Alan Funes fue acusado por un homicidio, dos tentativas, asociación ilícita, amenaza, abuso, tenencia y portación ilegal de armas. Su figura, agigantada periodística y oficialmente, reúne las condiciones de decenas de pibes de vida tan intensa como corta, con destino de cárcel o cementerio. La pelea con los Camino como argumento defensivo. Y un placer voyeurista por los tiros.

A los 19 años, Alan Elio Funes acumuló imputaciones por dos homicidios, dos tentativas de asesinato, una amenaza simple, abuso de arma y cuatro casos de tenencia o portación de “ferretería” no autorizada. Un pistolero joven e intenso que, según se desprende de la acusación fiscal, siente una atracción voyeurista por los disparos de municiones, a tal punto de pedirles a otros miembros de la banda que integra –mientras él permanecía en prisión- que le transmitieran por teléfono los tiroteos o le enviaran videos de ataques armados a sus rivales. “Quiero escuchar cómo suena esa metra, debe sonar re sarpada”, desea en una escucha telefónica captada por el Poder Judicial el año pasado. A los 19 años, Alan Elio Funes tiene a su madre y a un hermano asesinados a balazos, a su padre recuperándose de heridas de armas de fuego, a otro de sus hermanos preso en una unidad penal santafesina por asociación ilícita.

Decenas de casos homologables que antecedieron al suyo permiten conjeturar que su destino está prefijado entre dos caminos que se bifurcan: el de largas estadías en el sistema penitenciario o el de un prematuro y final arribo al cementerio.

Su suerte no mejora con las miradas de los medios de comunicación y de los funcionarios posadas sobre su órbita: “El narco más temido de Rosario”, lo califica el grupo Clarín; el joven que “estaba aterrorizando a Rosario”, apostrofó la ministra de Seguridad Patricia Bullrich. Dos exageraciones que venden. En un caso diarios, en otra humo.

Sin restarle la envergadura que posee, el encono armado que enfrenta a los Funes con los Camino –la familia del asesinado ex jefe de la barrabrava de Newell’s, Roberto Pimpi Camino– constituye, por ahora, un fenómeno localizado en las zonas de Barrio Municipal, Parque del Mercado y Tablada. Ni más, ni menos.     

“No llegan ni a ser bandas, son hilachas de las dos grandes bandas: Los Monos y Luis Medina”, aseguró a el eslabón el diputado provincial del Frente Social y Popular, Carlos Del Frade, autor de varias investigaciones sobre el narcotráfico en Santa Fe y el país, en su condición de periodista.

Para el gobierno de Santa Fe, como se publicó en la edición anterior de este periódico, se trata de “un fenómeno focalizado” a los barrios antes mencionado.

Protagonizado, afirman, por “segundas o terceras líneas” de las bandas narco desarticuladas a partir de 2013 con la muerte de uno de los líderes de Los Monos, el Pájaro Claudio Cantero, y el asesinato de Luis Medina.    

“No se disputan territorio, sino cuatro o cinco manzanas de dos barrios”, aseguran en el Ministerio de Seguridad provincial.

Tal vez por la escasez de noticias en enero, y por la cuantiosa acumulación de quince homicidios en los primeros dieciséis días del año, el fenómeno trepó a los medios de comunicación nacionales, sumidos en la lógica mercantil de la sumatoria de click a como sea.

Aun así, el agigantamiento mediático de la figura de Alan Funes a pocos peldaños de un Pablo Escobar no le quita méritos al prontuario judicial del adolescente. Y grafica el drama de cientos de pibes sin proyecto –o con uno intenso pero de corto alcance– en los barrios marginados de la principal ciudad del tercer distrito del país.

La acusación

Las fiscales Gisela Paolicelli, de la Unidad de Investigación y Juicio, y Georgina Pairola, de la de Homicidios Dolosos, acusaron esta semana a Funes –detenido el martes en un Fonavi junto a su novia Jorgelina Andrea Selerpe (24)– de un caso de homicidio, dos tentativas de asesinatos, de integrar una asociación ilícita, amenaza simple, abuso de arma y cuatro hechos de tenencia o portación.

Antes, cuando apenas tenía 17 años, fue imputado por la Justicia de Menores de otro homicidio, el de Eugenio Pupy Solano, presuntamente cometido en venganza por el asesinato de su madre, Mariela Miranda, ocurrido en marzo de 2016.

