En el living de su casa, ubicada sobre la ochava de Rioja y Maipú, con una enorme biblioteca, una guitarra sobre el sillón y una amplia ventana por la que se cuela el runrun constante de los bondis, el titular de la Fundación Igualar y referente del Movimiento Evita Rosario, Fernando Chino Rosúa, está más relajado que en ningún otro lugar. “Acá soy yo, acá me puedo abrir sin disfraz”, explicó el actual pre candidato a concejal peronista. En una extensa entrevista con Biopolítica, que se podrá ver completa en el diario digital Redacción Rosario, el dirigente recordó sus primeros pasos en la militancia, la historia familiar y el presente marcado por el cierre de listas de cara a las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (Paso) de agosto. “Necesitamos un frente nacional y popular lo más amplio posible”, apuntó.

—¿Que registro tenés de cómo o cuándo se hace presente la política en tu vida?
—No hay un momento o un hecho. Yo la viví siempre desde chico, la mía era una casa política, había reuniones, siempre se hablaba de política. Mi viejo (Roberto Rosúa) había sido o era por algunos momentos funcionario, así que la política siempre estuvo. Las discusiones sobre la vuelta de Perón, los distintos conflictos, la violencia, siempre estaban presentes. Yo nací en el ’63, así que mis primeros recuerdos son de los años ’60, con todo lo que era la Argentina en esa época. Me acuerdo de Onganía por ejemplo, como el recuerdo más lejano. También la ciudad convulsionada. Es como que no tengo un punto de partida, siempre estuvo la política en mi vida.

—¿Esos primeros años fueron centrales en la conformación de tu identidad política?
—Y, te diría que se fue conformando desde todo el movimiento nacional. Con todas sus situaciones en esos años. Me acuerdo que por ejemplo en el ’73, cuando tenía 10 años, con la vuelta de Cámpora, mi viejo asume como ministro de Gobierno de Silvestre Begni en Santa Fe. Nos llevaron a mi hermano y a mí al acto. Me acuerdo de esa casa de gobierno llena de gente, un movimiento increíble, y en un momento salí al balcón y vi esa plaza llena. Esa plaza en Santa Fe repleta de gente, son cosas, imágenes, que te van marcando.
Me acuerdo del gobernador Silvestre con todos los ministros frente al televisor para ver la asunción de Cámpora, que había sido unos minutos después. Tengo muchos recuerdos de aquellos años del gobierno peronista, como la muerte de Perón, que fue muy shockeante. Y luego el golpe. El golpe nos marcó, aunque antes ya teníamos custodia permanente en casa. Tener a la policía adentro y en la puerta de casa, ver las armas, todo eso era mi cotidianidad. Eran momentos duros donde la política era la vida pero también era la muerte, era el riesgo de la muerte. Me acuerdo de una noche que tuvimos que salir corriendo, mi mamá nos sacó a mi hermano y a mí porque había amenaza de una bomba en mi casa. Era todo así, muy convulsionado. Yo iba creciendo en ese contexto, y también tenía la rebeldía de querer hacer las cosas de un chico que va ganando la calle, haciendo cada vez más cosas solo pero con el cuidado familiar por lo que podía pasar.

—¿Cómo impactó la dictadura en esa casa, esa familia y ese niño adolescente?
—Implicó la cárcel de mi viejo primero y después su exilio ya en mi adolescencia. También hubo tensiones, entre la vida de un chico que quiere tener una vida normal, con las particularidades del conflicto político que atraviesa la casa y la familia. Mi viejo se exilia y nosotros nos quedamos acá. A él lo detienen apenas ocurrió el golpe, lo meten en cana, primero estuvo acá en la Unidad 3 y después en Coronda. Recuerdo que lo íbamos a visitar y que era todo muy feo. Después, a finales del ’76 o principios del ’77, le dan la opción de salir del país, porque estaba a disposición del poder ejecutivo. Así que se fue a Brasil, pero nosotros íbamos a visitarlo. Mi vieja iba mucho a verlo, entonces a veces estábamos solos con mi hermano en Rosario. Uno se va acostumbrando a vivir así, pero había como un miedo de fondo, ¿viste? Había un miedo de nunca saber qué le iba a pasar a mi viejo.
Mientras tanto íbamos a la escuela, jugábamos a la pelota, teníamos amigos, nos poníamos de novio. La vida común pero con ese telón de fondo.

