Justicia y gobierno provincial orientan la investigación del crimen del suboficial hacia un problema personal, “una bronca”. Apareció muerto con 19 orificios de bala. En 2015 ya lo habían baleado. Sufrió amenazas y su hijo también quedó en medio de un tiroteo. Su viuda asegura que “los narcos son los policías”. Para el diputado Del Frade lo mató “la mafia narcopolicial santafesina”.

“¿Qué quieren que les diga? ¿Que fue la misma policía la que me mandó a matar, que yo no transo con los jefes?”, dijo en tono quejoso el cabo policial Pablo Cejas a un canal de cable en junio de 2015 mientras era trasladado en una silla de ruedas por los pasillos del hospital Cullen, en la capital provincial. Antes había denunciado en términos generales la connivencia policial con el negocio narco. “La gente denuncia que en tal lugar se vende droga y la policía no hace nada. No es que no hacemos nada, no nos dejan”, había dicho. Un año después, el lunes pasado, encontraron su cuerpo con 19 orificios de balas en Neuquén al 6400 del barrio Yapeyú de la ciudad de Santa Fe. Por el crimen detuvieron el jueves a un pibe de 19 años como sospechoso. Tenía todos los boletos: un pedido de captura activo por otro asesinato. La investigación no se orientó hacia los funcionarios policiales que Cejas había denunciado sino a conflictos personales del suboficial, cuya esposa pide justicia y asegura que los jefes de su malogrado marido ni siquiera la llamaron para darle las condolencias. El diputado provincial Carlos Del Frade no albergó dudas en su hipótesis del asunto: “Pablo Cejas fue asesinado por la mafia narcopolicial santafesina”, sospecha que también anida en la mente de su viuda. El Gobierno de Miguel Lifschitz descree de esa versión y en palabras del secretario de Investigación Criminal, Rolando Galfrascoli, “a partir de los primeros elementos investigativos, resulta que puede tratarse de una cuestión personal, de enojo, de alguna discusión, de alguna bronca. Alguna situación de último momento, ni siquiera de arrastre”.

La ministra de Seguridad nacional, Patricia Bullrich, también opinó sobre el asesinato del cabo, que tuvo trascendencia en los medios porteños: “Si un policía que denuncia termina muerto, eso no es un buen mensaje”, dijo.

“Ejecutalo al cobani”

Unos días antes de las declaraciones que realizó a un medio santafesino mencionadas al inicio de esta nota, dos tipos en moto le habían acertado a Pablo Cejas dos plomos: uno en el cuerpo y otro en la cabeza, que dieron respectivamente en el chaleco antibalas y en el casco de la moto que él conducía, permitiéndole quejarse ante los periodistas al mes siguiente mientras abandonaba el Hospital Cullen.

El ataque se produjo durante las primeras horas de la mañana del 5 de junio cuando el policía se dirigía en su motocicleta hacia Recreo, según el mismo contó después. Un desperfecto en su moto lo detuvo en una ruta, escenario en el que aparecieron dos muchachos también montados a una moto y armados, de acuerdo al relato posterior de Cejas. Hubo un tiroteo, el cabo que se desempeñaba en la Brigada Motorizada de la Unidad Regional I recibió un disparo en el cuerpo que le atajó el chaleco balístico. El que le dieron en la cabeza lo desvió el casco y salvó su vida. Aseguró que uno de los atacantes le dijo al otro: “Ejecutalo al cobani”. El suboficial lleva su uniforme reglamentario ese día.

Un tiempo antes, dijo Cejas, había mantenido una discusión con sus superiores por lugares donde no podían realizar patrullajes por una presunta connivencia entre los uniformados con kioscos de narcomenudeo.

“La gente denuncia que en tal lugar se vende droga y la policía no hace nada. No es que no hacemos nada, no nos dejan. Había lugares donde no podíamos ingresar, lugares protegidos”, contó el cabo en declaraciones a medios de la capital provincial.
Agregó que “los policías no se animan a denunciar” porque “tienen miedo”.

“El jefe de nodo dijo que las puertas están abiertas –para denunciar–, pero ¿quién pasa esa puerta, si el que pasa esa puerta termina en disponibilidad o perseguido?”, se preguntó retóricamente.

