Datos de la realidad. La CGT nacional, como ocurrió primero con las regionales de la mayoría de las provincias, rechazó el jueves pasado el proyecto de flexibilización laboral impulsado por el gobierno argentino. Dos ministros del gabinete de Mauricio Macri, como el propio presidente en los “Papeles de Panamá”, fueron escrachados esta semana con cuentas fantasmas en guaridas fiscales, en el marco de una nueva filtración de datos sobre paraísos financieros, donde fugan su dinero los millonarios del planeta para evadir impuestos y esconder el origen de esos fondos. Estos hechos son el punto de partida de la agenda que se aborda en El Eslabón y Redacción Rosario.

Cuadro de situación. Los hechos señalados, deben inscribirse en el contexto de la embestida lanzada por la Casa Rosada tras su salida airosa de las elecciones de medio término, que consta de una estrategia que se divide en dos grandes frentes. Por un lado, promueve el ajuste a medida del FMI y los grandes grupos con las “reformas” laboral y jubilatorias como eje. Por el otro, va por el aniquilamiento de la capacidad de resistencia al modelo a través de la estigmatización mediática y persecución judicial a los dirigentes políticos, gremiales y sociales opositores. Para esto, requiere dominar el único bastión de la esfera del Estado que no maneja a su antojo: el Ministerio Público Fiscal. Este último escenario de batalla le procura además la garantía de impunidad para evitar que la “campaña contra la corrupción” se termine ahí donde el señalado sea un aliado o un converso. Sobre esta línea de análisis se trabajó, se continúa y se seguirá laburando en este medio.

Parte de la religión. En las antípodas de aquel versículo de San Marcos que aprendimos algunos de niños, que enseñaba que “es más fácil que un camello tome mate en chancletas sentado en una reposera –tipo playa Bristol de Mar del Plata– en Nordelta, a que un rico llegue con su código de moral ético y estético al reino de los cielos”; el verso de Macri, el Evangelio según Mauricio, sólo ofrece un futuro infernal para los trabajadores, mientras que los únicos habilitados para disfrutar del paraíso (fiscal) son los mercaderes del templo.

La palabra oficial, la visión del mundo de la generación newman del stablishment, una suerte de actualización doctrinaria supuestamente “cool” de la vetusta cosmogonía neoliberal, es profetizada por el poderoso dispositivo que aportan las grandes corporaciones de la comunicación. Su fortaleza moral, como la de la cirujana cheta, se sostiene porque la Justicia está –desde siempre– colonizada por el mismo vector de poder que detenta el control del grandes medios y que colocó a sus Ceos en La Casa Rosada. El código (de ética) penal, en manos de tipos como el juez de la servilleta Claudio Bonadío, define quién es corrupto y quién no, quién va preso y quién no.

Así, como esa Micky Vainilla, pero posta, real –que se piensa superior a los grasas que toman mate en la piscina y le afean su paisaje– cree que en la era Cambiemos está legitimada para balbucear su zanata de estética visual nazi, también alentados por los códigos de época los empresarios macristas no esperan ni siquiera a que se presente en el Congreso el proyecto de flexibilización laboral impulsado por el gobierno, y ajustan con prisa y sin pausa. Los 21 trabajadores que quedaban en Ferro Baires La Pampa, los 100 de la agencia DYN (del rentable y exitoso grupo Clarín), los 18 de la Serenísima de La Varillas, o los 65 de Unilever Gobernador Gálvez, todos despedidos en los últimos días, son claros ejemplos de estos nuevos tiempos, mucho más dolorosos que los dichos de la tilinga de Nordelta, pero menos viralizables.

La depresión colectiva, la frustración de las franjas militantes, la idea de que no hay futuro ni resistencia posible, que todo está perdido y que el triunfo de esta nueva fase neoliberal es imparable, es otro de los objetivos del régimen. Un mensaje de WhastApp, que circuló esta semana, aseguraba con ese tono algo más o menos así en referencia a un presunto acuerdo entre el gobierno y la dirigencia obrera para aniquilar las conquistas laborales. En este semanario desplegamos información que dice lo contrario.

No es que haya que desechar las redes sociales digitales, ni mucho menos. Pero no dejemos de estar comunicados por este medio, donde los hechos que se dan, se analizan y sobre los que se opina, tienen fuentes, voces y documentos que los sostienen.

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