Una carrera meteórica en el mundo del hampa suele ser en algunas ocasiones, en contextos sociales de exclusión, el modo de obtener prestigio, dinero y poder, atributos deseables en una comunidad que los alienta como metas. No todos son elegidos para estar en el “Bailando”.

Cronológicamente, los hechos ilícitos atribuidos a Alan Funes son los siguientes:

# 10/12/17: Amenaza simple. Según las fiscales, acompañado de un pibe que se hace llamar Leo Loco, Alan llegó ese día hasta Dr. Rivas al 20 bis para advertirle a Marcela Díaz: “Andate después de las fiestas o te vamos a cagar a tiros”.

La mujer, que el 14 de enero fue asesinada, denunció la presunta amenaza. Es hermana de Rubén Andrés Segovia, el Tubi, un aliado de los Camino detenido desde hace un año e involucrado en cuatro casos de homicidios, ya sea como autor, partícipe o instigador.

# 29/12/17: Abuso de arma. Según denunció Díaz, la anterior amenaza comenzó a tomar forma esa jornada cuando Funes llegó a bordo de una Volkswagen Suran gris y comenzó a dispararle. La mujer se refugió en un almacén cuyas paredes serían involuntarias testigos de las ráfagas del joven.   

# 29/12/17: Tentativa  de homicidio y portación ilegal de arma. Alrededor de las 23 de ese mismo día dos hombres robaron la moto de Milton Ezequiel Romero, quien se movía junto a su pareja. Para concretar el asalto, lo balearon y quedó parapléjico. Unos días después, Romero declaró que no fue un robo sino que había sido atacado por Alan Funes y otro joven, y que había ideado lo del atraco “por miedo” a un nuevo atentado. Romero es hijo de Marcela Díaz y, para las fiscales, el ataque del que fue víctima es un eslabón de la misma saga.

# 01/01/18: Portación ilegal de arma de fuego. Es por el video difundido por Canal 3 en el que se lo ve a Alan celebrando la llegada de Año Nuevo mediante disparos al aire de ametralladora, mientras debía cumplir prisión domiciliaria en la causa por el crimen de Popy Solano. La defensa argumentó que el video no fue peritado y, por lo tanto, no se puede determinar si se trata del acusado.

14/01/18. Homicidio, tentativa y portación ilegal de arma. Según las fiscales Pairola y Paolicelli, Funes y su novia Selerpe fueron quienes balearon a Marcela Díaz cuando la mujer había regresado a su casa a buscar ropa junto a su pareja, Nahuel Andrés González.

De acuerdo a la acusación, basada en parte en el testimonio de González, los novios llegaron a Lejarza al 5600 en una Volkswagen Suran, desde donde comenzó a disparar Alan. Primero contra el hombre, cuyo cuerpo fue blanco de cuatro plomos y, según declaró, se hizo el muerto. Luego fue contra Díaz, quien murió por hemorragias en el tórax.

El testigo y víctima dijo también que, finalmente, Selerpe bajó del auto y remató a Díaz. La evidencia más contundente contra la pareja de jóvenes surgió de una pericia balística: una de las municiones extraídas del cuerpo de la mujer fue disparada por el arma secuestrada el martes pasado cuando la Policía y Gendarmería detuvieron a ambos en un Fonavi de Callao al 3900.  

La defensa

“Soy inocente y las cosas que secuestraron en mi habitación mías no son. No me encontraron nada”, fue lo único que dijo Alan Funes ante el juez Héctor Núñez Cartelle durante la audiencia en la que lo imputaron por los delitos antes enumerados.

Había escuchado la lectura de los cargos en su contra impávido, envuelto en un chaleco antibalas. Su novia, que fue acusada como coautora del homicidio de Díaz y de la tentativa contra González, no abrió la boca.

El abogado de Funes, Juan Pablo Audisio, entendió que la mejor defensa es un buen ataque. Recordó que Díaz –la víctima– “era investigada por la policía” y aseguró que, en el enfrentamiento que mantienen los clanes en el barrio, “desesperada por no poder concretar una atentado contra Funes inventa hechos que no ocurrieron”.

Desestimó el testimonio de González, sobreviviente del ataque, justamente por el enfrentamiento que mantiene con los Funes.

