Yo no sé, no. Pedro el otro día se acordaba que cuando estábamos terminando la primaria, fuimos a Buenos Aires. Ese fue el primer viaje solos. En realidad, el primero fue a Santa Fe, pero ida y vuelta en el día. Este era a Buenos Aires y nos apasionaba la idea de viajar. Pensaba en el avión y le tenía un poco de miedo, pero no importaba. Porque iba con los pibes, y con ellos estaba todo bien. Hacía poco habíamos ido a jugar un partido a la cancha de Puente Gallego, y como no teníamos para el bondi y era todo un viaje porque éramos todos pibitos, le sacábamos de contrabando un carro, con la Morocha –que era la yegua–, al viejo de un amigo. Y fue todo un viaje, una aventura haber ido en carro hasta allá para jugar un partido. Era como irse a Córdoba.

Igual, la idea de viajar siempre estaba en la cabeza de uno, y sobre todo en avión. Le teníamos cierto miedito, como decía Pedro, porque unos años antes, en un viaje de cadetes de la Fuerza Aérea hubo una tragedia cerca de Costa Rica. Y el primo de Pedro se salvó por un pelito, porque antes de eso, entre azules y colorados bombardearon la escuela donde estaba él, en Córdoba, y por eso no pasó los exámenes psíquicos para seguir estudiando. Y cuando se recuperó ya era tarde y el viaje no lo hizo, así que se salvó.

Central está en la Libertadores y estaría bueno ir a cualquier lado, en avión, porque seguro va a ser lejos. Y estando ahí, con los nuestros, con los sueños, con los trapos, no tendríamos miedo.

En esos tiempos, en el primer mundo había viajes colectivos, como el Mayo Francés, cuando la juventud se enroló en esos nuevos sueños. Y acá, la dictadura tenía que retroceder y aceptar que tenía que venir de viaje una democracia más participativa. Y tenía que venir el General de ese largo viaje del Primer Mundo, o del Viejo Continente, donde estaba atrapado. Y con él, el sueño de mucha gente.

Muchos empezaron a viajar a Mar del Plata, a Córdoba, al norte. Al sur no tanto, porque era caro, como hasta ahora. Pero el hecho de viajar ya se había transformado en un derecho, porque el sueño colectivo se había hecho realidad.

Después vinieron los sueños colectivos de la militancia, y eso estaba bueno porque uno no tenía miedo a esos viajes, porque estaban llenos de sueños.

Ahora, lamentablemente –dice Pedro–, vinieron de viaje los mismos que desde el principio no te dejan viajar, que te tienen acá donde naciste, donde te criaste, no te podés mover. Pero ellos viajan a paraísos fiscales, donde tienen la tarasca, donde tienen su gran vida, mientras vos te quedás acá. Estaría bueno volver a soñar, a pensar y a realizar esos viajes colectivos, llenos de sueños. Porque los sueños son como un salvavidas que en el peor temporal, son el resguardo para salir a flote. Si te vas de viaje no hay que perder los sueños, dice Pedro, mientras mira la parada del 128. Y concluye: “Estaría bueno irse a la Terminal, y no sólo para usar los baños, sino para irse de viaje, con la mochila cargada de sueños colectivos”.

Fuente: El Eslabón.

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