La de este domingo fue otra jornada de castigo para los hinchas leprosos que no pudieron ingresar al Coloso, cerrado al público por segunda fecha consecutiva como penalidad por los incidentes durante el clásico. Como consuelo, al menos miles de simpatizantes rojinegros pudieron pasar en familia el Día del Padre, algo que no disfrutaron otros tantos abocados a la organización del partido que comenzó a las 14.

Entre los pocos presentes en el estadio vacío se destacaron los periodistas encargados de cubrir el evento, en especial los de las emisoras radiales cuyo murmullo de apasionado relato sonaba como un gigantesco coro descompasado en la tarde fría.

Sin chori ni turcas ni café; sin banderas, gorros ni bombos ni ovaciones, el único rugido de la tarde fría fue el de los relatores radiales.

Ni qué hablar cuando tempranito, a los dos minutos de juego, cuando apenas se calentaban las gargantas de los comentaristas, Héctor Fértoli abrió el marcador y estallaron los distintos y estilizados gritos de gol al unísono, allí donde se ubican los corresponsales de las emisoras, en la tribuna de prensa y en las cabinas altas.

Mientras tanto, los que más sufrieron fueron los camarógrafos  de televisión abajo en el campo y arriba de la visera de cemento, en donde el viento helado partía el alma.

En los hogares todo era distinto con calor y color de fiesta. Con el triunfo casi en el bolsillo parecía que el camino de ingreso a la Copa Libertadores se abría definitivamente.

Hasta que tuvo que ocurrir lo que más duele: en tiempo de descuento y en el último pelotazo en contra, llegó el empate de Lanús. El coro de relatos ya no fue el mismo, más bien fue el final cantado de otra tarde solitaria y triste en el parque Independencia.

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