Como consecuencia de esos sucesos y de amenazas posteriores, Cejas le sumó a sus problemas laborales otros de índole familiar. Su esposa y su hijo se alejaron de él. Terminó en disponibilidad con carpeta médica por problemas psiquiátricos.

Había sufrido amenazas y un hijo suyo había quedado envuelto en una balacera contra la vivienda de un amigo, hechos que el suboficial interpretó como intimidaciones por sus denuncias a jefes policiales por su presunto vínculo con el narcotráfico.

Cuota alimentaria

En una de las entrevistas que dio luego de esos episodios, el cabo Pablo Cejas señaló que el “atentado contra mi persona lo voy a hablar en Fiscalía”.

“Sospecho de algo –dijo–, porque he tenido ciertos inconvenientes con algunos jefes por no querer darles de comer a ellos. Yo sólo le doy de comer a mi familia. Es la cuarta vez que recibo amenazas”.

El espíritu corporativo de la institucional policial fue mellado por las denuncias de Cejas que, al menos las realizadas públicamente, fueron de contenido general. Sin pelos ni señales. Pero, igualmente, no cayeron bien en la fuerza. Así lo expresó el suboficial: “Me tratan de traidor porque me alejé de un lugar que no quería quedar salpicado por la corrupción”.

“Soy cabo, después de herido me prometieron un ascenso y lo único que me dio este gobierno fue una medallita de aluminio y una aspirina. Nunca supieron si yo estaba bien”, se quejó Cejas, cuando la conducción del Ministerio de Seguridad estaba al mando de Raúl Lamberto, durante la gestión de Antonio Bonfatti.

En contraposición con la habitual metáfora de la manzana podrida que biodegrada al resto del cajón –supuestamente integrado de frutos impolutos–, Cejas planteó que en la fuerza fue descubriendo más mugre que limpieza.

“Uno con el tiempo en la Policía va conociendo más mala gente que buena. ¿A tres días de haber discutido con un jefe me dan el pase a otra dependencia y me pasa esto?”, dijo sobre el ataque a balazos de mayo de 2015. “A mí me lleva a sospechar”, continuó.
Le preguntaron si existía protección policial a las bandas narco. “Por supuesto que hay protección, y eso no lo sé yo, lo sabe la mayoría del personal, pero está con amenazas, con miedo”, respondió, y explicó con su propio ejemplo las consecuencias: “Yo por discutir (con un superior) me pasó esto, imaginate si yo hubiera denunciado con nombre y apellido”.

Sangre derramada

Las denuncias de Cejas sin nombre ni apellido igual le trajeron problemas, como el propio cabo contó. Su entorno se ajó, en la fuerza comenzaron a mirarlo como a un bicho raro. No tuvo apoyo ni contención: “Lo único que me dio este gobierno fue una medallita de aluminio”.

La nueva incursión de Cejas en los medios de comunicación quedó fechada en junio de 2016. Fue en un bar del barrio Guadalupe Este, en la capital provincial: estaba ebrio y con su arma disparó al aire y amenazó con suicidarse.

Atrincherado, reclamó la presencia de los medios, que cumplieron su deseo. Volvió a insistir en la connivencia de la fuerza que integraba con el delito que debía perseguir y reprimir.

Según registraron las crónicas periodísticas del momento, gritaba desde adentro del bar: “Yo ya perdí todo, esposa, hijo, no me queda nada salvo una pistola que tengo ahora en la garganta. Que mi sangre caiga derramada”.

Ni una sola gota brotó de su cuerpo aquella noche. Antes fue detenido por el Grupo de Operaciones Especiales. Su destino fue la carpeta médica, que lo tuvo fuera de la actividad hasta marzo de este año.

Según explicó en estos días el secretario Galfrascoli, cuando fue acribillado el lunes pasado en barrio Yapeyú Cejas “estaba en actividad, ya que había vuelto a recuperar sus capacidades laborales plenas a partir de una acción que encaró él en defensa de sus derechos laborales, presentando un informe psicológico de un médico privado”.

Así, “Cejas había obtenido en marzo de este año una revisión de su situación de disponibilidad y carpeta médica de la Jefatura de Policía de provincia”.

Agregó que “era parte del D3 Departamento de Operaciones de la Policía de provincia, en una tarea que no era de calle”. Lo habían sacado de la Brigada Motorizada, de la que según dijo era instructor.

