El secretario general y gremial de Sadop Rosario asumió la presidencia del Club Logaritmo, institución en la que jugó al rugby desde muy pequeño. Además, sigue participando de la vida política de Rosario Central.

“Orgulloso miembro de una familia formada por Vero, Amparo y Ulises. Sec. Gral. @sadoprosario. Hincha y presidente de @logaritmorugby. Canalla Enfermo”, así se autodefine en su cuenta de Twitter Martín Lucero, y detalla que nació un 29 de abril de 1978. A punto de llegar a los 40, el tipo se las ingenia para repartir su tiempo y abarcar la militancia gremial de los docentes particulares, la presidencia de Loga y colaborar con el club de sus amores.

“Todo empezó gracias a un profesor de educación física que tuve en el colegio San José, que era Jorge Nardi, quien lamentablemente ya falleció, y que como vio que yo no podía correr una vuelta del campito, ya que era bastante gordito, me incentivó para que fuera a jugar al rugby. Habló con un compañero mío que jugaba en Loga, y ese amigo me llevó”, confiesa Lucero, y agrega: “Ahí empezó un gran cambio para mi vida, porque no hubiese podido hacer ningún deporte. Pasé gran parte de mi vida jugando al rugby y fue una gran experiencia”.

Martín se crió –y vivió durante 30 años– en la vecina localidad de Granadero Baigorria. “Me resultaba más sencillo llegar a Ibarlucea, donde está ubicado Logaritmo, que ir a algún otro club de Rosario, incluso iba en bicicleta”, rememora el referente sindical de la delegación Rosario de Sadop, y añade: “Siempre fue un club muy popular, muy inclusivo, y eso era una ventaja. Jugaba de pilar izquierdo y llegué a jugar en el plantel superior, aunque no así en la Primera, ya que tuve que dejar la práctica por el laburo y los estudios. A la mañana trabajaba en la escuela y a la tarde iba a la facultad (de Derecho, donde se recibió de abogado) y se me complicó. Prioricé los estudios, y si bien uno no se arrepiente de esa decisión, siempre cuesta dejar. Después volví pero ya para ser entrenador de los más chiquitos”.

El deporte de la ovalada tiene sus detractores, quienes aseguran que es elitista y violento. Sin embargo, Lucero echa por tierra esas aseveraciones: “Para mí es un deporte muy inclusivo. Yo vengo de una familia de trabajadores y lo pude jugar. Quizás en sus orígenes sí puede haber tenido alguna connotación elitista, pero a medida que fue avanzando y tomando más difusión, se fue volviendo más popular. Hoy, sin ir más lejos, estableció una gran afluencia de chicos de Ibarlucea, zona norte de Rosario, Capitán Bermúdez, todo el cordón industrial, lo que significa que el deporte va creciendo y que lo puede jugar cualquiera al que le guste. Y después hay mucho prejuicio, porque los hechos de violencia están en toda la ciudad y en todo momento, pero por ahí toman algunas particularidades cuando se trata de jugadores de rugby, porque asocian al deporte con la violencia. Por otra parte hay un montón de experiencias muy buenas con el rugby, como Botines Solidarios (iniciativa que propone llevar el rugby a barrios de la ciudad coordinado por el ex Puma Leandro Lobrauco), que por ahí no tienen la misma prensa”.

El barrio (no) está igual que ayer

El club Logaritmo fue fundado en marzo de 1946 por un grupo de alumnos y ex alumnos del Politécnico, institución educativa perteneciente a la UNR, y en la actualidad cuenta con más de 1200 socios, de los cuales más de la mitad practica hockey o rugby. Además, desde la radicación en 1974 en Ibarlucea, tomó la forma de country y unas 200 familias viven de manera permanente en ese predio.

“Loga es un club que tiene mucha identidad, mucha pertenencia en el barrio”, se enorgullece Lucero, quien actualmente lleva las riendas de esa institución que está a punto de cumplir 72 años. “En el barrio siempre hubo casas alrededor, pero el desarrollo se dio hace 20 años y todavía hay un debate pendiente respecto de la administración”, aclara el dirigente gremial, y argumenta: “Hoy por hoy, la administración del barrio compete también al club, y también está en discusión si el barrio es abierto o cerrado. Incluso hay algunas calles que están mal catastradas y no está claro si son públicas o de dominio privado, más allá de que son mantenidas y cuidadas por el club”.

