El ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva habló en la sede del gremio metalúrgico de San Pablo ante miles de seguidores luego del fallo que ratificó y amplió su condena a 12 años y un mes por corrupción pasiva. “Esto es una venganza por sacar a tanta gente de la pobreza”, dijo el líder sindical.

Lula acusó al tribunal de apelaciones que aumentó su condena por “corrupción” de actuar en sintonía con los grandes medios de comunicación contra su Partido de los Trabajadores (PT) y en detrimento del ascenso social de la clases populares. La imputación es muy clara: el disparate planteado por esos jueces venales supera cualquier obra de ficción política.

“Que se preparen, porque no solo vamos a gobernar de nuevo este país, sino que vamos a cuidar del pueblo; vamos a volver”, dijo Lula. Y agregó: “Quien está en el banco de los acusados es Lula, pero quien fue condenado fue el pueblo brasileño”. El ex mandatario y líder popular dijo que quiere “desafiar a los tres camaristas de Porto Alegre a presentar una sola prueba” en su contra.

Vale consignar que esos jueces que conjugan, como Claudio Bonadío en nuestro país, idiotez con deshonestidad en beneficio de las grandes corporaciones, lo consideraron culpable por unanimidad de recibir sobornos de la constructora OAS, en el marco de la Operación Lava Jato, para adquirir un departamento. Lula fue condenado a 12 años y un mes de prisión, que puede hacerse efectiva una vez agotado los recursos de segunda instancia, según el propio tribunal.

“Tengo certeza absoluta que hay una forma de salir de la lucha, que es morir, mientras mi corazón funcione y mi cabeza piense, seguiré la lucha; no desistan, no se desanimen, porque ellos quieren sacarnos el derecho a ser felices y de soñar, porque una sociedad sin sueños no es posible”, dijo el mandatario.“Ellos quieren que no sea candidato, pero ahora quiero serlo”, señaló Lula luego de un fallo que puede inhabilitarlo en virtud de la Ley de Ficha Limpia.

En su alocución, sostuvo que existe un “pacto entre el Poder Judicial y los grandes medios porque decidieron que era hora de terminar con el PT y el ascenso social de la clase trabajadora”. En ese sentido, se comparó con el líder sudafricano Nelson Mandela, quien estuvo 27 años preso y apuntó que el héroe nacional brasileño, Tiradentes, “fue ahorcado por la elite brasileña”.”Nunca confié en el tribunal, quiero que me digan el delito que cometí; estoy condenado por un departamento desgraciado que no tengo, les pido al Movimiento Sin Techo que lo ocupen”, dijo con ironía ante una multitud.

El sueño y una realidad que los superó

Entre el 1 de enero de 2003 y el 31 de diciembre de 2010, Lula fue presidente de la República del Brasil. No había soñado tanto: todavía estaba fresco el recuerdo de los primeros encuentros entre obreros metalúrgicos, en los comedores de las fábricas, con el objetivo de generar el interés necesario para articular un sindicato. Lo consiguió, y ya era mucho. Pero al poco tiempo se lanzó a hilvanar su sector con otras actividades: fue surgiendo la Central Unica de Trabajadores, la célebre CUT.

La Argentina era la referencia a observar, el lugar del cual aprender. El inteligente Luiz envió varios contingentes obreros para repasar la historia gremial en el Sur y comprender su organización, su sistema de salud y sus enlaces políticos. Aunque el movimiento obrero argentino recién salía de la noche dictatorial, durante la cual había sido el destinatario de los principales ataques, seguía siendo –como hoy- la más importante referencia sindical planetaria.

Este periodista desplegaba sus actividades (1984) en el diario nacional popular La Voz, situado en el barrio de Pompeya. Hasta allí llegaron numerosos obreros metalúrgicos del país vecino para conversar con quienes llevábamos adelante la sección gremiales y a recabar información. Era llamativa la admiración con la que hablaban de los argentinos: las obras sociales que nuestra gente había construido resultaban un ejemplo socializante para un pueblo abandonado como el brasileño.

Quienes tomábamos en cuenta la información surgida de las entrañas del Sur continental observábamos con esperanza el emerger de lo que amenazaba configurarse un espacio sindical masivo en un país vastamente poblado. Sin embargo, bueno es aclararlo, esa esperanza no alcanzaba ni para sospechar el indicio de un futuro gobierno de esos muchachos de la naciente CUT. La conducción tan abierta como férrea y perspicaz de Lula logró un desarrollo impensado, que durante la década indicada salvó la vida de millones de personas.

Una obra imperecedera

El gobierno del obrero se caracterizó por la cobertura estatal sobre aquellas regiones que, como el Nordeste, desconocían la existencia misma de una organización político jurídica. Empezó un Plan Hambre 0 que llegó a cubrir las necesidades básicas de todos los seres humanos. En sintonía, amplió derechos sociales e integró al consumo y a la ciudadanía a trabajadores marginados por serlo. Luego impulsó la producción y dinamizó la presencia estatal en la economía, aprovechando con sensatez grandes conglomerados públicos como Petrobras.

Sin producir una reforma agraria a pleno como reclamaban las organizaciones sociales rurales, facilitó las reivindicaciones del Movimiento de los Sin Tierra y garantizó la presencia de tropas estatales cuando los hacendados intentaron matanzas destinadas a prolongar las condiciones de opresión. Del conjunto de la política económico social, se calcula que unas 30 millones de personas dejaron atrás la indigencia y no menos de 50 millones se integraron a condiciones de vida promedio en sociedades desarrolladas.

En ese marco, y para terminar de potenciar su obra y preocupar a quienes estiman América latina cual su patio trasero, Lula fue impulsor del Unasur. Junto a Néstor Kirchner de la Argentina, Hugo Chávez de Venezuela, Evo Morales de Bolivia y otros referentes regionales, puso en marcha una coalición que dio que hablar en el orden internacional, coaligó a nuestros países con la naciente multilateralidad y brindó volumen a un Mercosur que había nacido como acotado hilván comercial.

A partir de allí, tras su recambio por Dilma Roussef, puede hablarse de errores, concesiones y dificultades. También, de una inexistente acción comunicacional para contrastar con los grandes monopolios. Pero nada justifica el golpe institucional de rasgos vulgares, que equiparó a la burguesía paulista con lo más soez y culturalmente inferior de la oligarquía argentina.

Como en otros territorios de Nuestra América, muchos amparados por un Norte preocupado, se unieron para limar y desestructurar la esperanza de multitudes ansiosas de justicia, paz y equilibrio. La primer medida que adoptaron, tras el derrocamiento del gobierno del PT, fue eliminar los derechos obreros. Así, una decisión económica se transformó además, en políticamente aleccionadora.

Un futuro abierto

Quedan varios interrogantes: ¿podrá presentarse? También: si lo consigue y vence ¿qué hará con un esquema jurídico mediático como el brasileño? Y sobre todo: ¿cómo desmontar el poder de fuego de un empresariado rentístico y antinacional?

Pero los pueblos no olvidan a quienes los aman y favorecen. Lula seguirá constituyendo el eje del futuro político popular brasileño. Al cierre de este artículo, encabezaba limpiamente las encuestas preelectorales. Los humildes del Brasil no parecen creer en los argumentos de esos tres camaristas.

• Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica.

 

 

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