El creador de los dibujos que llevan tatuados millones de ricoteros y ricoteras, repasó la cocina del arte de los Redonditos de Ricota, antes de la visita que tenía programada en Rosario.

Se podría afirmar, sin temor a exagerar, que la imagen del esclavo con las rotas cadenas, en blanco sobre fondo negro, está –a nivel nacional– a la altura de la lengua de los Rolling, que no es obra de Andy Warhol, como se divulgó durante años, sino del diseñador inglés John Pascher. Así como el logotipo de la banda de Jagger, Richards y compañía se multiplicó hasta el hartazgo a lo largo y ancho del planeta, la creación más famosa de Ricardo Mono Cohen, artísticamente más conocido como Rocambole, se hizo carne en la masa ricotera y pasó a poblar paredes, trapos, remeras y pieles, muchas pieles.

—¿Cuántas veces en tu vida se te acercó alguien para mostrarte un dibujo tuyo que llevaba tatuado?

—Uh, la verdad que son incontables, es una cosa que me sorprende cada vez más. Es increíble lo que pasó con esa imagen y yo nunca pensé que se fuera a difundir así, de esa manera. Incluso como me mandan fotografías de los lugares donde aparece, las empecé a coleccionar y son muchísimas. Hay por supuesto de banderas, tatuajes, ropa, almohadas y carcasas para relojes, pero también algunas desopilantes, como por ejemplo una de un huevo de pascua hecho con esa imagen.

—¿Cómo nació, en qué te inspiraste?

—Lo que pasó con ese dibujo es que, en realidad, no fue hecho para la tapa del segundo disco de los Redondos, Oktubre, sino que fue hecha para un aviso que tenia que salir en el diario por una serie de actuaciones que iban a dar en el Club Obras Sanitarias de Buenos Aires. Y se hizo con muy poco tiempo. Compramos en un kiosko una cartulina negra, un corrector blanco, tipo Liquid Paper, algunos marcadores, recortamos letras de otros avisos del diario y armamos el aviso. Armar eso nos llevó no más de media hora y salió lo que salió. Y de repente, empezamos a ver que ese dibujo la gente lo reproducía.

—¿Te cuesta despegarte de los Redondos?

—No, para nada, al contrario. Celebro la oportunidad de haber conocido amigos tan talentosos y que se transformaron en un fenómeno sociocultural, como lo fue toda la historia de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. De todas maneras, yo trabajo en muchos otros rubros que tienen que ver a veces con la música, y otras no. Trabajo en diseño, como puede ser la portada de discos de algunos otros amigos, o logotipos, como el que hice para el festival de Cosquín Rock. Pero indudablemente la parte que tuvo que ver con los Redondos es la que la gente reclama y quieren ver los originales. Y a mí no me cuesta nada mostrarlos, que la gente pueda ver como fue la cocina de determinada imagen.

—¿Cómo terminó la historia de Luzbelito, aquella cabeza que te robaron?

—Ese busto, que era una pequeña escultura de más o menos cuarenta centímetros de alto, yo lo exhibía en el Museo Municipal de La Plata y cuando fui a levantar la muestra me avisan que faltaba. Difícil era de robar, porque pesaba sus buenos 6 o 7 kilos, pero estuvo desaparecida durante unos 9 años hasta que un buen día me llaman diciendo que la policía había allanado un lugar, que se suponía era una cueva de reducidores, de ladrones, y que alguno de los policías había reconocido la obra, y me la devolvieron. Calculo que el agente sería ricotero (risas).

—Si tuvieras que elegir una tapa de las que hiciste para los Redondos, ¿cuál sería?

—En cada uno de esos trabajos he puesto todo lo que podía para la resolución, pero tengo que mencionar la tapa de Oktubre porque fue la que más repercusión tuvo.

—¿Y la historia del arte de Un baión para el ojo idiota?

—Ese personaje de la muñeca lo tomé prestado, o más bien se lo robé a mi hija, que tenía alrededor de seis o siete años y le gustaba sacarle fotos a sus muñecas que previamente disfrazaba. Un día encontré una de esas fotos y me la llevé porque era el personaje que me hacía falta para la tapa del disco. Ese fue el inicio de empezar a trabajar con una producción más o menos buena. Poder imprimir la tapa en una imprenta, porque hasta entonces las habíamos hecho a mano, cortando cartulinas, estampando en serigrafía, se pegaban y se metían adentro todo a mano. Luzbelito fue también una tapa emblemática, porque no era un estándar de tapa para CD, que era la cajita de plástico, era un pequeño álbum a la manera de los álbumes de fotografía antiguos. Y tengo que recordar a Último bondi a Finisterre, porque fue una de las tapas que más trabajo me dio, porque teníamos que resolver junto con la gente que las imprimía, todo este formato que no era para nada común.

—¿Qué te trae por Rosario?

—Estoy un poco yendo por todas las rutas de la Argentina, como dice el tema, presentando unos libros. De regreso a Oktubre, lo que quedó en el tintero; y Arte, diseño y contracultura: un cruce significativo, que fue impulsado por el Instituto Nacional de la Música (Inamu) y que contiene trabajos de todas las épocas en los cuales yo he estado involucrado y además muchos bocetos y textos que han hecho algunos amigos como Miguel Rep, Miguel Cantilo y Miguel Grinberg, entre otros.

DUELO. La visita de Rocambole a Rosario, organizada por el Inamu, se canceló el jueves pasado por el duelo decretado por la Municipalidad, debido al fallecimiento de cinco rosarinos en el atentado en Nueva York, por lo que dicha actividad estaba siendo reprogramada.

Fuente: El Eslabón.

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