“Esto ya se sabía, ya se sabía que iba a explotar. Ocho meses con todo quemado. La celda tenía soja quemada, todos decían que en cualquier momento explotaba, faltaba el horario y el día”. Con una amargura indisimulable en su rostro, un trabajador, con 34 años de antigüedad en la planta de la ex Nidera de Puerto San Martín, hoy controlada por una empresa global china, dice lo que casi todos los operarios de Cofco repiten: que la voladura del mediodía del pasado miércoles 27 de diciembre, que arrastró la vida de dos trabajadores y provocó quemaduras en otros siete, era evitable. Pero no se evitó, porque para la empresa “los obreros son un número más” y “a nadie le importa la vida de los trabajadores”, denunció la madre de uno de los heridos. La planta está parada. Peritos de la Prefectura Naval trabajan en la dilucidación técnica del caso, que investiga una fiscal que cubre una guardia de feria en los tribunales de San Lorenzo. La Aseguradora de Riesgos del Trabajo (ART) contratada por la empresa hace lo suyo, el gerente de Recursos Humanos ofrece remises y hotelería a los familiares de las víctimas que deben trasladarse hasta el Sanatorio Británico de Rosario para conocer la evolución –por fortuna favorable– de la salud de sus seres queridos.

A una semana de la explosión de una celda de acopio en la planta de Cofco Puerto General San Martín, familiares de las víctimas se concentraron en el acceso al predio agroindustrial para evitar que el caso se vuelva invisible y, además, pedir que no vuelva a ocurrir un siniestro que consideraron evitable.

“Nosotros no tenemos ninguna explicación de qué fue lo que pasó. Acá nadie se hace cargo de nada. ¿Qué especulación quieren hacer? Nosotros necesitamos saber qué fue lo que pasó”, reclamó, en la puerta de la ex Nidera, la madre de un operario herido perteneciente a una firma contratista.

A diez días del estallido letal, lo poco que se sabe de lo ocurrido es lo que quedó registrado en las comunicaciones entre los operarios minutos antes de la explosión: “¡Pará que es la cinta, pará que se está prendiendo fuego!”.

Una cinta que transporta el cereal habría sido el objeto en el que se originó el fuego, que entró en combustión con el polvillo de la celda y provocó la explosión. “Eso fue como una bomba”, dijo un operario.

La causa, originalmente en manos del fiscal de San Lorenzo Leandro Lucente, pasó a su par en turno durante los primeros quince días de la feria judicial de enero. Luego lo reemplazará otro en la segunda quincena. En febrero, volverá Lucente a tomar el caso.

Para Blanca Velásquez, madre del operario herido Jesús Zárate, la situación se resume así: “El fiscal que estuvo en el momento no está, se fue, y el que está de turno no sabe nada”.

Según pudo saber El Eslabón, personal de Prefectura Naval comenzó en estos días las pericias técnicas en la planta de Cofco para determinar las razones de la tremenda explosión que sacudió al cordón industrial.

“Eso va a llevar entre diez y quince días”, dijeron fuentes del caso a este periódico.

Contra el olvido

A una semana de la explosión, un grupo de familiares de las víctimas convocó a una manifestación frente al acceso a la planta de la ex Nidera. Temen que junto al humo se disipe el interés de los medios de comunicación por lo ocurrido en Puerto San Martín.

Los medios nacionales, de hecho, perdieron rápidamente ese interés morboso que –también con celeridad– los azuza cuando huelen sangre.

“Hay gente que está muy grave, han tragado humo caliente, murieron dos personas, y ¿por qué tiene que quedarse todo el mundo callado?”, se quejó Blanca, la madre de Zárate, una de las organizadores de la protesta frente a Cofco.

La mujer aseguró en diálogo con El Eslabón que para la empresa “los obreros son un número más” y que “a nadie le importa la vida de los trabajadores”.

“Mi hijo me ha contado que casi todos los días había focos de incendio, que los apagaban ellos mismo, sin darse cuenta del peligro que estaban corriendo”, dijo Blanca.

Jesús Zárate ingresó hace dos meses a la planta agroindustrial. El 27 de diciembre pasado, cuando al mediodía se produjo la explosión, cumplía 35 años. Está en pareja y es padre de dos hijos.

“Fue una celda la que explotó, si hubiesen sido más volaba San Lorenzo, eso fue una bomba”, contó su madre.

