“La comunidad afroparaguaya Kamba Cuá, asentada en el Barrio 6 de enero de la ciudad de Fernando de la Mora, en la periferia de Asunción (Paraguay), presenta rasgos de identificación muy explícitos, a nivel individual y colectivo, en comparación con otros afrodescendientes”,  indica la antropóloga paraguaya Gloria Scarppini. “Son los descendientes de los oficiales, lanceros y lanceras que acompañaron a Artigas en su exilio, luego de su derrota en 1820; un grupo de aproximadamente 200 hombres y mujeres. Eran los restos de la División de Pardos –inicialmente compuesta por más de 500 soldados−, pardos orientales, libertos en su mayoría, esclavos escapados del Brasil y guaraníes venidos de la costa atlántica”, añade la investigadora y master en Etnologia por la Universidad de París X Nanterre.

Gloria explica que “las personas autodenominadas Kamba Cuá, apelativo étnico con énfasis territorial, yuxtaponen el de “Artigas Cué” (cué siendo el morfema del pasado en guaraní), es decir, los antiguos hombres de Artigas”.

Sobre el término “Kamba Cuá”, explica que “está compuesto por la voz de origen bantú-angolés camba y la partícula cuá, significando así «cueva, barranco, quiebre o agujero de negros». La voz «camba, cambá o kambá», parte del léxico paraguayo como gentilicio de negro. El uso difundido y reivindicado de la versión con la grafía en «k» como denominación étnica forma parte de la necesidad del grupo de acentuar su especificidad como identidad afroparaguaya; sirviéndose así de los recursos internos a los procesos de guaranización escrita, amplia realidad en el ámbito de la oficialidad de la lengua guaraní en el Paraguay”.

También sostiene que existen “varios factores históricos, que conforman una identidad respaldada por prácticas culturales heredadas y en construcción; no solamente como realidad biológica, sino como resultante de una creciente voluntad y lucha por su existencia como minoría en la comunidad nacional”.

La cueva del demonio

Tras su llegada a tierras paraguayas, señala la antropóloga, fueron “confinados a parcelas y lotes en los suburbios de Asunción, en la localidad de Loma Campamento. Según un reciente censo, la población del barrio llegaba en el 2010 a más de 500 personas”, que participan de “varios espacios de promoción y difusión cultural, con estilos y estrategias diferentes, resultado de una escisión política que data de un par de años atrás”.

Desde su experiencia de observación participante y actividades de antropología aplicada remarca el proceso de etnicidad de la Asociación Grupo Tradicional San Baltazar de Kamba Cuá. Este grupo ha llevado adelante la iniciativa de la ley que establece el 23 de setiembre como Día de la Cultura Afroparaguaya, en coincidencia con la fecha de muerte de Artigas, y la del reconocimiento por el Congreso paraguayo del Decenio Internacional de los Afrodescendientes proclamado por la ONU.

La comunidad no espera

Advierte que si bien esa declaración “no está acompañado de acciones concretas a iniciativa gubernamental, la comunidad no espera y, de manera puramente autogestionada, da pasos de apropiación simbólica. Esto ha permitido la celebración de las Jornadas Afro-paraguayas desde 2015, convocando a toda la sociedad paraguaya a descubrir la existencia de la lucha social afrodescendiente, excluida e invisible, en su propio seno. Se ha abierto así un espacio de comunicación social, además del tradicional Festival que se realiza cada enero en honor a San Baltazar”.  

Resalta Gloria que “en base a las observaciones de un encuentro organizado por la Asociación, y las actividades de antropología aplicada, sus miembros han podido absorber aportes historiográficos sobre la historia de la Liga de los Pueblos Libres en sus diferentes momentos, el pensamiento artiguista, datos biográficos o anecdóticos sobre el exilio en el Paraguay del propio Artigas y de las figuras afrodescendientes que lo acompañaban”.

Sobre la construcción identitaria que se dibuja, remarca que “la Asociación tiene un fuerte liderazgo fáctico e ideológico femenino, acorde a una crítica explícita de las limitaciones que presenta la cultura patriarcal para el desarrollo de los intereses de la comunidad”.

Subraya que “de esta manera, sus miembros se conectan históricamente con las estructuras matriarcales propias de una gran mayoría de sociedades africanas y afroamericanas, así como con el trabajo interno de resiliencia para la reproducción cultural, a cargo de las madres matronas del grupo, representantes de la generación testimonio que vivió grandes cambios a causa de la expropiación de tierras y las violencias que eso condujo durante la dictadura de Stroessner”.

También agrega que a “esas agresiones se suma la explotación de las mujeres de la comunidad por la sociedad circundante (trabajo doméstico, trabajo precario, acceso limitado a estudios secundarios y universitarios), cargando con el estereotipo de un pasado de esclavitud y un presente desafiante en una de las sociedades más machistas de Latinoamérica”.

Vinculación con el artiguismo

La antropóloga resalta que “el ejercicio de rescate cultural promueve el interés por la historia y pensamiento artiguistas en sus dimensiones de vida política, social y personal; antes y después de su llegada al Paraguay. Esto se perfila como un paso en la apropiación de símbolos y hechos históricos que acercan la comunidad a sus ancestros más directos, los oficiales líderes del cuerpo de Lanceros, sus vidas y sus obras. Podemos especular sobre el paso próximo de la autopercepción étnica como Artigas Cué a Ansina Cué, a través por ejemplo de la recuperación política de los datos historiográficos específicos y difusión de la poesía y arte narrativo de Joaquín Lencina o Ansina y otros referentes de la  genealogía afroascendente”.

Y advierte que “profundizando esta  vinculación y los puntos de inflexión entre el pasado y presente del artiguismo con el de la lucha identitaria Kamba Cuá, consideran que la experiencia artiguista, con su potencia americanista, federalista y libertaria, actúa como un elemento vinculante prometedor para el modo en que los Kamba Cuá intentan situarse en las discusiones del incipiente revisionismo histórico paraguayo, respecto por ejemplo a sus roles en la Guerra de la Triple Alianza, o a los juicios de valor sobre la figura de José Gaspar Rodríguez de Francia, quien dio asilo a Artigas y sus hombres, siendo él mismo hijo de padre mulato brasileño y madre hispano-guaraní, importante elemento de asociaciones para la comunidad”.

“Estos ejercicios adquieren relieve –subraya- desde el momento que se integran a la memoria de un proyecto político como el de la Liga de los Pueblos Libres, traspasando las fronteras del confinamiento local y marginal, conectando la identidad con la región y el continente. Incluso, la tarea de desconstrucción del aislamiento redobla de significado positivo si tomamos en cuenta a la autopercepción paraguaya, cuyo rasgo es el de una obsesión por la insularidad de su existencia y experiencia”.

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