El ex presidente de Brasil inició una caravana por nueve estados del nordeste. Recorrerá más de tres mil kilómetros y 28 ciudades. El PT se recompone y restablece lazos con el pueblo y los movimientos sociales. Hay afiliaciones masivas. Una movida histórica que los medios hegemónicos quieren ignorar.

El accionar de los poderes fácticos de Brasil es comparable, en muchos aspectos y más allá de las diferencias, con lo que sucede en la Argentina. La alianza entre grandes corporaciones, medios hegemónicos y parte de la Justicia, por ejemplo, permite establecer ciertas homologías a la hora de evaluar la correlación de fuerzas.

En Brasil, Michel Temer accedió al poder mediante un golpe de Estado para implementar la restauración conservadora. En la Argentina, en cambio, la derecha se dio un gustazo, y la restauración se produjo con más legitimidad y legalidad de origen: a través de elecciones democráticas. Las ganó Mauricio Macri, gracias a una enorme estafa electoral, prometiendo lo contrario de lo que haría, pero llegó al poder sin mediar un golpe de Estado.

En ambos países, los gobiernos están al servicio de las corporaciones, y avanzan en forma sistemática contra todos y cada uno de los derechos de la ciudadanía. Ajustes, recortes, quita de subsidios, represión y criminalización de la protesta social son marcas de ambas administraciones. Y la demonización de los gobiernos anteriores como cortina de humo para encubrir la quita de derechos.

Tanto en Brasil como en Argentina existe una concentración de medios que no puede hallarse en muchos otros países del mundo: O Globo y Clarín tienen un tamaño, un poder económico y simbólico inimaginables en otras latitudes. Marcan la agenda y las políticas de los gobiernos. Influyen en forma decisiva sobre la batalla cultural, la configuración del sentido común dominante y los estados de ánimo de la sociedad. Utilizan la mentira, la simulación, la tergiversación y la puesta en escena sin límites, sin escrúpulos.

Toda fuerza política que se oponga a la restauración conservadora, tanto en Brasil como en Argentina, tendrá a los monstruos mediáticos en contra. A esto hay que sumarle parte del Poder Judicial. Y los servicios de inteligencia. Son pesos pesados. La batalla es desigual, sucia, en el barro.

La derecha intenta tapar el sol con la mano

Lula salió de caravana para encontrarse con su pueblo, y desde hace casi quince días está literalmente sumergido en una multitud que lo ama y lo quiere de nuevo en la presidencia. Se está produciendo un hecho histórico, enorme, de gran significación social y política. Pero los grandes medios corporativos de Brasil y del mundo intentan taparlo.

“Lula por Brasil” o “La caravana de la esperanza” comenzó el 17 de agosto y va a terminar el 5 de septiembre. Recorrerá nueve estados del nordeste, los más pobres, los que fueron más beneficiados por las políticas de Lula. Allí el ex presidente tiene una intención de voto del 49 por ciento. La recorrida incluye Bahía, Sergipe, Alagoas, Pernambuco, Piauí, Paraíba, Rio Grande du Norte, Ceará, Maranhao. La región concentra el 25 por ciento de la población de Brasil. Lula visitará 28 ciudades y recorrerá más de tres mil kilómetros.

Las caravanas por el enorme país-continente no son nuevas para Lula. Las hizo en la década de 1980, y también entre 1993 y 1996, cuando recorrió más de 300 ciudades en las denominadas “Caravanas de la ciudadanía”. Según recuerda el líder: “Fue cuando más aprendí sobre el país”.

“La caravana de Lula, sin embargo, hace aflorar a la superficie el Brasil real escondido por los medios. Si alguien tenía dudas de las relaciones de Lula con el pueblo brasileño, puede ver en las escenas emocionantes de la caravana, imágenes explícitas y masivas de un amor plenamente correspondido entre Lula y el pueblo brasileño. Y no se trata solamente de escenas románticas, porque ellas tienen su raíz en las profundas trasformaciones de la vida de millones de personas, que quieren agradecer a Lula por ello, protegerlo de sus enemigos y mostrar toda su disposición de apoyarlo para que él vuelva a ser presidente de Brasil y dar continuidad a las transformaciones que tanto bien le han hecho a su vida”, describió Emir Sader en su nota publicada en la edición del miércoles 30 de agosto de Página 12, titulada “Lula es el PT y el PT es Lula”.

Sader analiza, además, que más allá de lo emotivo, la caravana se da en medio de una reconfiguración y una recuperación del Partido de los Trabajadores (PT), que había perdido contacto con la gente y los movimientos populares, y se había burocratizado.

