Silvia Ferrari y Miguel Franchi, junto al director Horacio Martínez, adaptaron Ulf, una obra del reconocido dramaturgo Juan Carlos Gené, en la que se habla de la exclusión, la vejez y la ilusión.

Ulf es el modo en que una pareja de ancianos intenta pronunciar el nombre de pila de Olof Palme, un líder de la socialdemocracia sueca de los años 70 y 80. Ambos son viejos actores de circo que viven en la pobreza extrema, y esa referencia es la excusa para enfrentar su destino (los espera el asilo) y la realidad del país, poniendo en juego la memoria, la magia de antaño y evocando la ausencia.

La obra estrenada por el dramaturgo Juan Carlos Gené, en 1988, es resignificada aquí y ahora, por los actores Silvia Ferrari y Miguel Franchi, con dirección de Horacio Martínez. Luego de dos primeras funciones, la puesta se presentará los viernes de junio, julio y agosto a las 20.30, en el Centro de Estudio Teatrales, San Juan 842.

Los actores rosarinos y el director venadense hablaron con El Eslabón del desafío de construir una versión propia del texto de Gené y mostraron su interés de saltar las fronteras del propio público teatrero.

—¿Cómo se formó este grupo de trabajo?
—Miguel Franchi: Con Silvia veníamos pensando en trabajar juntos hasta que leímos esta obra y decidimos que era lo que queríamos hacer. Después se la acercamos a Horacio y fue un hallazgo poder profundizarlo junto a él.

—Silvia Ferrari: Con Miguel nos conocemos hace mucho pero sólo habíamos trabajado juntos hace años en un obra que dirigió Juan Carlos Rizza.

—Horacio Martínez: Personalmente, son promesas de tantos años de conocernos y transitar por los mismos espacios con Miguel. «Tenemos que hacer algo juntos», es una frase típica de los teatreros, y pasan 30 años y todavía no lo hiciste. Hoy, creo que soy más consciente de la finitud de la vida y trato de empezar a saldar cuentas.

—MF: Con Horacio nos conocido en Venado Tuerto. Hemos ido mucho al Galpón del Arte, un lugar extraordinario que ahora está remozado pero que hemos conocido su vieja versión. Un teatro que era como una casa, con una cocina que servía de lugar de reunión, con colchones para quedarte a dormir después de las funciones y partir al otro día con los autos rotos, para seguir el viaje. Un espacio que fue el deseo de mucha gente hecho realidad.

—¿Cómo encararon el trabajo actoral?
—SF: Primero, trajimos la historia a un momento más actual porque pasaron décadas de su estreno. Eso la reconvirtió. Hicimos modificaciones y mucho trabajo que se llama de mesa, readaptando el guión y pensamos cosas desde lo estético. Queríamos comunicar cierta ideas respecto al público y también desde lo textual hicimos una síntesis de algunos momentos. Después nos pusimos con la cuestión actoral más que cualquier dispositivo o elemento teatral.

—HM: Una singularidad brillante de los actores es como resuelven la puesta. Digamos prácticamente desde la montaña de basura. Los personajes están tan deteriorados con respecto aquella versión de Gené del 88, que viven y conviven con la basura, entonces la resolución poética y estética de la obra es una genialidad.

—MF: Qué bueno, yo podría pedirle a la gente que la vea cada diez funciones. Que venga a la tercera función y que vuelva en la 13. Uno recuerda obras que estrenó y mantuvo en el mismo estado durante cierto tiempo, algo que puede resultar dudoso en cuanto al compromiso. Y es algo que no va a ocurrir en este caso. Yo estoy aprendiendo mucho en esta obra, me da muchas ganas. Me gustaría decirles a mis hijos que vean estos ensayos. Hicimos dos funciones de estreno, el 13 y 14 de mayo. Hemos buscado comunicar de una manera de poder sembrar y recoger crítica, pero de verdad, no para que nos vengan a decir que está bien lo que hicimos. Ha sido muy particular la concurrencia y nos han hecho devoluciones que nos confirman algunas cosas que preveíamos y otras que nos sorprendieron y nos potenciaron a profundizar el trabajo. Esto a la edad que yo tengo es lo mejor que me podía pasar. Escuchar al público para modificarme, no para recibir elogios.

