Improvisados marinos guaraníes, negros y gauchos, frenaron en furibundos abordajes a los buques porteños que incendiaron Rosario en 1819. La historia los ningunea, el eslabón no.

“Atacamos fulminantemente, arrojando sin asco metralla a quemarropa. Juntamos la banda del lanchón contra la del falucho, largamos los ganchos y ahí sí le subimos como arañas por estribor, indios y gauchos a los gritos, sonando los cuernos y las trompetas a lo loco. ¡Sí, aquello era una verdadera locura! Luego les metimos carabina, y entramos a los sablazos cuerpo a cuerpo. ¡Aquello era un baño de sangre!”, indica en Los corsarios de Artigas, Agustín Berraza (1902- 1998).

La historia santafesina recuerda poco y nada de aquella aguerrida flota de guaraníes y guaycurúes, negros liberados y gauchos artigueños que enfrentaron –sin angustias– al centralismo porteño. Esgrimiendo antiguas y salvajes estrategias de piratas y montoneras, en barcos, canoas, chalupas o a caballo, se lanzaban a la lucha cuerpo a cuerpo, armados con lanzas, hachas y facones, ante las naves del Directorio.

Pero en Rosario se olvida –y con mucho empeño– parte de ese pasado. El 29 enero de 1819, en medio de las guerras entre el centralismo porteño y los federales litoraleños, el general Juan Ramón González Balcarce (1773-1836) incendió la villa de Rosario. Sólo se salvó la capilla en la que hoy se erige la Catedral. Sin embargo, por eso de la falsificación de la historia que denunciaba don Arturo, una calle rosarina aún lleva el nombre de Balcarce (entre Oroño y Moreno, para ser más precisos). En tanto, quienes defendieron y corrieron a la tropa porteña, fueron ocultados. Aunque algunos memoriosos suelen nombrar al Comandante General de Misiones (1818): el montonero guaraní Andrés Guacurarí, y a Pedro Campbell, jefe de la flota artiguista que surcó los ríos Paraná y  Uruguay. Ambos fueron valerosos guardianes del proyecto de los Pueblos Libres y de los pocos que no traicionaron nunca a José Artigas.

“Conquista, despoblación y exterminio”

El mismísimo Bartolomé Mitre admitió que las instrucciones dadas por el Directorio a Balcarce, cuando en 1819 marchó a Santa Fe con tropas para sofocar la rebelión federalista, fueron “un plan de conquista, de despoblación y de exterminio”. Pero también admite Mitre que Campbell “era el inventor de una nueva táctica de combate, que consistía en que la infantería montada y armada de fusil con bayoneta cargaba a gran galope, como caballería, se dispersaba en guerrillas del mismo modo, echaba pie a tierra por parejas o grupos, cuidando uno de los caballos, y rompía el fuego dentro del tiro de fusil”. Y agregaba que “en caso de avance, se reconcentraba y cargaba a pie o a caballo, según obrase como infantería o caballería, y en caso de retirada, saltaba rápidamente sobre sus caballos y se ponía fuera del alcance de su enemigo. Esta operación era protegida por escuadrones de verdadera caballería que servían de reserva”.

Banderas de Artigas y Andresito

Sobre esa desacatada flota litoraleña y cobriza, un parte del jefe naval del Directorio, Abel Angel Hubac, registra la presencia de buques correntinos en Cayastá, y la aparición en la laguna de Santa Fe de varios buques y lanchones “que entraron haciendo salvas de cinco cañonazos, con grandes banderas y gallardetes: unos traían la bandera de Artigas, otros la de Andresito”, (Archivo General de la Nación, en oficio al Comandante General de Marina, Coronel Matías de Irigoyen, del 23-1-1819).

La presencia en Santa Fe de las fuerzas de Andrés Guacurarí, se produce luego de que, en 1815, el tape ahijado de Artigas designa a Campbell como Comandante General de la Marina de la Liga Federal. El marino recauchutó naves como Carmen, la Correntina, el Artigas, el Oriental y la Victoria; y desde Corrientes rastrillaba el Paraná para frenar a los buques que aprovisionaban a Buenos Aires, desde Paraguay.

“Experiencia en la carniada”

Sobre esa negrada comandada por el colorado, artiguista y acorrentinado Campbell, el comerciante, financista y escritor británico John Parish reproduce en sus informes: “¡Y pa’ pior, facones y sables desafilados, oxidados! Suerte que tenemos experiencia en la carniada que si no ¡largábamos el cuajo! Recuerdo mis tiempos de curtidor, allá en lo de Fernández Blanco, y estoy ducho en el manejo del facón. Refalábamos por la sangre desparramada en la cubierta. Los paraguayos eran bravos, pero finalmente los reducimos y nos quedamos con las armas y el resto del botín”.

