Hay un voto desaparecido. Se trata de la voluntad política de Santiago Maldonado, un joven artesano, tatuador, radicado en El Bolsón, que entre otras definiciones había asumido un compromiso solidario con la lucha mapuche en Cushamen (Chubut). También hay otro voto desaparecido, que oprime como una pesadilla a los cráneos de la Alianza Cambiemos, como Jaime Durán Barba, Marcos Peña, Elisa Carrió o el presidente Mauricio Macri; se trata del miedo del gobierno nacional por el impacto que pueda tener en las urnas esa desaparición forzada, que se ha convertido en su peor fantasma.

Porque el macrismo no ha hecho otra cosa que intentar minimizar el “costo político” de esa desaparición ocurrida en el marco de una feroz represión de Gendarmería ordenada por el propio gobierno. No ha podido ocultar ese objetivo. Se desprende de cada una de sus acciones relacionadas con el caso, se hace visible desde el primero de sus movimientos al último: la vomitiva encuesta enviada a miles de hogares para “medir” cuánto puede “jugar” el tema de cara a los próximos comicios.

Sabe el gobierno que tendrá un costo a pesar del encubrimiento escandaloso que realizó la Casa Rosada desde un principio, y que tuvo como protagonista principal a la hoy escondida ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. A pesar del sembrado de hipótesis falsas y la estigmatización a los pueblos originarios, de los organismos de derechos humanos y la familia Maldonado, que llegó a sus extremos más miserables en boca de Elisa Carrió. Y a pesar de la complicidad de las grandes corporaciones de la comunicación y sus principales operadores que han convertido al periodismo en el más abyecto de los oficios, tal cual se quejó Sergio, el hermano de Santiago, en la conferencia de prensa brindada a horas del hallazgo del cuerpo en el río Chubut.

Como ocurrió con el intento de reinstaurar la derogada ley del 2×1 para los genocidas de la última dictadura cívico militar –salvando las importantes diferencias entre un hecho y el otro–, con la lucha generada alrededor de la familia Maldonado el gobierno de Mauricio Macri volvió a encontrarse con la profundidad de las raíces que ha echado en la cultura política nacional el movimiento de defensa de los derechos humanos; parido por Madres y Abuelas en plena faena genocida y desarrollado a lo largo de 40 años.

La Alianza Cambiemos también chocó contra los propios monstruos que produce el sueño de la razón oligárquica, antinacional y antipopular vernácula. Es que la desaparición forzada de Santiago Maldonado sintetiza todo lo que vino a realizar el macrismo, que llegó para reorientar las políticas de Estado en función de los intereses concentrados y el capital multinacional, un proyecto de primarización de la economía que implica ajuste en el “gasto social”, flexibilización laboral, despidos, endeudamiento, destrucción de la industria y el mercado nacional, que no puede sostenerse sin la fuerza de las armas.

No es casual que la desaparición de Santiago Maldonado haya ocurrido en el marco de una represión en defensa de empresarios como Benetton o Lewis. Apenas asumió Macri mostró los dientes, anunció un “protocolo antiprotesta” y dio rienda suelta a las fuerzas de seguridad para que metan palos, gases y balas a trabajadores que defienden sus puestos laborales, maestros que reclaman salarios y presupuesto para Educación o mapuches que demanda un pedazo de tierra donde vivir.

El modelo Macri, que no es otro que el proyecto neoliberal, promete profundizarse después de las elecciones. Por lo tanto se avizora más represión. Lograr que la causa de Santiago Maldonado no quede impune, no constituirá sólo un hecho de Justicia, también será un límite para esta derecha “nueva” y “moderna” surgida de las urnas.

Pero ese límite no puede surgir de otro lado que del propio pueblo, más precisamente de las mayorías sociales afectadas por las políticas del macrismo. Por eso mientras se termina de editar la edición de El Eslabón, los trabajadores y trabajadoras que hacemos este semanario nos preparamos para ir a la ronda de las Madres, quienes nos convocan a resistir a “la revolución de la tristeza”, dar una abrazo simbólico a la familia Maldonado y “defender la vida”. Y por eso, atentos y atentas a las elecciones del domingo, nos preparamos para votar en contra de este proyecto de muerte.

Fuente: El Eslabón

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