—Atravesaste la secundaria en plena dictadura…
—Entré en el Superior de Comercio en marzo del ’76. A las dos semanas de empezar las clases fue el golpe y cambiaron a todos los profesores, se volvió un régimen durísimo. Yo venía de la escuela primaria Mariano Moreno donde era una escuela que uno la pasaba bien, y de golpe el Superior de Comercio en el ’76 me pareció que era una cárcel. Era muy duro, no te dejaban salir al recreo, había un tipo en el aula vigilando permanentemente, te sentabas por orden alfabético, no podías elegir. Me pareció una situación tremenda y en el marco de eso mi viejo en cana. Así que al año siguiente me fui al Sagrado Corazón, porque mi hermano iba ahí. Y ahí la cosa fue diferente, había otro clima. Los curas generaban un clima más de compañerismo, de amistad, de contención. Había mucho deporte, mucho juego. Entonces ahí la escuela me contuvo mucho, a diferencia de la pública que era tremenda en ese momento. Después, con el tiempo, uno se fue enterando de la cantidad compañeros desaparecidos del Superior de Comercio, del Politécnico. Lo que implicaban esas escuelas, de alguna manera de vanguardia, en esos años. Por esos días también iba a la Asociación Cristiana de Jóvenes, donde ahí también encontré la contención del fútbol, del voley, del grupo, los campamentos. Ahí iba saliendo la crítica política, cantando las canciones de Piero como Para el Pueblo lo que es del Pueblo, cosas prohibidas pero que las íbamos haciendo ahí. En la Asociación Cristiana también hubo muchos desaparecidos, entre ellos el padre de Eduardo Toniolli. Ese era también un lugar que te contenía, te cuidaban, pero había por ahí abajo un poder de politización que iba creciendo.

—¿Comenzaste tu militancia en la Universidad?
—La universidad fue donde empecé a militar. Entré en el ’81, plena dictadura, y ahí fuimos viviendo todo el proceso de fin de la dictadura. En ese momento estaba prohibido el centro de estudiantes, así que fuimos viviendo cuándo se empezaba a abrir la cosa. Las elecciones estudiantiles de a poquito se iban generando. La vuelta de la democracia y esa primavera democrática la vivimos a full, porque en la universidad era todo política. Todos nos íbamos insertando en alguna agrupación, era la esperanza de otra vez la democracia. Y ahí me inserte a militar en la Intransigencia Universitaria, que era el grupo universitario del Partido Intransigente (PI). Fue más por afinidad de los amigos. Además estaba la JUP, que también eran amigos. Me acuerdo que hicimos un frente, también con la democracia Cristiana, y ese era un poco el espacio de lucha política en la Universidad. Nosotros ganamos la Secretaría de Extensión Universitaria, así que nos fuimos a hacer trabajo político en los barrios.
Armamos en esa época un trabajo en el barrio Tablada, armamos una cooperativa de vivienda, hacíamos apoyo escolar. Comenzamos el trabajo político en las barriadas rosarinas. Después le fuimos incorporando a esa militancia barrial la cuestión más intelectual. Yo iba a la Facultad de Derecho de la UNR. «¿Cómo pensar al Derecho como una herramienta de cambio y de transformación social?» era una de las preguntas que nos hacíamos. También generábamos grupos de estudio, hubo una movida muy buena. Quiero rescatar a un docente que vino del exilio, Juan Carlos Gardella. Era un profesor de filosofía, que nos nucleó en grupos de estudio. Él decía: «Después algo hay que hacer.» Y nos mandaba a la cancha a hacer algo. Así nosotros nos enganchamos a trabajar en el tema de encierro. Con un grupo nos fuimos a militar a la colonia de Oliveros y a las cárceles. Lo llamábamos “el uso alternativo del Derecho”, era toda una teoría de cómo usar el Derecho a favor de la gente y no a favor de los poderosos. Esos eran los campos de actuación. Hay varios de esa banda que hoy son conocidos, por ejemplo Quique Font, Ramiro Sagarduy, Alejandra Rodenas. Éramos distintos compañeros y compañeras que nos metimos por en un programa de externación, donde nuestra tarea como abogados era escuchar a los internos que querían salir y ayudarlos en su proceso de integración social. Entonces ahí se daba toda la discusión jurídica. Fueron cinco años muy fuertes, compartiendo la locura. Paralelamente en la facultad, donde creamos la Cátedra de Criminología, tratando de siempre armonizar la práctica con las cuestiones teóricas. Fueron años intensos.

