El Fondo Monetario Internacional (FMI) «advirtió» que el tipo de cambio real en la Argentina está «atrasado» y «recomendó» subirlo hasta 22 pesos el dólar para «bajar el déficit de las cuentas externas». Para el organismo de crédito mundial, cuya palabra a vuelto a ser sagrada desde la llegada de Mauricio Macri al gobierno, el billete verde de aumentar un 25 por ciento.
Según el informe del organismo, publicado por la agencia NA, el tipo de cambio real está sobrevalorado en un rango de 10 a 25 por ciento, «comparado al nivel implícito por fundamentos de mediano plazo» de la economía argentina.
El análisis del FMI fue elaborado en diciembre pasado, es decir si medir el impacto de la reciente suba entre principios de ese mes y los primeros de este año, de orden del 10 por ciento, lo cual demuestra que el gobierno empezó a cumplir con la «sugerencia», aunque aún se queda corto.
Para alcanzar el valor que quiere el FMI el billete norteamericano debería pagarse alrededor de 22 pesos, mientras que en la actualidad se ubicaba en 19,34, es decir 2,6 pesos por debajo de la «recomendación» del organismo internacional.
Según el FMI, el peso argentino está un 20 por ciento sobrevalorado respecto del promedio de los últimos 20 años y dijo que después de las devaluaciones del 2015 y 2016 y la medidas tomadas por el gobierno»el tipo de cambio real se fue apreciando regularmente, debido a la entrada de dólares por colocación de deuda que estabilizó el tipo de cambio nominal, mientras que el diferencial de inflación se amplió».
El FMI había dejado de tener gravitación en nuestro país, a partir de la decisiones políticas que los gobiernos kirchneristas tomaron en conjunto con otros países de la región, aumentando niveles de soberanía económica, para «liberarse» justamente de las «recomendaciones» que hace el organismo a cambio de habilitar mayores niveles de endeudamiento.
Los planes económicos del FMI, como el que ahora aplica el gobierno de Cambiemos, se basan en la vieja receta neoliberal que apunta a profundizar los niveles de dependencia económica, la reducción del Estado, de la inversión social, del mercado interno y de la industria nacional, dejando reducido al país a una expresión semi colonial de productor de materias primas.