Yo no sé, no. Pedro recordaba cuando el campito se recuperaba de las malezas, recordaba los yuyos, el fulbito, las canchas y los primeros equipos del barrio, donde él mismo jugaba. Y aparecía un mediocampo con un par de vagos que eran recuperadores de pelota, algo a lo que le dábamos mucha importancia. Era a principios de los 70, donde tanto en el barrio como en la primera división, el fútbol rosarino empezó a recuperar protagonismo. Y en Argentina había un sentimiento de recuperar la democracia. Para gran parte del pueblo era recuperar al General porque, a pesar de todo, a la vuelta de la esquina estaba el peronismo. Claro, la vuelta. Y eso para muchos era un hecho revolucionario.

Otros iban por más. Igual sumaban, a pesar de las contradicciones que pronto aparecían. Y tanto en el barrio como en gran parte de la Patria Grande, la utopía se hizo efectiva: fuimos en un momento artífices de nuestro propio destino. Pero duró lo que duró y pronto las dictaduras más despiadadas asolaron gran parte de la Patria Grande.

Después vinieron las democracias muy condicionadas. Luego los 90 y los 2000, con su final trágico. Y cuando pocos lo vieron, entre las malezas, reaparecieron Néstor y Cristina. Con ellos, el recupero de políticas públicas, del Estado, reivindicaciones que no alcanzaban para todo, pero entusiasmaban.

Hoy, Pedro me escribe mientras va rumbo a Pigüe al VI Encuentro Internacional de La Economía de los Trabajadores, donde el anfitrión Manteca Martínez nos espera con los brazos abiertos y donde el entusiasmo se agiganta, pensando que es una realidad que está a la vuelta de la esquina.

Es que ahí están los trabajadores recuperando su dignidad, su trabajo.

Sólo falta que aparezcan en el equipo grande, los recuperadores de pelota, esas pelotas que son el sueño de todos, los sueños que siempre tuvimos para combatir y para derrotar a esa pesadilla que es el liberalismo salvaje.

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