asumí como afro descendiente y valore. Después se va entendiendo al otro, que te mira raro, pero también lo hace uno. Como para cortar con eso, busqué en e mi misma y si me miran de una determinada forma, yo no los miro así”.

“Pero se va conociendo que hay gente que mira y discriminados por el color de la piel, pero ayuda cuando se demuestra que no se tiene una posición de inferioridad, eso ayuda”, resalta.

La música, herramienta de la identidad

“Como con los negros spiritual en Estados Unidos”, no es casual que todos los afrodescendientes hayan puesto tanto esfuerzo en la música. “No era porque eran divertidos, la pasaban bien o les sobraba el tiempo; era una manera de no desaparecer socialmente, de no ser exterminado. La música era un cohesionador social”, indica el antropólogo Pablo Cirio. Un espiritual aparece a fines del  siglo XVIII en los Estados Unidos, como populares adaptaciones de himnos religiosos protestantes, que eran entonados por afroamericanos esclavizados.

“La visión eurocéntrica piensa que la música es diversión, sólo ritmo o géneros musicales. Esa educación musical europea implica una visión que señala límites y cuáles son sus límites de compromiso social. Se indica que la música es una actividad de diversión, lúdica, en el mejor de los casos se hacen los tiempos libres o tiene las necesidades básicas satisfechas y se cuenta con cierto dinero para consumir un disco o ir a un concierto”, agrega el investigador especialista en la investigación de la música afro en Argentina.

Pero advierte que “bajo la perspectiva de los afrodescendientes, desde la matriz afrocentrada, las cosas se ven desde otro lugar. Es llamativa que la mayoría de sus descendientes que no tienen un pasar económico holgado y padecen pobreza estructural, sean los que están más comprometidos con la música y eso llama la atención”.

Capitalismo y concepto de pobreza

“Sucede –agrega– que el capitalismo reduce el concepto de pobreza a lo económico, al que no tiene plata. Pero hay muchas dimensiones de la pobreza y la económica es sólo una. Estas personas son ricas en cultura inmaterial, como la música y encuentran en el quehacer musical una manera de vivir, como sus ancestros encontraron en esa música una manera de sobrevivir. Ante la atomización social que la esclavitud producía, ellos sobrevivieron ingeniandoselas de manera artística, haciendo música”, señala quien también dirige la Cátedra Libre de Estudios Afroargentinos y Afrolatinoamericanos de la Universidad de La Plata, desde la cual investiga sobre los afroargentinos del tronco colonial asesinados, detenidos y detenidos desaparecidos en la última dictadura.

“En una Argentina que se imagina siempre blanca, homogénea y semejante a Europa, es importante la experiencia de ser diferente. Entonces –continúa Cirio–, en esa lógica de poder de que sos de un pueblo originario o afro descendiente, implica estar siempre dando examen. Si tenés la piel muy negra debes explicar de dónde sos, como si no se pudiera ser negro y a la vez argentino. Eso es muy cansador, están como siempre señalados, esa política que trata de hacer de la propia comunidad: la visibilización, parte de un necesidad de de explicar lo que no explica la escuela y la universidad en la enseñanza pública. Entonces lo deben hacer quienes padecen ese racismo. Se debe buscar una sociedad mejor desde el conocimiento, ya que la exclusión siempre está hecha desde la ignorancia”.

“Sobre esa caracterización de cabecita negra –señala el investigador– no se habla de ese patrimonio negro. La cocinera negra de Rosas se olvidó en el fuego la leche, y dicen que de ahí nació el célebre dulce de leche, pero no quien fue quien lo creo. Cuando se hablas de las achuras, vísceras que se comen con el asado, tanto es así que el porteño barrio Montserrat, antes era llamado el  Barrio del Mondongo, ya que al no utilizar ese corte los criollos, luego que las tiraban, las  negras achuradoras (como las llama  Echeverría en El matadero), las juntaban para hacer su alimento”.

 Un oscuro mensaje

“Hoy después de muchísimo tiempo de invisibilización sistemática y ensañamiento con unos de los prejuicios aún hoy vigentes como el racismo y la discriminación, volvemos a rejuvenecer nuestra presencia, para activar la puesta en marcha a través de este grupo de afrodescendientes del Chaco, indica Jao, miembro de Aafroch (Autoconvocados Afrodescendientes Chaqueños).

“Desde el interior de Chaco, a veras del río Bermejo, en articulación con la capital chaqueña, junto a Claudia Margosa, Javier Conti y Flor Olivera, trabajamos por nuestra identidad. Soy afrodescendiente chaqueño, mezclado con tono correntino por parte de mi abuelo materno, orgulloso de pertenecer a una de las corrientes étnicas que aportó desde la comida hasta la política grandes cantidades significativas y trascendentales de acciones y pensamientos para la construcción de la Argentina en diferentes periodos y tiempo”, advierte.

“Aafroch es un trabajo de visualización, reconocimiento y participación para generar las condiciones para desprendernos de los patrones que nos permitan construir, juntos con los aportes de los pueblos originarios preexistentes a la invasión del Chaco, y los atropellos, destrucción y violaciones que ejecutaron las corrientes invacionistas y aculturales de aquellos tiempos y que perduran hasta el día”, afirma Jai.

Al ser consultado por un mensaje, remarcó: “Dejaría un mensaje oscuro y remarcar el oscuro como un concepto semántico reivindicatorio de los vocablos cotidianos que sin analizarlos y detenernos en su pronunciación seguimos profundizando esos conceptos de desvalorización o asociación con el color que tiene una connotación negativa o despectiva”.

“Reivindicar  –agrega– que somos negros porque nuestros padres, abuelos y antepasados fueron visibles con su negritud, pero hoy seguimos siendo esos negros en la lucha por una vida en relación con nuestro pasado y porvenir, en armonía para vivir la comunidad con sus diferencias particulares pero con sus valores comunes”.

Huellas en Santa Fe

La historia del saqueo colonial incluye el tráfico de personas, desde el siglo XV. Los navíos europeos secuestraban hombre y mujeres para venderlos como esclavos o explotarlos en sus misiones. Se estima que unos cien millones de africanos fueron sacados del África

Mientras América explotaba la mano de obra esclavizada, Europa negociaba con el comercio ilegal. Tras la llegada de los contingentes al Río de la Plata, siglos XVII y XVIII, cientos fueron arrastrados hasta el asentamiento de Santa Fe la Vieja (1620-1670).

“En las ruinas de Cayastá y Arroyo Leyes, los sitios arqueológicos del área, se vinculan con elementos de la cerámica que pudo ser elaborada por artesanos afro o afroamericanos recuperada en dichos sitios con otros existentes en el antiguo Dahomey, actualmente República de Benín, en África”, indican en “Presencia africana en Santa Fe”, de Marina Benzi y Luis María Calvo.

En ese marco, se debe indicar que en los padrones más viejos de Santa Fe, que son de los años de 1816, 1817 y 1823, se registran que los morenos o pardos alcanzaban un tercio de la población total. El  barrio Santa Rosa de Lima es considerado por los investigadores como uno de los sitios donde “hay una prevalecía de la comunidad afrodescendiente”.

En las jornadas realizadas en la capital provincial, la sede fue la escuela de enseñanza media 440 “Simón de Iriondo”, también es señalada por estar construida sobre lo que fue un antiguo cementerio de esclavizados africanos y sus descendientes.

Fuente: El Eslabón

 

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