El debut del nuevo Newell’s del Chocho Juan Manuel Llop –recibido con gran ovación en el parque Independencia– pudo ser letal si no hubiera aparecido en momentos claves el arquero Luciano Pocrnjic con notables atajadas. Y ni hablar de la torpeza que cometió el defensor colombiano Yeimar Pastor Gómez Andrade (ex Central) quien le hizo un claro penal al tenaz centrodelantero leproso Mauro Guevgeozian, en un momento en el que Unión dominaba el partido.

El primer tiempo de Newell`s fue para preocuparse de verdad. Un equipo casi sin juego, anodino y entumecido, tardó casi 40 minutos para generar un primer tiro al arco con cierto, digamos, riesgo.

Los hinchas no hacían más que murmurar y tomarse la cabeza luego de haber alentado como enloquecidos sin que ello generara reacción alguna en sus hombres dentro del campo de juego.

El dominio de Unión, que se plantó ordenado y era prolijo con el balón, se convertía en algo insoportable para los plateístas que hacían un esfuerzo por entusiasmarse hasta con un saque lateral a favor.

Desde las tribunas, más allá del constante aliento, comenzaban a crecer las reprobaciones: los mayores cuestionamientos los sufrieron Joel Amoroso y Juan Ignacio Sills. Cuando en el segundo tiempo fueron reemplazados recibieron rechiflas estruendosas desde los cuatros costados.

Ya en el segundo tiempo, con la misma tónica, los tatengues dirigidos por Leonardo Madelón llegaron con profundidad y a los 6 minutos Claudio Zabala, a puras fintas y amagues desparramó a cuatro defensores y al arquero, y cacheteó el balón al fondo de la red: fue un golazo como para ponerlo en un cuadro.

El Chocho Llop movió el banco y lanzó rápido a Brian Sarmiento a la cancha. El mediático volante se mostró fuera de forma pero aun así buscó y pidió la pelota, le dio circulación al balón y por primera vez en la noche Newell’s se acercaba cada vez más al área de Nereo Fernández, sin ideas claras pero con la fuerza del orgullo herido.

Cuando ese ímpetu parecía apagarse una torpeza cambió la historia. Pastor le había ganado durante toda la noche en los forcejeos al uruguayo de origen armenio Mauro Guevgeozian, pero en un centro lo sujetó con las manos en el área, y el árbitro no dudó en cobrar penal.

También fue mérito de la perseverancia del armenio que así lo entendió y tomó la pelota con las dos manos y le dijo “esta es mía” a Brian Sarmiento, quien tenía unas ganas locas de ejecutar desde los doce pasos. Con seguridad y a cara de perro, el uruguayo la tocó a un palo y la pelota se clavó en el fondo de la red. Y el Coloso se prendió fuego.

El pibe Torres había ingresado por Amoroso y con su habilidad y desparpajo comenzó a desbordar y generar peligro. El rugido de las tribunas impulsaba al once rojinegro a hacer la heroica y dar vuelta la historia. El antes desdibujado equipo ahora se animaba con toda la furia de su gente, mientras que los santafesinos se paralizaban. Se reavivaba una loca esperanza en los rojinegros, una esperanza que se fue marchitando con el paso de los minutos.

Y esa reacción es lo único que quedó como saldo positivo. Es lo que abrió una hendija en la oscuridad de lo que fue un pobre debut rojinegro.

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