De todas las disciplinas que ejerce Carlos Masinger con gran dedicación, la música ocupa un lugar importantísimo: “No sé qué haría si no”, admitió a este periódico en su casa-taller de zona norte. El ex compositor de Norma Pons, que es parte también de la orquesta Una Cimarrona, tocó acordeón, percusión, ukelele, y ahora dice estar aprendiendo a tocar la guitarra. Y le carga tintas de “superinfluencia” musical a su hermano, Tato Vega, cantante de Shocklenders. Masinger, además, sigue firme con su proyecto Limbo Juguetes, con el que fabrica de forma artesanal poderosas máscaras de heroicos inmortales de la política latinoamericana como Juan Perón, el comandante Hugo Chávez, Néstor Kirchner y Fidel Castro, pero también de personalidades locales como Popono, voz cantante de Los Vándalos. Masinger también es dibujante, colaborador y compañero del semanario El Eslabón, que al igual que este diario digital produce la cooperativa La Masa. ¿Quién no vio todavía el dibujo de Tusam en la contratapa de El Eslabón, con su popular frase “puede fallar”?

El cantante se presentará en vivo este jueves 3 de agosto en Bon Scott (Pichincha 131), donde hará versiones de su trabajo El último mono aullador, material que le siguió a la experiencia Norma Pons, grupo con el que grabó La gimnasia del olvido y Para ser feliz. Igualmente aclara que para fin de año se viene la segunda como solista. En su taller también se materializa otro deseo, la construcción de un bote tipo Doris, con planos que consiguió de “yankilandia”. Mientras trabaja un tipo de fenólico, Masinger se ríe de lo que descubrió en internet: unos grupos musicales usaron como flyer la ilustración de la portada de su disco, hecha por él mismo. Un robo de diseño a mano armada, que festeja sin resquemor.

—¿Cómo nació tu primer disco solista?
—Terminé de grabar el segundo disco de Norma Pons y estaba muy cansado de la relación con los chicos, bah, no sabía manejarla. Mientras tanto seguía haciendo temas. Primero iba a hacer un disco de canciones infantiles pero me di cuenta que no era tan para niños. Me enganchaba con los animalitos y todo eso, y me parecían como canciones infantiles, o sea, pero era más para grandes. Igualmente, ahora hay unos chicos que cantan temas del disco como No nos suicidemos, o una nena que es fanática de En la mañana cuando estábamos vivos. Siempre son medio de muerte los temas, o cosas de perdedores.

—Tus canciones tienen mucho de tragedia y comedia, ¿son como guiones de teatro?
—No, yo no sé como es. Son como períodos que tengo. Voy juntando cosas y los temas se van encadenando. Uno se parece a otro, que se parece a otro, y así se me van acumulando bastante. Cuando fui a lo de Nacho (el ingeniero y productor Ignacio Molinos) para hacer El último mono… grabamos como 20 temas.

—Quedaron 8, ¿fue un recorte sonoro o más bien conceptual?
—Nacho me ayuda mucho en eso, sino no sé cómo lo haría. La elección tenía que ver con elegir temas que tengan una relación, ordenarlos en el disco, que caiga un poco y que después trate de levantar. Un disco como para escuchar en una hora. Hay 12 más ahora, se sumó una carpeta de temas que no me acordaba haberlos hecho y que grabé con el telefono, guitarra y voz. Voy grabando cosas y pasa el tiempo y después me parece que los temas no son míos, y a la hora de grabar me divierto.

—¿El no reconocer esos temas te permite revalidarlos?
—Yo a veces no sé cómo salieron, no tengo ni idea. Algunos temas no me acuerdo concretamente cuándo ni cómo los grabé, los voy haciendo muy lentamente. Ahora estoy haciendo un tema de un pedacito de un pedacito que yo cantaba en el medio de un tema de Norma Pons, cuando los pibes hacían unos coros. Ahora se transformó en un canción y se van haciendo cadenas.

Foto: Manuel Costa.

—¿Te sentás a escribir o se trabaja en la cabeza y agarrás el ukelele o la guitarra y disparás?
—Hay muchas cosas que hago en la bici mientras voy cantando como un loquito.

—¿Es un ensayo en público?
—Sí, te tenes que cagar en todo. Igual ahora todo el mundo habla solo. Cuando yo era chico, hablar solo era sinónimo de locura, y ahora, con los teléfonos celulares la gente corta y sigue hablando sola, yo veo mucho gente que habla sola por la calle. Yo me canto todo el tiempo. Mi hermano Tato era un enfermo de chico, él me contagió todas las canciones mal. A todo le cambiaba la letra y entonces nunca sabías una canción bien, y eso te devora la mente, porque estás buscando que todo sea otra cosa, me atomizó toda la vida. Toda la música está relacionada a lo que mi hermano me mostró o me hizo escuchar, y lo que no me hizo escuchar también. Es la gran superinfluencia, pero destructiva, porque el tipo te arruina toda la musica y yo me quedé con ese tic nervioso de hacerme la música todo el tiempo. Si tenés que hacer algo, te cantás canciones de aliento; si te vas a levantar y estás dormido, te cantás algo. Mi vieja también, familiarmente todos cantamos siempre lo que nos está pasando, con canciones que pueden ser de Roberto Carlos, Los Rolling Stones, The Doors o Ataque 77.

¿Construirá un bote y se irá a naufragar?
Mientras toca alguno de sus temas con El enano, su teclado que dispara bases de batería “de juguete”, y rasguea su ukelele, Masinger está ocupado también en su nuevo proyecto: la construcción de un bote tipo Doris, algo que simbólicamente lo remonta al que tenía su papá, y admite que tiempo atrás hizo una primera experiencia cuando filmó junto a un grupo de amigos y artistas Sábado Hawaiano. “Para ese corto hicimos un bote chiquito que se hundía con un cabezudo que se llamaba Pánico. Habíamos trabajado con un amigo de utileros en una película de (Gustavo) Postiglione, Días de Mayo, y lo que había sobrado de madera, que era fibrofacil, me lo cargué en un flete. Después de eso quedé re cebado. Hace años tenía un amigo que tenía el anuario de la revista Hobby, con los planos de un botecito. Era la época de la mecánica popular durante el peronismo. Recuerdo un número con el luto por la muerte de Evita. Era el momento que se empezaban a vender herramientas hogareñas como este practiquísimo bote a pedal. Al mío tengo ganas de llamarlo Mencho.

—¿Todo esto viene de chico, esta cosa artesanal que tenés?
Me gusta construir cosas, soy re torpe pero en general le dedico mucho tiempo y las cosas van teniendo cierta forma. En principio era un pedazo de bestia, lo soy todavía. Tengo que ir domando eso un rato largo”.

Foto: Manuel Costa.

Fuente: El Eslabón

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