—¿Por esos días la militancia era en la facultad y el territorio, o también habías empezado a vincularte a lo partidario?
—Paralelamente iba el proceso político. La renovación peronista generó esperanzas en todos. Nosotros, los que estábamos en el Partido Intransigente, nos incorporamos al peronismo. Era la etapa de (Antonio) Cafiero y luego de (Carlos) Menem, los primeros años. Ahí ya claramente en el peronismo pero siempre haciendo estos laburos que tenían que ver con militar en alguna temática específica.

—¿Qué lecturas y referentes te marcaron políticamente?
—Las lecturas de esa época eran, por un lado todo lo de los años ’70. Las clásicas de los ’70: Hernández Arregui, (John William) Cooke, todas esas cosas que se leían en esa época. Jauretche fue una referencia, mixturada con Marx. La discusión entre lo nacional y lo social, las distintas miradas. Y en esos años entró muy fuerte la cuestión democrática, se había puesto sobre la mesa también. Así que bueno era una mixtura de cosas de autores nacionales, autores extranjeros. Fue muy fuerte la impronta en la universidad de todas las lecturas europeas vinculadas a la cuestión democrática. Había también una lucha intelectual, conceptual. Creo que lo de Gramsci aportó, si bien en esos años era una lectura muy atravesada por la mirada de Portantiero. Pero venía a decir de alguna manera que desde el marxismo se podían pensar los movimientos nacionales y populares, y eso también enriqueció. Y después Perón, porque es impresionante, porque piensa la política desde la estrategia, y todo aquel que hace política hace todo el tiempo estrategias. Perón te construyó un proyecto de país en base a estrategias completas, tanto desde su lugar en el Estado como en la organización popular, en la organización de la propia fuerza. Perón, que a veces no se valora tanto desde ese lugar, es un teórico político excepcional.
Después lo que marcó fuerte esa época fue la caída del muro de Berlín, la caída del socialismo real. Eso puso en crisis todo. Y apareció lo del discurso único, el fin de la historia, o la dificultad para visualizar una alternativa al capitalismo. Eso también puso en crisis las ideas, eso fue un momento de mucho debate político, de muchos ensayos y errores. Así que bueno, estoy atravesado por toda esa historia.

—¿Cómo fue ese paso hacia la política también partidaria?
—Paralelamente a la universidad siempre hice política partidaria. En esos años yo estaba militando con los compañeros del peronismo del departamento Iriondo, como estaba todo el tiempo en la Colonia de Oliveros me había insertado con los compañeros del departamento Iriondo. Luego me acuerdo en el año noventa y pico, ’95 o ’96, en las elecciones generales mi viejo fue candidato a vice-gobernador de (Raúl) Carginano, y me decidí a acompañarlo en la campaña. Esa fórmula perdió, pero después Obeid fue gobernador y lo convocó a mi viejo al Ministerio de Gobierno. Con algunos del grupo de criminología, que veníamos trabajando, nos insertamos en el Ministerio de Gobierno para generar políticas de seguridad. Ahí trabajé mucho la cuestión policial, la investigué en profundidad. Tuve una experiencia muy rica, vi desde el gobierno y desde lo policial, charlé con muchos policías, discutíamos, me metía en todos lados a conocer, a ver los detalles. Fue como un proceso de aprendizaje muy interesante de lo que era la policía de la provincia, incluso con muchos me hice amigo. Logré entender cómo funciona la policía en Santa Fe y a partir de ahí generamos una propuesta de reforma. Nosotros veíamos un claro problema de conducción política, no tenía el poder necesario para conducir la fuerza policial. En el primer y segundo gobierno de Obeid se avanzó mucho en eso, pero el “Turco” nunca comprendió en realidad que había que tomar algunas medidas de fondo que no quiso tomar. Igual rescato todo lo que bancó y algunas medidas fuertes como sacar a los represores de la dictadura de la policía, algunas medidas de reforma, pero creo que nos quedamos a medio camino.

