El escritor que cobró fama mundial cuando la película El secreto de sus ojos –inspirada en una novela suya– ganó el Oscar, vuelve al ruedo con un compilado de textos que giran en torno a una pelota.

“Hay quienes sostienen que el fútbol no tiene nada que ver con la vida del hombre, con sus cosas más esenciales. Desconozco cuánto sabe esa gente de la vida. Pero de algo estoy seguro: no saben nada de fútbol”. Esa frase es lo primero que se lee en la ópera prima de Eduardo Sacheri y resume cabalmente lo que piensa este profesor de Historia que empezó a leer de muy chico y a escribir de grande, y que un día se animó a mandar un cuento al programa radial de Alejandro Apo. Las devoluciones de los oyentes, los elogios del conductor, lo impulsaron a seguir poniéndole palabras a lo que sentía y ese fue el puntapié inicial de una carrera frenética que hoy lo posiciona como un referente de la literatura contemporánea nacional.

Tarde pero seguro

El debut de Sacheri en el mundo de la pluma y el papel se parece poco al de la mayoría de sus colegas, tal como lo reconoce: “Tengo un arranque medio tardío, por el hecho de que empecé a escribir cuando tenía 25 años aproximadamente, a diferencia de muchos que comenzaron en la adolescencia y que lo sienten como un vehículo para expresar cosas, y eso a mí la verdad que no me pasó”.

En términos futboleros, podría decirse que no tuvo un paso por inferiores, aunque sí se preparó para jugar en primera, de donde nunca más bajó: “Leí mucho, desde siempre, desde muy pibe, y ese es el verdadero inicio de cualquiera como escritor. Pero concretamente, escribir ficción empecé mediada mi década de los 20 años. Arranqué escribiendo cuentos, y como de vez en cuando había uno de fútbol, tuve la oportunidad de que Alejandro Apo, en Radio Continental, lo empezara a compartir con los oyentes y eso me dio un espaldarazo fenomenal, y tiempo después publiqué mi primer libro”.

Esos relatos –casi anónimos, porque su nombre ni sonaba en el selecto elenco de escritores del mundo de la redonda– conmovieron a los oyentes de Todo con afecto, y a su propio conductor, quien lo descubrió en el semillero para mandarlo a las grandes ligas.

Entre sus formadores, destaca a Ernesto Sábato, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Juan Rulfo. “En la adolescencia me puse a leer literatura latinoamericana, y sobre todo argentina, pero arranqué desde muy pibe, así que lo primero que leí fueron historietas de Patoruzito, Patoruzú. Después leí las típicas novelas que salían en los 70, de la colección de Robin Hood, esa que tenía las tapas amarillas y que los de mi generación conocen bien”, recuerda el autor de Aráoz y la verdad.

Así, lo primero que salió de su puño y letra fue Matar el tiempo, cuento que luego integró su libro Te conozco Mendizábal. Pero el primer relato inspirado en la redonda fue Esperándolo a Tito, que en el año 2000 le dio nombre a su primera publicación, en la que también se pueden leer otros cuentos de fútbol.

De esta manera y con varias obras al hombro, Eduardo Sacheri comenzó a codearse con los capos de ese género, que está capitaneado –según el novelista– por el Negro Roberto Fontanarrosa y el Gordo Osvaldo Soriano: “Si bien no fueron inspiradores, porque los empecé a leer después de que yo ya había escrito varias cosas, Fontanarrosa y Soriano, cada uno con sus diferencias, son claramente lo mejor que le pasó a la literatura deportiva hasta aquí”.

Siempre se vuelve al primer amor

Alejado hacía un tiempo de las canchas, Eduardo Sacheri vuelve a hacer rodar la pelota con su flamante publicación El fútbol, de la mano, que compila las columnas que realizó para la revista El Gráfico entre 2013 y 2015.

“En los últimos años, el hecho de escribir esa columna fue la manera que encontré de seguir escribiendo de fútbol, porque mi carrera literaria se fue más para el lado de las novelas y del cine últimamente, entonces el fútbol quedó como en la periferia. Así que me vino bien ese compromiso con eso que valoro mucho que es el fútbol”.

Luego de volver a calzarse los cortos para escribir, después de lanzar en 2016 La noche de la Usina –que relata la historia de un grupo de hombres víctimas del corralito y la crisis económica que estalló en 2001, y que además le valió el premio Alfaguara a la mejor novela del año–, el nacido en Castelar adelanta: “No sé qué pasará ahora porque esos textos que se incluyen son las últimas columnas que tengo publicadas. Así que ahora estoy dudando si me pongo a escribir de nuevo o no, precisamente para no cortar ese lazo con uno de mis temas de interés”.

