Ganadores y perdedores de las primarias santafesinas para diputados. Manipulación en la carga de datos y construcción de sentido. A la caza de los votos cuyos destinatarios no llegarán a las generales. Sesenta días para mantener los propios y caranchear sufragios ajenos.
El análisis del comportamiento electoral de los santafesinos en las Paso nacionales perfila el escenario con miras al 22 de octubre, cuando se celebren los comicios generales, y sirve de base para el diseño de las campañas de los candidatos. Con los datos del último domingo, los nueve escaños en juego se distribuirían: cuatro para el Frente Justicialista, igual cantidad para Cambiemos y uno para el Frente Progresista. Pero las primarias sólo ordenan el tablero, y para las generales faltan 60 días.
Superada la manipulación de la carga de datos, los que siguen en carrera tienen por meta mantener su base y, en la medida de lo posible, ensancharla, para la renovación de las nueve bancas de diputados que corresponden a Santa Fe. Una de las provincias donde se produjo una “sorpresa” por los resultados.
En el camino quedaron los votos que el último domingo fueron a dar a fuerzas políticas que no sortearon el umbral del 1,5 por ciento del padrón –unos 78 mil sufragios sin dueño- y los nulos y en blanco, que sumaron 174 mil. En total son unas 250 mil voluntades a la espera de ser seducidas, con mayor resistencia en el caso de aquellos desencantados que eligieron la opción alba.
Atento a la escasa diferencia que arrojó el resultado de las primarias entre el Frente Justicialista (27,8%) y el segundo, Cambiemos (27,1%), la cifra de votos sueltos no es nada desdeñable. Sin embargo, las estrategias partidarias intentarán, también, modificar las decisiones de los votantes que el domingo 13 lo hicieron afirmativamente por algunas de las opciones en juego. Tienen 60 días para conseguirlo.
Dado vuelta
Los resultados de los comicios son conocidos. La manipulación en la carga de datos, en Santa Fe y Buenos Aires, también. De todos modos, vale una pequeña digresión para analizar el valor de esas triquiñuelas electorales y la construcción de sentido.
Varios medios titularon que el Frente Justicialista “dio vuelta” la elección en Santa Fe.
Como en un partido de fútbol, en que un equipo cae 2 a 0, lo empata y convierte un tercer tanto para ponerse al frente, en Santa Fe durante las Paso el Justicialismo habría dado vuelta el resultado.
¿Cómo pudo ocurrir eso? ¿La gente siguió votando después de las 18 horas en favor de Agustín Rossi o de Alejandra Rodenas –los candidatos peronistas– hasta “dar vuelta” un resultado que originalmente era favorable a Cambiemos?
El resultado de las elecciones, a diferencias de los de competencias deportivas, es uno sólo, el que surge del recuento de votos de las urnas. No hay posibilidad de darlo vuelta en el conteo, al menos no sin acciones fraudulentas.
El Frente Justicialista ganó en Santa Fe, desde que cerraron los comicios. No dio vuelta nada, porque el resultado provisorio de las Paso indica que la suma de votos a Rossi y Rodenas fue de 12 mil boletas más que las del segundo, Albor Cantard, el postulante de Cambiemos.
Sin embargo, la operación de demorar la carga de datos del departamento Rosario, donde el Frente Justicialista se impuso por nueve puntos a la lista única del macrismo-radicalismo, provocó el hecho periodístico de la “remontada final” del peronismo, cuyos candidatos ya nada podían hacer por modificar el resultado de las urnas. Hay cosas dadas vueltas.
Qué Pasó
Las primarias del último domingo dejaron, como es habitual en una elección, ganadores y perdedores. En términos estrictamente numéricos el más votado fue, por un pelito, el Frente Justicialista. Consiguió, a nivel provincial, 502 mil votos, equivalentes al 27,8 por ciento de los que fueron a sufragar.
Cambiemos –con lista única– recogió casi 490 voluntades y el Frente Progresista, apenas, 215 mil. Los anulados y en blanco fueron 174 mil.
