Una noche no apta para friolentos. Cuando todo parecía perdido para el Canaya, cayó la última bola al área de Talleres y Central salvó la ropa; incluido los gorros, las bufandas y los camperones. El partido terminó 3 a 3. Fue la despedida del Gigante para Damián Musto y quizás también para Teo Gutiérrez, expulsado en el segundo tiempo.
¡Qué tornillo!, decían los viejos emponchados hasta los bigotes. Es que este martes siguió la ola de frío polar y al Canaya le tocó cerrar la jornada en un partido a las 21,15, cuando en las calles de Rosario ya no quedaba un alma dando vueltas, y hasta los perros escondían los hocicos.
Sin embargo, en las tribunas del Gigante de Arroyito a nadie le importaba la sensación térmica. Para colmo la dinámica del partido no dio una tregua ni para pegarle un grito al cafetero, pero lo que calentó definitivamente el ánimo, con el cero dos en contra y el maldito chiflete calando los huesos, fueron esos dos estiletazos sobre el final del segundo tiempo, primero de Mauricio Martínez y después de Teo Gutiérrez de penal, para igualar el marcador. Incluso hubo forcejeos y entreveros entre los jugadores antes de irse a los vestuarios, ante el griterío del público eufórico por la recuperación canaya. Ahora sí, era menester meterse al buche algo calentito.
Para el segundo tiempo, la temperatura seguía descendiendo pero no la expectativa por dar vuelta el resultado y, al fin, clasificar a la Copa Sudamericana, aunque Central no parecía poder encontrarle la llave al partido.
Y cuando nadie lo esperaba, Teo, que siempre juega al borde de la cornisa, recibió una tarjeta roja esta vez quizá sin merecerlo. Dejaba al equipo con diez hombres en un momento clave y en lo que pude haber sido su último juego con la camiseta auriazul.
Muchos hinchas canallas lo entendieron así y le brindaron un aplauso que sonó a reconocimiento por lo hecho en su paso centralista.
El choque casi decisivo con Talleres por un lugar en la Copa Sudamericana se ponía cuesta arriba.
Llegó una distracción defensiva en una pelota parada y los cordobeses otra vez pasaban al frente. El frío de la noche volvía a golpear fuerte.
Pero a este Central no hay que darlo por sentenciado ni hasta en el último minuto.
Cuando ya la esperanza se congelaba sacó un empate de la galera o mejor dicho de la gorra de lana: el paraguayo José Leguizamón después de una serie de rebotes la mandó al fondo de la red y el desahogo fue tremendo. Los diez en cancha fueron por la heroica en una última jugada que no pudieron terminar de resolver. Así, cayó el telón y muchos jugadores locales quedaron tirados en el piso, exhaustos. Hicieron un gran esfuerzo y gracias a todo ese desgaste todavía pueden soñar con la clasificación.
Mientras tanto, el final también tenía un capitulo especial: la gran ovación de despedida, desde los cuatro costados del Gigante, para el gran capitán Damián Musto, un jugador que se transformó en un emblema canaya en las últimas temporadas y que se va en busca de nuevos horizontes.