Audisio puntualizó que el 30 de diciembre último la casa donde Alan cumplía prisión domiciliaria por el crimen presuntamente cometido cuando era menor fue orlada con 17 balazos, por lo que se hizo la denuncia en la comisaría 16ª y se pidió un patrullero. Que, agregó, sólo fue asignado bajo la modalidad de rondas, por lo que su cliente decidió preservar su vida abandonando el lugar de arresto domiciliario.

También recordó que el 1º de enero el padre de Alan y jefe del grupo familiar, Jorge Gordo Funes, fue atacado a balazos en su vivienda de Alvear, adonde se había retirado. Tres heridas lo mandaron al hospital. Ya repuesto, participó de la audiencia imputativa a su hijo.

La saga de vendettas expuesta por Audisio continuó con el asesinato, el 7 de enero pasado, de Ulises Funes, el hermano de Alan que “no andaba en nada”. Y un presunto atentado contra otro hermano, Jonathan, del que no brindó precisiones.

Previsiblemente, el juez Núñez Cartelle le dijo que los casos en los que los Funes podrían ser víctimas no restan ilicitud a los hechos de los que se los acusa a Alan. Es decir, que no rige la Ley del Talión.

Cierto placer por los tiros

Es el 13 de abril de 2017. Alan Funes está detenido en el Irar, acusado de un homicidio. Su teléfono está intervenido, los pesquisas escuchan sus charlas.

“Le hiciste tirar al Pelado, ¿no?”, pregunta Alan a su hermano Lautaro, alias Lamparita. De fondo se escuchan nueve disparos.

“¿A quién le tiraste?”, pregunta Alan.

Ahora, de fondo, se escucha una voz que dice: “Lo volteé boludo, lo tumbé, viste como cayó”. La ansiedad de Alan por saber lo que le transmiten en directo por teléfono crece. Pregunta: “¿A quién Lampa?”. Otra vez la voz de fondo: “Los diez en el lomo amigo”.

AF: Ey, ¿a quién le diste?

Lamparita: Allá en Gutiérrez, le pegué boludo.

AF: Pero dónde estás vos ahora.

Lampa: En el Fonavi (presumiblemente de Grandoli y Gutiérrez).

AF: ¿Qué pasó?

Lampa: Lo crucé al sobrino de Milton en bici, en Gutiérrez, corrí, corrí y cuando vi que no llega, le di uno y tambaleaba, le dio otro y ni siguió.

AF: ¿Se cayó?

Lampa: Y sí, se cayó.

El 2 de mayo del mismo año Lamparita le informa a Alan, que sigue detenido, que recibió una “metra” de René, que según las fiscales es René Ungaro, condenado a 17 años de prisión por el asesinato de Pimpi Camino en marzo de 2010. Desde la cárcel, creen los acusadores, sigue manejando una banda integrada a los Funes.

Alan Funes: ¿Qué metra?

Lamparita: La FMK3

AF: Esa re va boludo, vi una foto tuya.

Lampa: Y tengo la 230 llena, el Chileno me mandó la mini Thunder, tengo dos Glock y acá hay dos revólveres más. Hay como siete u ocho pistolas.

Alan pregunta quién usará la metra. Lamparita le informa que “Carlitos la tiene”. El primero expresa su placer casi voyeurista por acceder a los tiroteos mediante videos o comunicaciones telefónicas.

AF: Uh, pero alto tiroteo, hay que ver quién lo graba. Ayer grabó el Gordito, decile a alguno que lo grabe, que grabe el tiroteo Lampa, alto tiroteo. Quiero escuchar cómo suena esa metra, debe sonar re sarpada.

Lampa: Ya hay un video que yo tiro boludo.

AF: ¿Adónde?

Lampa: Ahí, Pelo creo que lo tiene, René lo tiene en el celular me parece, pedíselo. Igual yo tiro con la treinta de Juanjo, sabés como escupe.

Otra charla interceptada a pedido de las fiscales captó una transmisión en directo de un tiroteo. Hablan Alan, desde su prisión, con Cumpi, en el campo de batalla.

AF: Y Cumpi, ¿dónde está? (el que va a disparar)

Cumpi: En el pasillo de Necochea, está llegando a Colón. Aguantá que ahí se va a escuchar.

Se escuchan tres disparos de arma de fuego.

Cumpi: ¿Escuchaste?

AF: Sí, tres tiros.

Cumpi: Sí, y ahora viene corriendo, está llegando.

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