El escritor, cuyas novelas La pregunta de sus ojos y Papeles en el viento fueron llevadas a la pantalla grande, no escatima en elogios para el deporte que Dante Panzeri bautizó como la «dinámica de lo impensado». “Me gusta mucho, me apasiona, me gusta mirar y jugar, y es muy parte de mi vida. Te diría que todo lo que escribo se relaciona bastante, no sé si con mi vida, pero al menos con vidas parecidas a mi vida”, dice, y reflexiona: “Si bien invento mucho cuando escribo, y la imaginación juega un rol importante –porque me da mucha libertad y diría que los límites del mundo son los límites del mundo que conozco– el fútbol, como experiencia compartida, de aprendizaje, y como ámbito donde uno traduce cosas muy complejas y muy abstractas a cosas muy concretas y muy directas, siempre fue parte de mi vida, y por eso se coló en mi literatura”.

Sacheri y la verdad

El cariño que el autor de Lo raro empezó después siente por el fútbol no sólo se refleja en las páginas de sus libros. También lo siente a pleno desde los tablones del Libertadores de América –desde donde alienta a su Independiente querido– y desde el verde césped, contribuyendo a la marca en el mediocampo. “De pibe jugaba de arquero, hasta la adolescencia”, admite Eduardo, que argumenta su elección de pararse bajo los tres palos: “Era bien kamikaze y fuera del arco era uno del montón, pero siendo arquero podía destacarme por encima de la media, a nivel de tener un lugar de importancia dentro de un grupo de pibes, aunque no para construir una carrera profesional”, ya que “había perdido a mi viejo muy de chico, y mi vieja –que era odontóloga– ni en pedo quería que yo me meta en una carrera deportiva, así que me tuve que meter en la universidad sí o sí. Igual, si seguía jugando creo que no hubiese pasado nada tampoco”.

Después, como a las “veintipocos años” se mandó a jugar de volante central, puesto que conserva hoy con casi medio siglo de edad. Eso sí, sus características dentro del campo de juego nada tienen que ver con la exquisitez de sus escritos. “Soy un cinco de recuperación, no me pidan sutilezas”, se define entre risas este hombre cuyo texto Me van a tener que disculpar, debería estar en la mesa de luz de todo maradoniano que se precie de tal.

A la hora de mencionar a su ídolo de los guantes, destaca a Ubaldo Matildo Fillol. “Por edad, siendo del 67, vi los años de oro del Pato en River y fue único, más allá de que yo sea de Independiente”. Sobre los referentes de su ubicación actual, se toma mayores precauciones: “No me animo a compararme con ningún 5 porque si se enteran me buscan para cagarme a trompadas. Hasta Blas Giunta” (más risas).

Lo raro empezó después

Al ser consultado sobre la actualidad del fútbol argentino, Sacheri no se anda con vueltas: “Es un quilombo”, dispara. Y argumenta: “El último torneo fue un escrache, ya desde el momento mismo en que no arrancaba el campeonato. Después, todo lo que pasó con la AFA en los últimos años, nos demuestra que es un sistema colapsado. El pos grondonismo se derrumbó en un caos, y veremos ahora si se construye un sistema coherente. Pero con esto de la asunción de autoridades nuevas, de la Superliga y toda esta pindonga, no sé si dará lugar o no”.

“Lo que pasa es que a los argentinos nos gusta tanto el fútbol, y lo sentimos tanto, que nos bancamos cualquier cosa. Ya hay un sinnúmero de anormalidades que ni discutimos y las naturalizamos y el ejemplo más contundente es que hace 4 años que no hay hinchadas visitantes y ya nos parece normal”.

Y en cuanto a lo que ocurre en Rosario, en materia futbolística, aunque rescata el folclore, Sacheri tiene una mirada bastante crítica. “Hay un costado que me encanta y otro que no”, dice, y argumenta: “Toda esa cosa del modo en que respiran el fútbol y la manera en que Central y Newell’s son tan constitutivos de la ciudad, me encanta. Porque en otros lugares del país esas rivalidades se dispersan más, ya que la gente está más mezclada con hinchas de otros clubes. Pero por otra parte, hay veces que me parece se sarpan, y mucho. El fútbol argentino en general, en los últimos años está sarpado de intolerancia. Y creo que la ciudad de Rosario no es la excepción”.

Fuente: El Eslabón.

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