“Gracias a Dios –continuó– lo único que agarró a mi hijo fue la onda expansiva”.

También el Sindicato de Aceiteros de Rosario denunció, luego de la explosión, que hacía varios meses se producían incendios de menor proporción en las celdas. Total normalidad. Todo siguió igual.

En julio se había producido una explosión en esa misma planta. Fue de madrugada, no hubo heridos, siga siga.

Blanca contó que su hijo “estaba barriendo las calles cuando lo agarró la onda expansiva de la explosión”. El joven, uno de los siete heridos, tiene quemaduras severas en la columna –“porque se le prendió fuego la camisa”, contó la mujer–, en la cara y en los brazos, aunque está fuera de peligro.

Apenas pudo hablar con su madre le dijo: “Yo no vuelvo a trabajar en una cerealera”.

Para Blanca, “los obreros son un número más en estas empresas, a nadie le importa la vida de los obreros. No les interesa”.

“Esta gente (por los jerárquicos de la planta) por supuesto que sabían, se hubiese podido prevenir, vos no podés tener un lugar con tanta inseguridad. Y tener un bomba de tiempo”, afirmó la mujer.

Fecha y hora

Otro operario de Cofco que participó de la protesta frente al ingreso a la fábrica coincidió en su diagnóstico. Con 34 años de antigüedad en la planta, que hasta 2016 fue propiedad del semillero Nidera, contó que el día del siniestro debía ingresar en el turno de las 14. Media hora después de la explosión.

“Esto ya se sabía, ya se sabía que iba a explotar. Ocho meses con todo quemado”, dijo el día de la protesta. Continuó: “La celda tenía soja quemada, todos decían que en cualquier momento explotaba, faltaba el horario y el día”. Fue el 27 de diciembre a las 13.30.

“Los supervisores agarran el bolsito y se van a su casa, tienen que ir presos, no sé, hagan algo”, pidió angustiado el laburante, quien conocía a las dos víctimas fatales: Domingo Ramón Giménez (61) y Juan Carlos Castillo (42).

El hombre se quejó porque los jefes de la planta “ni a los velatorios fueron”. También contó que señalar deficiencias de seguridad laboral es equivalente, en la mirada de los empleadores, a “ser un quilombero”. “Si te negás (a hacer el trabajo) dicen que vos sos quilombero. Ahora con esto no me importa nada”, agregó sobre su cambio de actitud luego del estallido.

Julio también trabaja en Cofco, desde hace 17 años. Y también fue a la protesta en el acceso a la planta siniestrada. “Yo estaba en el muelle, trabajo en la zona de embarque, la explosión nos levantó”, recordó sobre el día del estallido. “Atinamos a salir para afuera de la cabina, otra no nos quedaba, dijo. El laburante recordó que conocía “a Giménez y Castillo, dos compañeros de trabajo de muchos años, buenísimos los dos”. Le tocó, incluso, socorrer al segundo luego de la explosión.

“Le tuvimos que sacar la ropa y echarle agua. Parecía que era el que estaba en mejor estado de los otros dos (por los dos heridos más graves que aún permanecen en terapia del Sanatorio Británico) y se nos fue primero. No se puede creer, estamos muy tristes”, dijo Julio.

Y agregó: “Mirá que hemos andado en los silos, todo, pero nunca pasó esto que está pasando ahora, hace siete meses atrás empezó todo esto”, dijo en referencia a los focos de incendio a los que la empresa no les dio la suficiente importancia, según los trabajadores.

Según pudo saber El Eslabón de fuentes sindicales, la empresa no tomó contacto con el Sindicato de Aceiteros. “La planta está parada, estamos tratando de contener a las personas, a los que están internados y a sus familiares por medio de psicólogos”, dijo un vocero de la organización gremial.

No se sabe cuándo la planta se volverá nuevamente operable, mientras tanto esperan seguir cobrando los sueldos.

La firma china estatal Cofco, que en 2016 compró Nidera, no quería seguir con el negocio desde antes de la explosión. Según informó la agencia de noticias Reuters, en agosto pasado designó al banco de inversión Stanley Morgan para que busque un comprador. Es decir, no tenía interés en una planta de la que quería desprenderse.

“Los chinos compraron una cosa que no era”, dijo a este semanario una fuente gremial. “Es como cuando compras un auto pero cuando salís a andar no era lo que estabas esperando”, cerró.

 

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