La columnas de La Capital pertenecen al Grupo América, antes conocido como UNO, que lideran los empresarios mendocinos Daniel Vila y José Luis Manzano. De Lagos, nada, es un desierto el directorio del Decano de la Prensa Argentina que el pasado 15 de noviembre cumplió su siglo y medio. Pero a pesar de la buena onda, los festejos y el cuento de hadas con el que los CEOs del multimedio relatan su historia, que se pudo leer largo y tendido en las páginas del diario, la partida de los últimos representantes de la familia fundadora del matutino local, y la llegada de sus actuales titulares dos décadas atrás, no fue para nada pacífica, mal que le pese a los hoy mentores del “cierre de la grieta”. “Estamos dolidos por este tipo de celebraciones, como la mayoría de los ciudadanos rosarinos que conocen el verdadero origen de este proyecto periodístico”, confesó un descendiente de don Ovidio, padre de la criatura que por estos días sopla 150 velitas.

Cerrame esta grieta

El hombre, si bien ya no corta ni pincha en el edificio de calle Sarmiento donde supo jugar de niño, prefiere guardar su nombre, y sobre todo su apellido, en el anonimato. “Nosotros, la familia, podemos dar cuenta de los primeros 130 años de La Capital, los últimos 20 son otra historia”, refirió el descendiente directo de Ovidio Lagos, quien dio vida al Decano en 1867, instado por su, en ese momento, referente político Justo José de Urquiza. El periodismo militante, que no es un invento de “los K”, llevó al fundador del diario a jugarse por la propuesta del urquicismo de dar batalla para que el centro político nacional se construya en Rosario, de ahí el nombre de La Capital. Tras un siglo y medio de recorrido, los tátara nietos del iniciador del proyecto son ninguneados en los megafestejos en los que son agasajados los popes del multimedios Vila y Manzano y, en menor medida, el también accionista Orlando Vignatti.

En la fiesta para la plebe con los empleados, en el festejo vip con vinos por encima de los 1700 pesos la botella, en los homenajes en el Senado de la Nación, en la Municipalidad o en el Concejo, la familia Lagos fue ninguneada y quedó afuera de la alfombra roja y las selfies. Es que su desplazamiento de La Capital, ante el arribo de sus actuales dueños, terminó con escándalo y una guerra judicial que derivó hacia otros terrenos para los que aquellos hombres de la aristocracia rosarina no estuvieron preparados.

En sus 150 años de historia, que no se podrán desplegar aquí, La Capital y la “familia fundadora” supieron atravesar numerosas crisis y procesos políticos: del período pos batalla de Pavón hasta entrado el 1900, en un lugar más bien incómodo ante el poder central; luego siempre alineadas al estatus quo con el excepcional caso de la peronista –y rara avis– Nora Lagos, directora, entre 1953 y 1955, de la única etapa nacypop del diario.

Pero la década del noventa, con el alto nivel de concentración y despliegue de los monopolios comprando todo por un lado; y con jugadores que habían crecido “robando para la corona” bajo el ala del menemismo, como Manzano –que encima tenían de aliados a multinacionales del estilo del anticastrista Jorge Mas Canosa–, sumado a otros factores, la familia Lagos naufragó hacia la venta del 75 por ciento de la joya del abuelo en 1997 y la pérdida total del negocio después, sobre el filo del nuevo siglo.

A la ya compleja llegada de los mendocinos a fines de los noventa, se sumó un nuevo integrante a principios de 2000. Con un pasado de tonalidad tan claroscura como la de sus flamantes socios, Orlando Vignatti arribó al Multimedios La Capital con un acuerdo que incluía el aporte del diario El Ciudadano, El diario Nueva Hora (de Entre Ríos) y las radios LT8, FM 99.5, LT 39, LT 41, FM 90.1, LT 15 y FM 89.3. Vignatti ponía además –según crónica de la época de Irina Hauser en Página 12–, 4.500.000 dólares a cambio del 25 por ciento de las acciones.

En ese entonces, Manzano y Vila compartían un fideicomiso con Lagos, aunque tenían el dominio político del grupo. Poseían el diario La Capital, parte de las radios LT3, 100.9 y otra FM. “El Grupo Vila, que integra (además de Vila y Manzano) Jorge Mas Canosa (h.), es conocido por editar el diario Uno de Mendoza, contar con 36 operadores de cable y varias otras radios”, refería Hauser en aquel artículo en el que se daba cuenta de cómo había comenzado tempranamente la batalla por el control total del negocio, que terminaría con el desplazamiento de la familia fundadora.

Por esos días fue el principio del fin para los herederos del viejo Ovidio. Una guerra descarnada comenzó en los tribunales rosarinos. Carlos María Lagos fue la punta de lanza de la escudería familiar. El “Bocha”, como se lo conocía, radicó una demanda penal contra Vila y Manzano por falta de pagos de la venta inicial del medio y por administración fraudulenta, que recayó en manos del prestigioso –y también ya fallecido– juez Carlos Triglia, único magistrado en ese momento con la valentía y la espalda para lanzarse a la aventura de investigar a los poderosos mendocinos.