En la obra, enternece como está presente el hijo de ellos, que puede entenderse que es un desaparecido. Pero fue sorprendente la devolución del público en cuanto a la tercera edad porque hemos elegido un público que no solo sabe lo que pasó con los derechos humanos en nuestro país, ese público se conmovió porque eran viejos y pobres. Hay gente que nos ha hablado de la vejez, la pobreza, y de los olvidos.

—El universo del circo está en la atmósfera ¿A qué recuerdos personales les remitió?
—MF: Estos fueron actores de radioteatro y el circo al que aluden es el de primera y segunda parte; en la primera había pruebas circenses y en la segunda, ese teatro que andaba, que se movía y que después se convirtió en radioteatro de estudio y luego en itinerante. A mí, me trae recuerdos de la infancia y también de la vida teatral. Me trae recuerdos de mi formación, las cosas que nos contaba y proponía Norberto Campos, homenajeando críticamente las épocas del circo criollo y el radioteatro. Evidentemente al igual que a Gené porque tenían más o menos la misma edad.

—SF: Yo no lo viví pero tengo referencias de la experiencia de mi madre y mi tía, que vivían en el campo. Y sí hay algo que me interpela particularmente y que tiene que ver con una línea troncal vinculada a lo popular en varios sentidos, el sentido estético, las reivindicaciones ideológica y como decíamos antes, en tratar de llevar esto a otros lugares y a otros públicos. A veces uno habla con gente que no es de teatro y te dicen: “Yo no voy al teatro, me aburre”, o “No me gustó, es raro, no entendí”, cosas así. Entonces, estamos pensando cómo comunicarnos y que haya una devolución. El otro día fuimos a la localidad de Camilo Aldao a hacer una función y había una potencia, una energía en el público.

HM: Es que no era un público de teatro, es ese público que no acepta convenciones o, mejor dicho, tiene sus convenciones pero es más virgen. Hay una ingenuidad que es muy interesante que no se ve en el público más teatral. En cuanto a la pregunta, en lo personal el único circo que vi de primera y segunda fue el circo Papelitos, en lugares de la pampa. Después conozco toda la historia del radioteatro por unos de mis maestros Rodolfo Aldasoro que hizo toda su vida teatro en Rosario.

Recién pensaba en Terrenal, obra de Mauricio Kartún, que bebe de los géneros populares y tiene las patas metidas en el barro respecto de las poéticas del circo. Creo que tienen que ver una obra con la otra. Y creo que con Ulf la gente va a disfrutar de dos actores con trayectoria y de una fiesta de la memoria.

Juan Carlos Gené, el autor

El actor y dramaturgo murió en 2011, reconocido por una generación de teatreros del país y de Venezuela, donde estuvo exiliado durante la dictadura. Actúo además en películas como Martín Fierro, Don Segundo Sombra, y Quebracho. Entre sus numerosas obras teatrales se destacan Golpes a mi puerta y Memorial del cordero asesinado, una adaptación de una composición de García Lorca. Escribió y actuó en Cosa Juzgada, serie televisiva que duró tres años en canal 11 a fines de la década del 60. Fue autor de La Raulito, un libro que inspiró el filme del mismo nombre y que tuvo gran repercusión en Argentina y en España, donde tuvo su propia versión en 1977: La Raulito en Libertad.

Horacio Martínez llegó a estudiar con él antes de su muerte, en 2011. “Tenía 82 años y un cáncer fulminante. Era consciente de que estaba muriéndose. Aún así tenía una cabeza brillante. Un hombre muy comprometido con la militancia, con el teatro. Sus obras son todos materiales de un alto compromiso con Latinoamérica y con las luchas populares. Una carnadura de personajes y obras de mucha profundidad humana, y teniendo en cuenta la complejidad del ser humano”, comentó el director de Ulf.

Ficha técnica: Actúan Silvia Ferrari y Miguel Franchi. Dirección Horacio Martínez. Asistencia técnica: Augusto Fariscello, y Camilo Simoni. Diseño de luces: Juan Carlos Rizza.

Fuente: El Eslabón

 

 

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