Al interior del Frente Justicialista, el ganador de las Paso fue el kirchnerista Agustín Rossi, por una contundente diferencia de 62 a 35 por ciento sobre la ex jueza Alejandra Rodenas, mientras que tres puntos quedaron en poder de Pablo Di Bert, el tercer contrincante.
¿Fue una sorpresa? Puede haberla constituido para algunos, más por sus deseos que como consecuencia de un análisis más o menos objetivo. El PJ mantuvo un caudal de votos promedio y, si bien lo que resolvía en esta instancia era su interna, el resto de los partidos mayoritarios de la provincia propuso candidatos poco conocidos y, en el caso del oficialismo santafesino, sufrió el desgaste de la gestión y un posible castigo del electorado, que ya se lo venía advirtiendo en anteriores comicios.
Como en Buenos Aires, la elección santafesina se polarizó entre el Gobierno central y el kirchnerismo-peronismo, que en este distrito tiene a un representante de perfil alto.
La suma de las tres candidaturas del Frente Justicialista se impuso en nueve departamentos, igual cantidad que en los que ganó Cambiemos. El Frente Progresista vio el triunfo, solamente, en uno (San Cristóbal, donde el voto se repartió en tres tercios).
En la interna del PJ, Rossi se impuso en 15 de los 19 departamentos de la provincia y Rodenas en 4. En San Lorenzo, terruño del senador Armando Traferri, uno de los principales promotores de la postulación de la ex jueza, la diferencia fue a favor de ella por apenas dos puntos: 49 a 47 por ciento, según el escrutinio provisorio.
En Rosario, se dijo, la ventaja del Frente Justicialista sobre Cambiemos fue muy amplia: 9 puntos. El dato más saliente en ese departamento, se verá luego, fue el escaso apoyo del electorado al Frente Progresista, que arañó un magro 8,7 por ciento de los votos, superando apenas por un punto al radical-excluido-del-macrismo Jorge Boasso.
El desafío del Frente Justicialista consiste, de modo primario, en conservar en las elecciones generales los votos obtenidos en las primarias. Cercar a su electorado. ¿Por qué? Porque los antecedentes muestran que, en las elecciones primarias en las que Rossi obtuvo un triunfo, le costó mantener en las generales el volumen que el conjunto de los candidatos internos obtuvo en las primarias.
Los perfiles de los candidatos en cada Paso es, obviamente, determinante de esa situación. Si las diferencias políticas entre ellos son abismales o, digamos, grande, será más arduo para el ganador de la interna mantener en las generales los votos de su contrincante interno. No parece ser este el caso.
Por la aplicación del sistema D’Hont, Rodenas ocupará el segundo lugar de la lista que encabezará Rossi. La misma noche de los comicios ambos prometieron trabajar juntos, unidos por un adversario político común: las políticas del macrismo.
Es decir, cerrar filas y evitar el goteo de votos hacia otras fuerzas, que buscarán desangrar al Frente Justicialista.
Rossi representa, en estas elecciones, una clara y tajante oposición al macrismo. Si como ocurrió en las Paso, en octubre se mantiene el escenario de polarización, sus chances de captar el voto contrario a las políticas del gobierno son buenas.
Marca propia
Como se dijo la semana pasada en El Eslabón, la apuesta de la coalición oficialista nacional en Santa Fe era “instalar la marca Cambiemos”. Es decir que, quienes quisieran apoyar al gobierno buscarán en el cuarto oscuro el logo de la coalición, con prescindencia de los candidatos.
El escaso conocimiento que el primer postulante de la lista de diputados, Albor Cantard, posee en el electorado, obligó a esa estrategia. Que fue sin dudas exitosa, puesto que con lista única terminó apenas un puñado de votos debajo del justicialismo.
El macrismo pasó, en dos turnos electorales, de ofrecer a personalidades archiconocidas como Miguel Del Sel o Carlos Reutemann, al ex rector de la Universidad Nacional del Litoral que, valga el chiste fácil, es otro Cantard.