Desplazamiento o “huida”

El desenlace ya fue contado años atrás en estas páginas. El abogado de Lagos, Ricardo Silberstein, hoy ministro de Justicia de Santa Fe, fue víctima de escuchas ilegales y varias tapas de La Capital que lo pusieron contra las cuerdas. Al juez Triglia lo corrieron del expediente con una cámara oculta armada con un oscuro ex empleado del Pami que supuestamente pedía coimas a hombres de Vila y Manzano en nombre del magistrado.

El juez Triglia aseguró haber recopilado documentos suficientes para demostrar el vaciamiento de la empresa mediante préstamos presuntamente fraudulentos de La Capital al Grupo UNO de Manzano-Vila, y se disponía a dictar procesamientos, cuando de pronto le aparece en Buenos Aires una causa penal por coimas, con videos ilegales como prueba.

Un amigo de Triglia, el juez Carlos Carbone, se refirió al episodio que sufrió su colega con un relato publicado por el periodista Luis Balaguer (autor, junto a Marcelo Zlotogwiazda, del libro “Citibank vs. Argentina”, donde se cuentan aventuras de Vila, Manzano y el banquero Raúl Moneta). “Triglia había indagado a dos directores de un medio local, uno otrora funcionario del gobierno nacional de turno, donde sufrió la traición de algunos abogados a quienes confió que los procesaría, uno amigo y ex empleado”, indicó Carbone. Y continuó: “Luego aparece una denuncia radicada en Buenos Aires donde habrían filmado a una tercera persona que reclamaba una suma de dinero en su nombre para no procesarlos. Ante eso pretendieron apartarlo de la causa y lo lograron. La causa varió de rumbo y resultado. Una vieja y efectiva maniobra que esta gente ha implementado en otra provincia y con éxito”.

El campo de batalla no fue sólo judicial y político. Dueños del control del diario, los mendocinos utilizaron el medio para atacar a su oponente en el directorio. Por ejemplo, en la edición del 6 junio de 2001, La Capital publicaba: “Es grave que Carlos María Lagos pretenda utilizar el fuero penal para dirimir cuestiones que sólo corresponden a la Justicia civil y comercial, o en su caso a los tribunales arbitrales”. Y seguía: “Pero habiendo el magistrado interviniente decretado el secreto del sumario en la denuncia efectuada por Lagos es más grave todavía que el denunciante corra hacia todos los medios vinculados al monopolio Clarín para la pública difusión de su infundada denuncia. Vano intento para tratar de someter a quienes, honestamente, pretenden tener la razón”.

En ese mismo ejemplar se contaba la siguiente anécdota, bajo el título, “La huida”. “Para el último jueves estaba convocada una reunión del Directorio de La Capital. Alrededor de las 15, Carlos María Lagos llegó con un abogado y un escribano, ingresó al diario, se quedó un momento frente al ascensor y en lugar de subirse se retiró, instalándose como otras veces en el bar de enfrente. Cuando fue invitado para comenzar la reunión, conocedor de la investigación que tenía encima (investigación interna del directorio abierta a instancias de Vila y Manzano), no dudó en alejarse rápidamente. Los mozos de Paco Tío cuentan que atropelló a una mujer a su paso y relatan lo cómico que fue verlo escapar por la tienda C&A esquivando polleras y vestidos. Dicen que lo único que quedó intacto fue el Chivas Regal que tenía servido, aunque en realidad ya era su segundo vaso”.

La batalla de los trabajadores

Otro capítulo de la historia que no se contará hoy en esta nota –y que es “olvidado” por Vila y Manzano cuando repasan la historia de grandeza del Decano–, y de la que se ha dado cuenta a lo largo de los modestos 18 años de vida de El Eslabón, es el referido a la pelea de los trabajadores y trabajadoras de prensa del ex Grupo UNO. Si no ha sido poca para los empleados de La Capital o los que fichan en LT8, FM del Siglo y La Red, por nombrar medios que en la actualidad forman parte del ahora denominado Grupo América, qué hablar del diario El Ciudadano o LT3, hoy desvinculados del multimedios aunque hasta ahí nomás.

El Ciudadano, con peloteos e idas y vueltas entre Vignatti, el Grupo UNO y hasta el ex presidente de Newell’s, Eduardo López, si no dejó de salir fue gracias al acompañamiento del Sindicato de Prensa de Rosario pero especialmente al coraje y persistencia de sus trabajadores, que hoy continúan el proyecto en forma autogestionada. El hecho de que se siga imprimiendo en los talleres de La Capital, es una muestra de que en el Decano saben hacia dónde llevarían su bronca esos trabajadores y trabajadoras en el caso de que hiciera falta.

Otro tanto ocurre con los laburantes de LT3, que del Grupo Uno pasó a manos de Guillermo y Fernando Whpei, hoy en retirada de su incursión por los medios. Con sueldos adeudados y faltas en el cumplimiento de sus derechos laborales desde mediados de año (al cierre de este artículo asomaba una luz en el conflicto laboral), los empleados de la radio no se olvidan cómo arrancó todo. El alquiler de la sede de la radio a los Lagos no se los permite.

Fuente: El Eslabón

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