Trinidad, la abuela de Facundo Huala Jones, rescata la historia silenciada de una comunidad que no se entrega. Y resalta el compromiso de Santiago Maldonado.

“Estoy muy triste porque mi nieto Facundo fue otra vez detenido. Él no mató a nadie, no robó nada, ni cometió algún delito. Es un chico luchador que reclama tierras que son de nuestra comunidad”, dice Trinidad Huala, muy enojada y elevando la voz.

La mujer tiene 82 años y es la abuela de Facundo Jones Huala, el lonko mapuche de la Comunidad Pul Lof Resistencia Cushamen, detenido en Esquel por un largo proceso de extradición a Chile por luchar contra despojos y agresiones a su pueblo.

“Vivo en Esquel, pero me trajeron aquí porque estoy muy triste, no podía ni dormir”, explica. El relato memorioso de la abuela es un claro y simple testimonio sobre la vida y lucha de esa comunidad. Rodeada por nietas, nietos y bisnietas, que la escuchaban con respeto y cariño, nos recibió en la casa de su hija de Bariloche. Allí, la familia de Facundo demuestra su fortaleza y comparte su historia, la que es parte de su pueblo y también de nuestra identidad.

Trinidad cuenta: “Cuando voy a la cárcel a visitar a mi nieto Facundo, los guardias me hacen sacar hasta las medias para vigilarme, nunca nos respetaron. El es lonko de la comunidad por su compromiso y sabiduría”.

“Facundo nació en Bariloche y su padre, mi hijo, era muy buen jinete y por eso trabajó en carreras de caballo en Comodoro Rivadavia y luego en Buenos Aires”. Sobre su nieto, destaca: “Como todos los que vivieron en Cushamen, quiere recuperar esos campos, ellos saben cómo trabajar allá, criar animales, sembrar y vivir en el territorio de los ancestros”.

Relatos distintos

Emocionada, Trinidad también rememora con nostalgia los momentos que vivieron juntos, como cuando realizaban los caramucos (ceremonia ancestral mapuche). Ese relato de alguien tan cercano, no es el que difunden los medios hegemónicos que operan periodísticamente para manipular el tema y tapar la responsabilidad de la ministra Bullrich y la Gendarmería. Así, en su programa Cada mañana, Marcelo Longobardi indicó desde su panel en un estudio de televisión: “Jones Huala es un cacique tragicómico, ridículo y trotskista”.  

Trinidad también advierte sobre ese silencio en los medios masivos sobre su testimonio: “Cuando en Esquel me hicieron reportajes hablé y pregunté por qué lo metieron preso de nuevo si sólo reclama una tierra para sobrevivir y estar todos tranquilos y poder criar un hijo, un nieto y trabajar en el campo”. Agrega que el periodista escuchó, pero no pasaron nada en la televisión ni en los diarios.

La mujer sostiene que “tengo que devolver la palabra, por eso hablo el mapudungun, la lengua de los mapuches. En mi infancia se hablaba siempre y ahora los jóvenes vuelven a rescatarlo. Facundo sabe mucho de nuestra lengua y habla mejor que yo”.

Siempre trabajé esta tierra

“Nací en el campo, en Cushamen, donde crecí, me casé y nacieron mis doce hijos”, explica Trinidad. “A los meses de nacer me mandaron a la casa de una tía que podía criarme, vivía en el campo, en la reserva. Ella tenía una sola hija y podía vivir con ellos. Siempre me hablaba de mi madre y me decía que debía conocerla. Recién a los 40 años la conocí, cuando fui a vivir a Esquel”, agrega.

“Siempre trabajé en esa tierra. Cuando me casé, también hacia tejidos para vender y salía para lavar ropa y poder mantenernos. Mi marido trabajaba en una estancia, pero nos alcanzaba la plata. Luego lo echaron y trabajó como peón de campo y haciendo changas. Los chicos trabajaron también, desde los siete años, cuidando a los animales, hasta que un nevazón mató a esos animales”, cuenta.

“No teníamos nada para darle a los chicos –agrega–, ni un poco de leche o harina, andábamos en pata. No podíamos sembrar. En otros tiempos teníamos una quintita, pero luego quedamos muy pobres”.

Y advierte: “Antes, a los hombres había que respetarlos mucho, mi esposo era muy callado y al quedar sin el trabajo se amargó mucho y quedaba en silencio. Entonces le dije que saliera a trabajar y empezó a cortar adobe para hacer ladrillos”.

Trinidad relata que con lo que ganó “se fue a buscar trabajo y le dije que no me mandara plata que me arreglaría con los chicos. Ellos salían a correr liebres, con eso sobrevivíamos, los animales eran poquitos y no los debíamos comer. Hacían trampas para cazar pajaritos y con ellos nos alimentábamos. Mis parientes seguían reclamando por los territorios, pero para llegar a Esquel debíamos viajar casi tres días”.

A la escuela o a la cárcel

Al llegar a la edad de ir a la escuela, cuenta la mujer que “no podía mandarlos porque quedaba a tres leguas. El director de la escuela me envió una nota en la que me dijo que debía mandarlos o me llevarían presa”. “Pero no tenía caballo ni calzado y había que cruzar dos arroyos a pie en la cordillera. Igual me  preparé y salí temprano una mañana. Al llegar hablé con el director, ya me conocían porque había trabajado allí unos seis meses. Entonces me consiguieron una casita para ir a vivir a la comunidad”, explica Trinidad.