Cambiemos hizo una buena elección en el departamento La Capital: 33,4 por ciento contra 26,4 del Frente Justicialista. Y una mala en Rosario: 22,9 puntos contra 31 de la suma del peronismo. Como se señaló antes, ganó en nueve de los 19 departamentos, con primacía de aquellos vinculados a la actividad agropecuaria, el gran “brote verde” del gobierno.
En Rosario, la lista que encabezó Cantard sufrió una fuga de votos hacia la otra opción macrista, el radical Jorge Boasso, que obtuvo 7,7 puntos en el departamento más poblado de Santa Fe.
En La Capital, el concejal rosarino rascó 3,5 puntos, una suma nada desdeñable. Y el promedio provincial fue de 6 por ciento de los votos que, si la política permitiera la aritmética, hubiesen sido suficientes para un triunfo de Cambiemos.
Pero Cambiemos decidió expulsar de su interna a Boasso. Y los votos que tenga el radical en octubre, si bien serán macristas, no sumarán a la coalición que gobierna el país. Sí debería adicionarse un diputado para el macrismo en el caso de que el radical llegara al Congreso.
Los votos que Cambiemos en obtuvo en las Paso son propios. Similares a los obtenidos por Reutemann y por Macri en los comicios de 2015. Buscarán perforar ese techo, agitando el cuco del regreso al pasado, para convencer a quienes en las primarias eligieron otro horizonte.
Declive
El Frente Progresista, que gobierna la provincia y la principal ciudad en términos de electores, hizo sapo. Reunió apenas el 11,9 por ciento de los votos, dos puntos menos que los recogidos en la mala elección que en 2015 hizo Hermes Binner como postulante al Senado.
En aquella ocasión, el Frente Progresista terminó en cuarto lugar. La elección se hizo de forma conjunta con la de presidente, que acaparó las pulsiones de los votantes. Tercero terminó, en esos comicios, el Frente Renovador, que en las Paso a diputado del domingo último se acomodó en el quinto puesto de las fuerzas políticas más votadas, debajo de Boasso.
Como en 2015 cuando se eligió presidente, en el Frente Progresista interpretaron que el deficiente desempeño de la lista que encabezó ahora el ministro de la Producción, Luis Contigiani, es adjudicable a la polarización. Y al bajo nivel de conocimiento del candidato.
Esto último es refutado por la performance de Cambiemos, cuyo postulante era igual de desconocido. La polarización, evidentemente, se produjo. Pero lo que no incluye el análisis del Frente Progresista –al menos públicamente– es la decisión de desdibujar el perfil opositor de Contigiani, el más arriesgado de los ministros de Miguel Lifschitz a la hora de enfrentar el modelo neoliberal macrista.
Como a Sergio Massa en Buenos Aires, el camino de la “ancha avenida” del medio se le angostó en un escenario de confrontación entre dos.
A pesar de –o como consecuencia de– gobernar la ciudad de Rosario desde hace más de dos décadas, el Frente Progresista apenas obtuvo el 8,7 por ciento de los votos en ese departamento. Un punto arriba del solitario Boasso, que tuvo que pedir prestado un partido para competir.
En La Capital, el oficialismo provincial mejoró su desempeño al conseguir el apoyo del 13,8 por ciento de los santafesinos. El único departamento donde ganó, por cuatro décimas, fue San Cristóbal, en el que hay tan sólo 40 mil votantes sobre casi dos millones.
Con el resultado de las Paso, el Frente Progresista –que sufrió la pérdida de un sector del radicalismo a manos de Cambiemos– estaría en condiciones de obtener una sola banca, de las dos que deja en la Cámara baja. Su principal apuesta consiste en levantar el nivel de conocimiento público de su candidato y, según dijo Lifschitz, rediseñar la campaña en procura de zafar de la polarización.
¿Existe un hartazgo de parte del electorado con el oficialismo provincial? Lifschitz dijo públicamente que no cree en esa mirada, puesto que no estaban en juego cargos ejecutivos ni locales. Los resultados de las elecciones a concejal de Rosario, que no son objeto de esta nota, habilitan otras lecturas.
Fuente: El Eslabón.