El escrutinio fue escandaloso. Un primer informe dio una amplia ventaja al candidato opositor Salvador Nasralla. Pero el conteo frenó y a partir de allí, el actual presidente y candidato a la reelección, el ultraderechista Juan Orlando Hernández comenzó a remontar y pasó al frente. Postergaron el anuncio del ganador.

El nombre del nuevo presidente de Honduras es todavía un misterio. Luego de cuatro días de un escrutinio sospechoso y con muchas interrupciones, el pueblo dijo basta y salió a la calle a defender los votos del candidato de la oposición. Y la represión fue feroz.

Todo el proceso electoral fue la crónica de un fraude anunciado: el actual gobierno autoritario quiere seguir en el poder como sea, y por estas horas reprime con la brutalidad y la impunidad propias de las dictaduras a los manifestantes que ganaron las calles para denunciar el fraude.

En este marco de estafa, violencia y aprietes por parte de la derecha en el poder, el candidato opositor Salvador Nasralla denunció maniobras fraudulentas en el escrutinio y pidió al Tribunal Supremo Electoral (TSE) el recuento total de los votos. Además, dijo que solo de esa forma ordenará a sus seguidores frenar las manifestaciones que se están extendiendo en todo el país.

El Tribunal Supremo Electoral (TSE) decidió finalmente este jueves por la noche postergar una vez más la declaración del ganador de las elecciones del domingo hasta procesar actas con inconsistencias en la votación.

Hasta ese momento, el conteo daba una leve ventaja al presidente Juan Orlando Hernández sobre el opositor Salvador Nasralla. El ultraderechista empezó muy abajo en los votos, y pasó a ganar tras una extraña deriva del conteo, que en principio fue favorable al candidato opositor.

El presidente del TSE, David Matamoros, que había anunciado que darían a conocer el escrutinio final el jueves, dijo que el resultado definitivo será revelado luego de revisar el conteo de las “actas especiales” que presentan anomalías.

El presidente del TSE, anunció que esas actas serán revisadas “una a una” a partir del viernes con la presencia de representantes de los partidos políticos y observadores internacionales, sin precisar cuándo se podrán conocer los resultados.

El lento escrutinio del TSE beneficiaba hasta el momento al presidente Hernández, del Partido Nacional (PN, derecha), con 42,92 por ciento frente al 41,42 por ciento del progresista Nasralla, cuando se llevaba el 94,31 por ciento de las actas escrutadas.

“No daremos más anuncios hasta que finalice el proceso” de revisión de actas, escribió Matamoros en la red social Twitter.

La presión en las calles comenzó a subir ante la larga espera por conocer los resultados. La policía usó gases lacrimógenos la madrugada del jueves para reprimir una protesta de seguidores de Nasralla frente al local donde el TSE recuenta los votos.

Los manifestantes dañaron uno de los centros comerciales más grandes de San Pedro Sula, la segunda ciudad del país, y en Siguateque causaron daños menores en el edificio de la alcaldía, según informes oficiales.

Matamoros denunció que manifestantes intentaron romper el portón de acceso a los salones donde se revisan las actas y fueron reprimidos por militares.

Crónica de un fraude anunciado

Los peores pronósticos y los temores más fundados se confirmaron. La ultraderecha que gobierna Honduras a sangre y fuego, masacrando la protesta social con total impunidad, quiere aferrarse al gobierno como sea. Está al servicio de quienes detentan el poder real, las grandes corporaciones que hacen negocios en Honduras y que dejan en manos del gobierno el trabajo sucio: judicializar y reprimir la protesta social, discriminar, demonizar y desalojar a los pueblos originarios para utilizar sus tierras, y hambrear a las grandes mayorías a través de las consabidas recetas neoliberales.

El gobierno del actual presidente de ultraderecha viene cumpliendo esa tarea, propia de una dictadura, en el marco de un gobierno que, más allá de haber sido elegido democráticamente, nada tiene de democrático. Y lo demostró, una vez más, al postularse para la reelección pese a  que la Constitución de Honduras lo prohíbe expresamente y lo considera un acto de “traición a la Patria”. Lo logró manipulando a la Justicia, un polémico fallo de la Corte Suprema que lo habilitó a presentarse.

A esto se sumó un aumento del clima de terror y violencia que ya es una característica del gobierno de Hernández durante los días previos a las elecciones, que se desarrollan en un escenario marcado por la pobreza y la violencia extrema.

Los crímenes fueron utilizados como estrategia electoral de la derecha para ganar votos. Los asesinatos de militantes, que son moneda corriente en Honduras, sobre todo después de 2009, tras el golpe contra Manuel Zelaya, se incrementaron en los últimos días: cuatro activistas fueron asesinados, solo en noviembre en el país de la impunidad, en el que se organizan multitudinarias marchas pidiendo el esclarecimiento del asesinato de la militante ambiental, feminista y de los derechos de los pueblos originarios Berta Cáceres, ocurrido el 3 de marzo de 2016.

El primer informe del TSE se difundió a la madrugada del lunes 27, horas después del cierre de las urnas. Sobre un total de más del 45 por ciento de las mesas escrutadas, el candidato de la oposición, Salvador Nasralla (Alianza de Oposición a la Dictadura) obtenía un 45 por ciento de los votos, mientras que Hernández un 40 por ciento. Tras la difusión de este informe, algunos analistas hablaron de “un resultado irreversible” y los partidarios de Nasralla ganaron las calles “para defender el voto contra el fraude”.

No era el resultado esperado por Hernández, cuyo gobierno se encargó de contratar a una empresa privada amiga para hacer el conteo de los votos. Y todo cambió con el correr de las horas y los días. El presidente empezó a acortar la distancia. Llegó a empatarle a Nasralla. Y ya el jueves se hablaba de que lo superaba en votos. La oposición, para la que se trataba de una crónica de un fraude anunciado, salió a las calles a protestar por la estafa electoral. Salió a desafiar un país militarizado y envuelto en un clima de miedo y represión, un escenario que se venía preparando como parte del fraude.

Fue un escrutinio escandaloso. Luego de ese primer informe del lunes, favorable a Nasralla, todo cambió, se hizo más lento, y el colmo se produjo el miércoles, cuando  la actualización de datos que se iban cargando a la página en línea del TSE se interrumpió durante cuatro horas.

Y luego de tan sospechoso “inconveniente”, en un nuevo informe, con 76,72 por ciento de las mesas de votación computadas, Nasralla obtenía una leve ventaja de menos de un punto sobre Hernández. Y después, una vez más, la página dejó de actualizarse por varias horas. Cuando se reanudó, con 78 por ciento de las actas, se redujo todavía más la ventaja de Nasralla.

En informes posteriores Hernández empezó a aparecer empatando a Nasralla. Y luego ya empezó a aventajarlo en votos. Primero por una pequeña diferencia, y luego agrandando la brecha.

Fuente:El Eslabón.

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