En medio de fisuras internas y un creciente malestar de las bases, sectores de la central obrera, como el moyanismo, endurecen su postura de rechazo a la política económica del gobierno y dejan picando la posibilidad de un paro antes de las elecciones de octubre.

La movilización y acto de la CGT, junto a las dos CTA y movimientos sociales, fue contundente y amplificó en la calle el rechazo al programa económico que aplica y busca profundizar el gobierno nacional. La variopinta convocatoria, no exenta de incidentes, tuvo un tema en común: repudiar las políticas de ajuste que golpean a los trabajadores y seguirán golpeando con la reforma laboral que cocinan Cambiemos y el establishment empresarial para después de octubre.

La marcha mostró fisuras en la cúpula cegetista, ensalzadas por el macrismo. Con encuestas en la mano, la alianza PRO-UCR parece querer despegarse del “desprestigiado” sindicalismo y romper lanzas con sectores que van endureciendo sus posturas en el intento de frenar las políticas económicas antipopulares. La “resistencia al modelo” de la Corriente Federal de Trabajadores que lidera el bancario Sergio Palazzo, las dos CTA y los movimientos sociales empuja a la CGT a despabilarse y acompañar a sus representados en la protesta.

El sector de la CGT que responde a Hugo Moyano fue uno de los promotores de la marcha del martes pasado, en un intento de recuperar liderazgo después de su luna de miel con el macrismo. La histórica central obrera, comandada por un triunvirato, estuvo falta de reflejos ante la creciente ola de despidos, suspensiones y caída del poder adquisitivo de los salarios, jubilaciones y asignaciones desde que gobierna Cambiemos.

En el acto en Plaza de Mayo hubo un solo orador, Juan Carlos Schmid, secretario general de Dragado y Balizamiento, hombre cercano al líder camionero. Después de las Paso el moyanismo tuvo que salir a ratificar la movilización que los sectores denominados “los gordos” y los “independientes” habían puesto en duda. Estos mismos sectores no quieren saber nada con la idea de un paro antes de los comicios de octubre.

Se movilizaron alrededor de cien mil trabajadores de sindicatos enrolados en la CGT y la CTA, de distintos puntos del país. En su breve alocución, Schmid eligió como blanco al gobierno, rechazó cualquier intento de reforma laboral, pidió por la aparición con vida de Santiago Maldonado y anunció una reunión para el 25 de septiembre donde la CGT podría lanzar un plan de acción y convocar a un eventual paro general antes de las elecciones legislativas.

El presidente Mauricio Macri primero dijo que la marcha sindical y de los movimientos sociales había sido “una pérdida de tiempo”. Horas más tarde tomó una decisión que contradijo su intento de restarle importancia a la convocatoria, al echar a dos funcionarios del Ministerio de Trabajo de buen diálogo con la CGT, a quien el gobierno parece querer quitarle el manejo de los fondos de obras sociales como respuesta a la falta de subordinación.

Veremos si se trató de una jugada tribunera entendiendo que la disputa con ese sector del sindicalismo le dará algún rédito político en las urnas o si de verdad el acto frente a la Rosada del martes pasado puso al moyanismo como enemigo del gobierno. El gremio Camioneros no tuvo grandes problemas con los despidos, sus representados mantienen un promedio salarial alto, pero es evidente que puede más la camionada de conflictos sociolaborales que gana las calles.

Los trabajadores tienen motivos suficientes para estar enemistados con el gobierno y su programa económico. El intento de avanzar con una reforma laboral que avasalla derechos y conquistas eleva la tensión entre el sindicalismo y la Casa Rosada. La reforma flexibilizadora que agita el gobierno de Macri castiga a los trabajadores y también a pequeños y medianos empresarios. La baja de “costos laborales” no trae más competitividad o más rentabilidad empresaria. Si caen los ingresos de los trabajadores se contrae el consumo y disminuyen las ventas, se frena la producción y el empleo.

De todos modos, la flexibilización laboral amarilla ya se aplica por goteo. Basta repasar algunos casos en Rosario y la región de cierre de fábricas, despidos y suspensiones de trabajadores. El modelo macrista, que fuga capitales, da ganancias fabulosas a los bancos, alimenta la especulación financiera, atenta contra la industria nacional e invita a científicos e investigadores a emprender un carrito de venta de choripán, seguirá encontrando resistencia callejera.

La CGT se asocia al club de la pelea. Queda flotando el interrogante si la principal central obrera del país irá decididamente a fondo contra el neoliberalismo macrista o si buscará mantener, como vendía la vieja publicidad de los cigarrillos Jockey suaves, el equilibrio justo, en este caso, entre la protesta y la negociación.

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