Volvió la violencia sobre el final del partido y le puso un tono oscuro a la derrota de Newell’s que sin embargo se mantiene tercero en el campeonato. Del otro lado, hubo fiesta auriazul en el Monumento y en Arroyito.

La tarde gris y fría se encendía a fuego lento en el parque Independencia, mientras la ciudad se paralizaba por un nuevo clásico. El Coloso  era una fiesta y una verdadera manifestación de fe rojinegra, a pesar del último traspié de Newell’s frente a Independiente, un duro 2 a 4. La expectativa de ganar y seguir peleando arriba estaba casi intacta. Quizás por eso el final fue tan doloroso y penoso: el árbitro tuvo que suspender el partido después del tercer gol canaya cuando aún restaban por jugarse algunos minutos de descuento. Es que para la Lepra ya no había, como dice el tango, “ni fe, ni yerba de ayer secándose al sol”.

El parque se vistió de fiesta. Y volvió a tronar fuerte: “Ñulsolboy te vinimos a ver, te alentamos con el corazón, te queremos ver campeón”. Pero al promediar el primer tiempo para muchos hinchas leprosos la ilusión se desmoronaba como un castillo de naipes. La historia de hace siete días volvía repetirse: abajo en el marcador tempranamente, impotencia de un equipo con falta de juego ofensivo y graves desatenciones.  A la vez, todo era a favor de Central que con dos goles arriba comenzaba a sembrar su campo para la victoria con grandes actuaciones, entre otros, de Damián Musto, patrón del mediocampo, el imparable Federico Carrizo y el jugador distinto, Teo Gutiérrez.

Newell’s no se dio por vencido ni aún vencido y su ímpetu del final pudo haber roto una historia que parecía echada cuando sobre el final –algunos hinchas ya comenzaban a retirarse– Mauro Formica descontó y desató una explosión de esperanza que se pinchó ahí nomas, con la corrida de Herrera y el 3 a 1 definitivo.

La desilusión se multiplicó y no solo en las tribunas sino en el propio campo de juego, cuando los jugadores de Newell´s entraron en el peor desenlace a los empujones, amenazas e insultos, a la vez que desde las tribunas llovían todo tipo de objetos. Uno de ellos impactó en un juez de línea y el árbitro suspendió el partido.

El Coloso era un horno mientras los jugadores canayas festejaban como poseídos  en el centro de la cancha y, oh casualidad, la manga por la que debían salir se desinfló para siempre. Pudo ser una tragedia: los centralistas tuvieron que salir de manera desesperada ante un grupo de hinchas locales que estuvieron a punto de tirar un portón e ingresar a la cancha. Fueron repelidos por la Policía. La postal fue vergonzosa y dio la vuelta al país.

La campaña del Newell’s de Diego Osella no merecía desplomarse de esta forma ¿o si? El equipo que cosechó una buena cantidad de puntos, sufrió en dos fechas dos fuertes cachetazos, con Independiente y ahora con Central, pero sin embargo sigue tercero a 4 puntos de Boca Juniors, a quien debe enfrentar en la próxima fecha. Desde el punto de vista de los números, a Newell`s aún le queda vida aunque parezca en caída libre.

Del otro lado, Central es todo euforia y orgullo: se ganó de visitante, y jugando bien, se subió otro peldaño rumbo al ingreso a la Copa Sudamericana y el equipo parece jugar cada vez mejor. Hubo fiesta auriazul en el Monumento y en los alrededores del Gigante hasta entradas horas de la noche del domingo, una jornada inolvidable que quedará grabada a fuego en las retinas canayas.

Foto: Manuel Costa
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