Pedro el otro día me dice que le pareció ver parte del monte de eucaliptos, ese monte que quedaba en el tercer puente de la Vía Honda y que era un refugio natural para nosotros. Ahí estábamos bien cubiertos como el nombre del eucalipto, porque después nos enteramos que en griego quiere decir “bien cubierto”, y que hay como 700 especies, tantas como el mismo peronismo, pensábamos después.

No sé qué especie era la que había en aquel entonces y la que vio Pedro ahora, pero se acuerda que en aquellos años llegábamos al monte y cambiabamos de aire. Hay que aspirar fuerte, hay que aspirar fuerte, decía Pedro y agarraba las hojas de eucalipto y decía que te destapaba todo y te llenaba de oxígeno limpio. Lástima que está tan lejos, porque acá podíamos hacer una canchita con el espacio que había en el medio. Ahí seríamos locales. Tendríamos oxígeno y pulmones para aguantar todo el partido. ¿Qué partido?, ¡varios torneos!, pensaba Pedro.

También fue compinche y nos tuvo bien cubiertos en los primeros amoríos. En los picnic del colegio nos llevaban ahí. En los primeros noviazgos, los eucaliptos fueron testigos, fueron cómplices. También nos dieron una mano, mejor dicho sus hojas y su aroma, para neutralizar a los primeros cigarrillos, al olor a tabaco.

Hasta ahí también eran nuestros aliados naturales. Con el tiempo hicimos unas reuniones políticas, y cuando la cosa estaba medio fulera en el barrio, nos reuníamos por acá y hacíamos una charla fugaz.

Ahora el monte no está. Y quizá lo que vio Pedro fue alguno que todavía resiste, no sé con qué porcentaje, pero están ahí, esperando a renovar el oxígeno, a contagiar a los demás árboles que están medio amarillentos. Estamos recién pasando el otoño y las hojas todavía están por el suelo, amarillentas y destruyéndose; y la mano viene fulera. Un amarillo que no nos va a dejar sin hígado.

Pero estos eucaliptos, como los otros, se usan a nivel mundial para la industria papelera, entre otras cosas. Mirá qué metáfora que vi con esos eucaliptos, dice Pedro. Nos dicen: acá estamos, hay que resignar los pulmones y aguantar, y hace falta para el papel, para que sigamos votando con la boleta, mirá qué claro que lo vi, dice Pedro. Nos están diciendo que hay que pelearla por el papel, hay que decirle que no al voto electrónico, porque ahí sí que nos pasan para el cuarto y no habrá refugio posible cuando manejen todo el voto electrónico.

En una de esas los eucaliptos se multiplican, como se pueden multiplicar nuestros pulmones, nuestras cabezas y nuestros compañeros. Y dar pelea porque es posible, porque aunque seamos pocos o estemos tan divididos como el eucalipto mismo, en una de esas predomina la del tercer puente, la que nos daba refugio, y que nos llenaba de aire los pulmones, para todo el partido, para todo el campeonato.

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