
Yo no sé, no. Pedro el otro día me hacía acordar de una canchita que estaba cerca de La Lagunita y que todo el año tenía césped. Y césped verde. A lo mejor era porque estaba bien protegida y tenía buena humedad por la cercanía con La lagunita, a la que iban las vacas del tambo a beber. Lo cierto es que aguantaba las heladas y lo bravo del sol de enero. Cuando se transformó en canchita. justo estábamos armando un cuadrito al que le queríamos poner Los Verdolagas. Y otros pibes, que vivían más cerca, le pusieron al de ellos El Trébol. Y todo el mundo cuando piensa en un trébol, y más si es de cuatro hojas y trae buena suerte, lo imagina verde.
En aquel tiempo, el verde estaba muy presente. El primer mapa de Argentina que nos hicieron comprar en la escuela, a la que íbamos moqueando verde en invierno, lo pintamos todo verde, excepto una rayita al costado que eran las montañas. También estaba presente en el barrio, porque cuando el agua estaba verdosa en la zanja, seguramente iba a haber ranas para cazar. Había otras tonalidades en el barrio, ojo, y en el mapa de la patria. Había grises, o colores más oscuros, más pardos. La patria empezaba a ser un poco parda, y cuando empezamos a militar, y quisimos aclararla, nos dijeron que estábamos medio verdes todavía.
En el fútbol, el primer equipo chico que nos cayó simpático en las figuritas fue Ferro Carril Oeste, que –aunque todavía no había tele a color– tenía camiseta verde, y que con los años salió campeón.
Los tipos que te plantean una patria únicamente agrícola, pintada de verde soja, son los mismos que nos dejaron sin ferrocarriles. Estos tipos que nos gobiernan hoy, son los mismos que nos gobernaron (casi) siempre, por la fuerza, por los votos o gracias al poder económico. Son los mismos que imponen el verde monocultivo, el verde billete. Los que te abruman con la cotización del verde mientras nosotros queremos que se cotice con otros colores, recuperar aquel verde trébol, aquel verde ferrocarril que incluía a la Argentina parda.
Cuando vayamos a sacarlos tengamos en cuenta eso, a los otros colores, me dice Pedro mirando al lugar en el que estaban aquellos tréboles que hacían mágica esa canchita con ese verde que resistía.