“Mi hijo más grande, que era puestero de una escuela, pidió un carro y una yunta de bueyes y cargamos lo poquito que nos quedaba. Los bueyes estaban flacos y al cruzar uno de los arroyos el carro se tumbó y llegamos todos mojados. Era septiembre y llegamos tarde, pero al otro día pudieron empezar la escuela”.

También cuenta que “a poco de estar en la comunidad, la cocinera de la escuela se enfermó y el director me preguntó si podía hacer ese trabajo, así que volví a la cocina y no volví más al campo”.

La escuela provincial 69 (antes Nacional 15) fue levantada en 1903, por la propia comunidad de Colonia Cushamen, y funcionó como albergue e internado. Se halla a 180 kilómetros de Esquel y a 200 de Bariloche. “Cuando se iba el maestro me dejaban a cargo de todo”, dice Trinidad.

Títulos precarios

Sobre el campo, la anciana cuenta que “los chicos iban a verlo, pero al poco tiempo me afanaron todo, desde algunos muebles hasta las pocas cabras que teníamos. De mi marido sólo sabía algo porque nos escribíamos a veces”.

“Con el tiempo, él consiguió trabajo y me mandó a llamar para trasladarme a Esquel. Para llegar, esperamos al tren carguero casi tres días en la estación”, recuerda.

Trinidad agrega que al irse no sabían “qué hacer con el campo. Yo no quería perderlo, pero lo vendimos a un vecino. Teníamos papeles pero de propiedad precaria, como los de la mayoría de la zona, por eso es tan difícil defender nuestra posesión y que los reconozcan como nuestros. Pero debe estar todo asentado en la Dirección de Tierra, es el territorio que me dejaron mis tíos, pero en esa época no sabía ni leer, firmaba poniendo el dedo”.

“Esa tierra que reclama Facundo fue primero de los ingleses y ahora está Benetton. Pero antes era campo abierto, todos los recorríamos a caballo”, recuerda. Eran las mismas que durante años fueron campo de invernada y pastoreo de ovejas y caballos de los caciques Nahuelquir y Sayhueque, entre otros.

Esteban Bullrich afirmaba el 16 de septiembre de 2016: “Esta es la nueva Campaña del Desierto, pero sin espadas y con educación”. No desconocía la historia, sólo deslizaba la política del gobierno nacional. Roca, financiado por los latifundistas, despobló mediante masacres a los originarios de la Patagonia para repartirla, unos 50 millones de hectáreas, entre las más poderosas familias. Luego, esas tierras fueron adquiridas por capitales británicos, incluyendo a los habitantes que quedaron y fueron transformados en explotados peones.

En esa historia también hay que recordar que en 1921 y 1922, el gobierno del radical Hipólito Yrigoyen envió al ejército nacional para defender los interés de los estancieros y fusilar a los huelguitas que reclamaban mejores condiciones de vida.

No es casualidad que muchos nombres del gabinete del presidente sean los mismos que impulsaron el saqueo y la muerte, Braun y los dirigentes de la Sociedad Rural, del linaje de Martínez de Hoz.

La Chispa que encendió Bayer

Entre diciembre de 1958 y abril de 1959, el historiador y periodista Osvaldo Bayer dirigió en Esquel el periódico La Chispa. Esa experiencia del autor de La Patagonia rebelde fue investigada y reflotada por el historiador Bruno Nápoli. En su trabajo, Nápoli registra uno de los títulos de aquella publicación: “Es necesario tratar cuanto antes el tema de las tierras de Cushamen”, el mismo territorio que hoy ocupa Benetton.

En La Chispa, indica Bayer: “Hace cerca de cuarenta años que el Estado entregó al jefe aborigen Rafael Nahuelquir un predio de 625 hectáreas en el lote 140 de la Colonia Cushamen, de acuerdo a la ley 1501 de 1899”. Se trataba de una reserva de 200 lotes de 625 hectáreas cada una”. Tras el desembarco de los ganaderos británicos y la venta de esos terrenos, durante el gobierno de Menem, pasaron a manos del latifundista Benetton.

Santiago y su compromiso

Allí en el sur se retoma hoy esa lucha, tras años de sometimiento. La memoria y dignidad de los ancianos como Trinidad, y la rebeldía de los jóvenes, comenzaron las recuperaciones de territorios saqueados. Esa causa, como indicó el werken que declaró en estos días en Esquel, Santiago Maldonado “se acercaba a la comunidad a hablar con nosotros. Era una persona muy consciente, una persona que todo el tiempo estaba discutiendo la presión que hoy estamos sufriendo como pobres. El compañero Santiago defendía lo que estamos planteando como mapuches”.

El joven referente de la comunidad de Cushamen remarcó: “Estamos totalmente empobrecidos como pueblo. Hay una persecución política ideológica a nuestro proyecto de vida, a nuestra propuesta política. Nosotros somos actores políticos, revolucionarios de la causa mapuche, y eso es lo que hoy se está persiguiendo”.

También señaló que “toda esa mala información y campaña feroz contra los mapuches, tiene dos sentidos: por un lado, quitarle interés a la búsqueda de Santiago Maldonado, y por el otro no prolongar más la ley 26160 que declara la emergencia en materia de posesión y propiedad de las tierras que tradicionalmente ocupan las comunidades, para regalar el territorio indígena a los capitales extranjeros o extranjerización de tierras”.

Fuente: El Eslabón.

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