“El PT tiene una nueva oportunidad de reconstruirse como partido, después de haber sufrido los más duros y continuados ataques en la historia política de Brasil. Puede recomponer y renovar sus filas”, analiza Sader.

No hay que olvidar, además, que bajo la presión de los medios hegemónicos y la derecha, en la última etapa de su gestión, Dilma debió hacer grandes concesiones al establishment económico, y esto dañó seriamente su relación con las bases, los movimientos sociales y el PT.

El retorno de Lula, según analiza Sader, estaría generando la posibilidad de recomponer esos lazos. De hecho, durante la caravana, son miles las nuevas afiliaciones que se producen en cada lugar por el que pasa Lula.

Por otra parte, la dirigencia del PT se está renovando y ya hubo un cambio de jefatura que implica que soplan nuevos aires. La joven senadora Gleisi Hoffmann es la nueva presidenta del partido.

El partido judicial es el enemigo a vencer

Todas las encuestas le dan ganador a Lula, por amplio margen. Su intención de voto no baja de un 30 por ciento. El segundo lugar lo ocupa un representante de la derecha más retrógrada, violenta y autoritaria: Jair Bolsonaro, el ex militar, diputado y miembro del Partido Social Cristiano que cuando juró como legislador lo hizo invocando el nombre de quien torturó a Dilma Rousseff. Pero Bolsonaro apenas supera el 10 por ciento de intención de voto.

El problema es que no se puede confirmar que Lula pueda ser candidato para las elecciones presidenciales de octubre de 2018. Todo depende de la Justicia.

El 12 de julio de 2017, Lula fue condenado en primera instancia a nueve años de prisión, por su presunta participación en actos de corrupción. El cierre de listas para los candidatos a presidente es en agosto de 2018. Si el Tribunal de alzada de Porto Alegre, que está analizando la condena, lo encuentra culpable y lo sentencia antes de agosto, no podrá ser candidato.

Es la Justicia la que tiene el as en la manga. La Justicia puede frenar a Lula. Es decir, la asociación entre los poderes fácticos, la pata mediática y la pata judicial puede frenar la abrumadora voluntad popular que quiere el retorno de Lula al poder.

Aniversario del golpe contra Dilma: un balance catastrófico

Dilma Rousseff fue acusada de aumentar, sin autorización del Congreso, los recursos destinados a los pequeños y medianos productores rurales. Algunos senadores mencionaron que cometió el “delito de populismo”. En ningún caso se la acusó de corrupción, pese a que más del 30 por ciento de los miembros de la Cámara alta estaba siendo investigado por casos de corrupción, o incluso procesados.

“Este golpe contra Dilma tiene una característica completamente diferente del de 1964, aquel estuvo vinculado a la Iglesia católica, éste tuvo una fuerte componente ligada a las iglesias evangélicas: Estamos hablando de grupos con lazos muy fuertes con iglesias norteamericanas y también con intereses de Israel. Y además hubo la colaboración del exterior para organizar a las clases medias a través de las redes sociales”, señaló a Página 12 el ex presidente de la Comisión de la Verdad en San Pablo, dedicada durante años a investigar el golpe de 1964 y las violaciones de los derechos humanos durante la dictadura, Adriano Diogo.

No es casual que la enorme mayoría del pueblo de Brasil quiera el retorno de Lula, pese a la embestida judicial y mediática que ha venido demonizándolo. Tras un año de gobierno golpista de Michel Temer, el pueblo sufre los rigores del ajuste neoliberal, la represión y la criminalización de la protesta social. Todo eso sumado a niveles de corrupción escandalosos.

La reforma laboral quitó de un plumazo todos los derechos laborales. Retrotrajo la situación de los trabajadores de Brasil al siglo XIX. La semana pasada se conoció además un amplio plan de privatizaciones que, literalmente, va a liquidar lo poco que queda en manos del Estado en Brasil: puertos, aeropuertos, líneas eléctricas y autopistas, entre otros activos.

El 23 de agosto el gobierno de Temer dio a conocer un amplio plan que pone a disposición del sector privado un total de 57 activos, con el objetivo de recaudar unos 14 mil millones de dólares. La Casa de la Moneda también forma parte del paquete, en el que también se ofrece el 49 por ciento de las acciones de la empresa Brasileña de Infraestrutura Aeroportuaria. Una receta conocida, cuyos efectos sobre las grandes mayorías son también conocidos.

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