Hipótesis de un crimen

Cejas apareció muerto con 19 orificios de bala en calle Neuquén al 6400 la noche del lunes, un rato antes de las 21. En la escena del crimen apareció su moto y faltó su arma reglamentaria. No estaba claro si lo habían acribillado allí o hasta ese lugar fue arrastrado, tras ser ultimado en una vivienda de la zona.

El jueves por la noche la policía detuvo a un joven de 19 años y a otras cuatro personas. El primero quedó detenido como sospechoso de participar del crimen. El adolescente tenía un pedido de captura por otro asesinato. Los demás demorados, que transitaban por avenida Galicia y Las Heras de la ciudad de Santa Fe en un Fiat Siena, fueron liberados horas después.

En una veintena de allanamientos, la policía también secuestró un arma de fuego y ropas con manchas de sangre en el mismo barrio donde tres días antes pusieron fin a la existencia del cabo Cejas.

“Nunca descartamos nada. Hay diferentes hipótesis, la hipótesis más fuerte no apunta a eso”, dijo el ministro de Seguridad, Maximiliano Pullaro, en relación a las denuncias del suboficial contra sus superiores.

Galfrascoli dijo en rueda de prensa: “Creemos saber qué estaba haciendo, pero es materia del legajo y va a ser comunicado seguramente por el doctor Nessier (fiscal del caso). Creemos que (se trató de) una situación personal” lo que lo condujo a esa parte de la ciudad.

Una hipótesis que manejan los investigadores oficiales es que Cejas mantuvo una discusión con unos tranzas del barrio Yapeyú a los que habría ido a buscar. Otra es que fue hasta el barrio por un problema de su hijo con pibes del lugar, relacionados a un crimen ocurrido el año pasado. Ninguna apunta a las denuncias del suboficial.

“Tanto las (denuncias) que se investigaron en la anterior gestión como en la actual por orden de los dos ministros que intervinieron y del Ministerio Público de la Acusación, no arrojaron ningún tipo de resultado anterior ni actual que nos indique que esta situación que ha vivido ha tenido que ver con las denuncias”, concluyó el funcionario.

Narcopolis

La viuda del cabo, Nancy Scarfone, exhibió otra versión: “Ellos son los narcos y no los quiero cerca”, dijo sobre la policía. “A Pablo lo castigaron y lo mandaron a trabajar a la morgue judicial. Estaba totalmente traumado y mal por el lugar donde estaba trabajando”, añadió tras el crimen.

“Quiso que los jefes lo escucharan, que se hiciera algo. Pablo siempre luchó contra los narcos, pero lo que pasa acá es que los narcos son la policía”, abundó la mujer en declaraciones al canal de cable porteño TN.

También apuntó a la fuerza que integró su marido por la falta de apoyo. Recordó que tuvo que pagar un psicólogo particular para levantar la carpeta médica que lo tenía marginado de la actividad. “Ese psicólogo determinó que estaba en perfectas condiciones para trabajar en la calle, Pablo no estaba loco y estaba diciendo la verdad”, sostuvo Scarfone.

En una línea similar, el diputado del Frente Social y Popular, Carlos Del Frade, quien apuntó que el policía asesinado “había denunciado 34 puntos de venta ilegales de sustancias psicoactivas”. “Detrás de todo esto, están los nichos corruptos de la política que son los que se benefician con la red narcopolicial”, explicó a través de un comunicado.

“Pablo Cejas fue asesinado por la mafia narcopolicial santafesina. En Villa Yapeyú, donde lo acribillaron, había denunciado 34 puntos de venta ilegales de sustancias psicoactivas. Nosotros hicimos un pedido de informe en mayo de este año a raíz de esas denuncias de Cejas. Nunca lo protegieron. Al contrario. Y no hay mafia narcopolicial sin apoyo de algún nicho corrupto del poder político”, cerró el legislador.

Del Frade anunció que presentará ante la legislatura un pedido de interpelación a los ministros de Seguridad, Maximiliano Pullaro, y de Justicia, Ricardo Silberstein, para que informen sobre cómo obraron sus carteras con relación a la protección del cabo asesinado.

Fuente: El Eslabón

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