Lanchones y canoas

Luego, a mediados de 1818, Campbell recibe la orden de José Artigas de ir en ayuda del brigadier general Estanislao López, gobernador de Santa Fe, amenazado por el Ejército de Observación de Buenos Aires al mando del general Juan Ramón Balcarce. Las fuerzas del marino irlandés redondeaban un total de 200 hombres, además de pequeñas embarcaciones, lanchas y canoas.

El 6 de diciembre de 1818, los de Campbell sorprenden a los buques del capitán francés Ángel Hubac, quien bloqueaba el puerto de Santa Fe. La escuadra porteña se retira aguas abajo. Balcarce, tras ataques de Estanislao López, baja a Rosario y tras incendiarla se embarca hacia Buenos Aires el 29 de enero de 1819. En febrero de ese año, Balcarce llega a San Nicolás, pero el 5 de febrero lo enfrentan las tropas federales, con la flota de Campbell, y retoma el camino a Buenos Aires.

En tanto, el colorado irlandés, el marino de tierra y agua, comandó tropas terrestres junto al Brigadier Pancho Ramírez y, con la caballería correntina, fue de peso en la victoria federal de Cepeda, el 1° de febrero de 1820. Fue siempre fiel a Artigas, y cuando Ramírez traiciona al oriental, lo sigue al norte, ya con su flota destrozada. Se refugió en Paraguay y finalmente volvió a su oficio en la curtiembre. Tras fallecer en 1832, recién en 1961 sus restos se repatriaron a Uruguay. Están en el panteón de la Armada de ese país, y lo recuerdan como fundador de la armada uruguaya.

Por otra parte, no está documentado cómo y dónde murió Andrés Guacurarí, tras ser apresado por tropas portuguesas y encarcelado en Brasil (1819). Obstinados investigadores siguen aún la pista. Y lentamente crece el otro relato, que al ser divulgado forja la conciencia regional, y retoma ese proyecto artiguista, aún inconcluso, pero no vencido.

El próximo miércoles 30 de noviembre se cumplen 239 años del nacimiento de Andresito (1778). El montonero guaraní, fue ascendido al grado de General de la Nación Argentina el 2 de julio de 2014, por decreto de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Además, también en memoria de Andresito, en diciembre de 2014 el Congreso de la Nación sancionó a la fecha como “Día Nacional del Mate”.

La memoria regional

Aquel desafío libertario chocaba con intereses del centralismo autoritario, que desde Buenos Aires sólo beneficiaba a la oligarquía porteña, subordinada al poder imperialista europeo. El levantamiento popular de tierra adentro, que convocaba a gauchos y originarios, negros y criollos, excluidos y explotados, fue desangrado con las armas de los poderosos. Sin embargo, nunca pudieron hacer desaparecer esa beligerante identidad territorial.

Esa historia, aún oculta por los inventores del pasado, se rebela y reaparece. La tierra colorada, de sangre no entregada, levanta polvaredas por la vigencia de auqel proyecto de los Pueblos Libres. La historia inventada oculta la memoria de esos guerreros cobrizos que asaltaban a los porteños cayéndoles al abordaje, entre el griterío y la sorpresa, espantando a machetazos el espanto. El aporte generoso de esas desenfrenadas avalanchas, rudimentarios hijos de la tierra limpiaban a la marinería porteña, paraguaya o portuguesa que invadían al territorio de los Pueblos Libres.

La huella regional, tapada por mucho tiempo, fue manipulada, como el significado de la batalla de Mbororé, cuando el 11 de marzo de 1641, guaraníes de las misiones jesuíticas derrotaron en el cerro Mbororé, hoy Panambí, en  Misiones, a los bandeirantes esclavistas, exploradores y mercenarios europeos enviados por Portugal.

El paso de aquella disparatada flota de Andresito y Artigas, reaparece también en la memoria santafesina. Julio César Rondina, presidente del Instituto Artiguista de Santa Fe, señala que “Santa Fe llegó a ser provincia gracias al artiguismo. Éramos una delegación administrativa de Buenos Aires, el poder porteño no quería desprenderse de la región para no perder el cobro de rentas aduaneras de los productos que entraban y salían por el río Paraná”.

La batalla cultural reclama retomar esta identidad y esa rebelde lucha del rebelde Andresito. Es hora de bajar de las escuelas los cuadros de próceres que justifican el proyecto de saqueo y exclusión. La región retoma el relato de su identidad. Como indica el historiador misionero Oscar Daniel Cantero: “El pueblo tiene derecho a la historia, a su identidad”.

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Un comentario

  1. adhemar

    30/11/2017 en 16:04

    La historia de la lucha para liberar el camino empalizado por el imperio con sus cipayos y contrabandistas del imperio, es ardua y sangrienta con deformacion de informacion, pero no, cederá, ni sera vencida.

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