Martín es optimista en cuanto a que se logre un consenso que permita solucionar esa cuestión administrativa que beneficie al club, al barrio y a la comuna. “Poco a poco se va avanzando con los vecinos –señala–. La idea es que ellos mismos se den su propia forma de organización y también que el club pueda tener su administración deportiva, para que cada uno pueda poner sus energías en sus propios intereses y después poder armonizarlos en lo común. Creemos que lo mejor es que cada uno pueda administrar sus recursos y siempre abiertos al diálogo para poder ir alcanzando soluciones a temas que vienen de hace muchos años, pero con la buena predisposición que hay estamos seguros que no va a haber inconvenientes”.

Bajo los palos

La llegada a la presidencia de Logaritmo, para Lucero se dio de manera natural. “Yo ya venía participando en la Comisión y los dirigentes entendieron que era un buen momento para que los que veníamos trabajando desde una generación más abajo, los sub 40 (risas), tomáramos otro protagonismo”, señala. “Uno asume el cargo de presidente pero en realidad somos un grupo de casi 20 compañeros que venimos colaborando y que ahora asumimos otras responsabilidades, simplemente porque desde lo formal se tenía que dar un recambio de cargos”, afirma.

En cuanto al presente de la institución de Ibarlucea, Martín indica: “Hay muchas ganas de crecer y de avanzar. Hoy el rugby está en la B y el hockey en la C, y como nuestros objetivos son predominantemente deportivos, la meta es ascender en esos dos deportes. Creemos que, como nos hemos nucleado en función de un club, el éxito deportivo también va a traer progreso en lo institucional y en el resto de las relaciones. Básicamente nuestras expectativas son fortalecer la cuestión deportiva para alcanzar logros en ese ámbito y poder irradiarlos al resto de la comunidad”.

Antes de despedirse, Lucero se refiere a su participación en la vida institucional de Rosario Central, club del que se declara “enfermo”. “Vengo colaborando con la comisión actual desde que asumió hace 3 años, en el área de Relaciones Públicas. Básicamente es aportar a lo que uno siente, a lo que a uno le gusta, desde la visión que uno tiene de la sociedad”, recalca, y concluye: “Central, como uno de los clubes más grandes del país, tiene la responsabilidad de tener una agenda no solamente deportiva, que obviam es importante y tiene que ser exitosa, sino también que puede y debe marcar agenda en un montón de cuestiones que están vinculadas con lo social, con la comunidad, porque Central es mucho más que un club de fútbol y mucho más que los 90 minutos de un partido por semana”.

Pase adelante

“Mi hogar siempre fue un hogar de mucho debate político y mucha participación”, dice Martín Lucero a la hora de encontrar sus inicios en la militancia. “Mi viejo desde muy joven militó en el movimiento cooperativo, en bancos cooperativos. En Baigorria de hecho había uno, que en su momento era el Aliancoop –continúa–. Y después ya en la escuela secundaria, y sobre todo en la universidad, uno empieza a hacer su propio recorrido y todo eso que uno traía se va explayando, pero por supuesto que todo eso viene de casa. Incluso mi vieja siempre cuenta una anécdota que en cuarto grado la llamaron para decirle que yo leía a escondidas el Nunca más y después reproducía lo que leía en el salón. En casa siempre recibimos una formación muy abierta y muy comprometida a la vez”.

Y en torno a su carrera como preceptor, el flamante presidente del club Logaritmo Rugby detalla: “En la escuela yo estaba muy comprometido con la militancia juvenil y casi por añadidura terminé trabajando como preceptor. Y es muy común que en la escuela media los preceptores, los secretarios, los bibliotecarios, los maestros de taller, sean los que terminen siendo delegados gremiales, porque son los que están en el colegio todo el día. En cambio, los profesores van y vienen, van mutando de escuela, por horarios. Y bueno, una cosa fue llevando a la otra y ahí se empezó a despertar en mí la cuestión de lo gremial, que evidentemente ya estaba latente”.

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