—¿Por qué decidiste en un momento poner el eje en la ciudad y ser concejal?
—Mi opción de militar en la ciudad la tuve ya hace unos cuantos años a partir del trabajo en Seguridad, porque me di cuenta que era necesario un trabajo territorial, que en la ciudad se podía vivir mejor. Fui concejal entre 2007 y 2011, y de ahí en más siempre milité en Rosario y en los barrios de la ciudad. Lamentablemente en nuestra ciudad estamos viviendo mal y podríamos vivir bien. Fallan las políticas públicas. Recién ahora el gobierno socialista, con esto del endeudamiento, empieza a decir que hay que hacer obras en los barrios. Pero hace más de 20 años que había que hacer obras en los barrios. Rosario está absolutamente fragmentada, hay lugares en los que se vive muy mal con rosarinos que están viviendo en condiciones durísimas y el Estado no está o está muy poquito. Por otro lado, se ve una política débil, sensible a los lobbies. Esto es lo que hay que cambiar, necesitamos una política al lado de la gente, del pueblo, no amiga de los poderosos. En esto el gran ejemplo lo marca Néstor Kirchner, que fue el tipo que dejó de pensar la política como un posibilismo desde la debilidad y se atrevió a dar las peleas que había que dar. Creo que en Rosario hay que hacer eso. Hay que tener un poder político muy fuerte que le marque la cancha a los intereses económicos, a todos, y de esa manera construir una ciudad integrada, armónica, con justicia social donde nuevamente restablezcamos la vida comunitaria en los barrios. Hoy eso está destrozado por el desastre que se hizo en materia de seguridad, con la liberación de zonas y policías cómplices con bandas permitiendo cosas. Son años y años. De los gobiernos rosarinos, en el balance, el único que rescato es el de Héctor Cavallero, el resto son inmorales.

—¿Qué es lo que te llevó a militar desde el Movimiento Evita?
—En el Evita encontré mi lugar en el mundo. Son compañeros que entienden la política de la misma manera que la entiendo yo, con la mirada puesta en el ideal, pero con los pies en la tierra. Armonizar el realismo que requiere la política, con el ideal hacia donde uno tiene que ir, donde el ideal no se negocia, se van dando los pasos necesarios para llegar ahí.
Acá se discute mucho, hay decisiones que requieren mucho tiempo para ser tomadas. Mucha gente se fue y mucha gente nos critica sobre las discusiones de sobre qué hay hacer en esta etapa, luego del triunfo de Macri. Nos llevó un año de debate interno llegar a una síntesis y sostenerla. Ahora estamos convencidos de lo que tenemos que hacer y es eso es ampliar, construir un frente lo más grande posible para ganarle a Macri.

—¿Con o sin Cristina?
—Cristina adentro. La discusión está entre los que dicen «Cristina conducción» o «Cristina no». La conducción es una cuestión de hecho, no es un título. Vos podes conducir o no. ¿Qué demostró este año y medio? Que Cristina conduce un pedazo, pero no todo.
Nosotros necesitamos un frente nacional y popular lo más amplio posible, con los que conduce Cristina y con los que no conduce. Y esta es la tarea que está haciendo el Movimiento Evita, tratando de sumar, de unir a todos los sectores. Con lo que teníamos en 2015 no nos alcanzó, perdimos, ganó Macri. Necesitamos construir un espacio más grande para que nuevamente haya un gobierno popular en la Argentina.

Nota relacionada:

Más notas relacionadas
Más por Juane Basso
Más en Videos

Dejá un comentario

Sugerencia

“La misión del profeta apunta al desmantelamiento del sistema”

El sacerdote rosarino repasó su trayectoria marcada por un compromiso con barriadas y caus