La decisión de EEUU de reconocer a Jerusalén como capital de Israel no es nueva. El Congreso estadounidense le dio el visto bueno en 1995. El texto de la ley indicaba que la embajada tenía que ser trasladada, a más tardar, el 31 de mayo de 1999. Pero ningún presidente se animó a hacer cumplir esa ley. Fueron suspendiendo su aplicación cada seis meses. No se animaron ni George W. Bush, ni Bill Clinton, ni Barack Obama. Todos ellos respetaron a rajatabla la “sagrada e inquebrantable alianza” entre EEUU e Israel. Pero no se animaron a dar ese paso. Donald Trump lo hizo.

Jerusalén está en el centro de la disputa del conflicto palestino-israelí. Los palestinos reivindican Jerusalén Este, anexionado por Israel, como la capital del Estado Palestino. Las embajadas extranjeras en Israel se encuentran en Tel Aviv y no en Jerusalén. Las resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) apuntan a una salida negociada y el consenso internacional es claro y contundente en este sentido. La decisión de EEUU en favor de Israel es una postura aislada en el concierto mundial de las naciones.

Trump tomó la decisión pese al contundente rechazo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Unión Europea (UE). La medida fue repudiada asimismo por parte de la derecha de EEUU, incluso dentro del Partido Republicano, porque se la considera perjudicial para los intereses del Imperio, inútil y poco profesional en términos diplomáticos.

La provocación va dirigida al mundo árabe en general pero, más en particular, a su flanco más débil, el pueblo palestino. Y ya tensó el conflicto palestino-israelí produciendo hechos de violencia.

Este lunes EEUU anunció que trasladará su embajada en Israel a la ciudad de Jerusalén en mayo, por lo que coincidirá con el 70 aniversario de la creación del estado israelí, una decisión considerada como una provocación por líderes palestinos. “Estamos muy felices de dar este paso histórico, y esperamos impacientes por la apertura en mayo”, dijo la portavoz del departamento de Estado, Heather Nauert, en un comunicado.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, saludó el anuncio y agradeció al presidente estadounidense por su “liderazgo” y “amistad”.

“No hay mejor regalo que éste. Es la decisión más justa y correcta”’, afirmó por su parte, vía la red social Twitter, el ministro israelí de Inteligencia, Israel Katz.

La resolución fue tildada inmediatamente de “provocación” por representantes de la Organización para la Liberación Palestina (OLP).

“La decisión de la administración estadounidense de reconocer a Jerusalén como capital de Israel y elegir la Nakba (catástrofe) del pueblo palestino como la fecha para ello es una flagrante violación de la legislación internacional”, dijo el número dos de la OLP, Saeb Erekat. “El resultado será el fin de la opción de dos estados, así como una abierta provocación para todos los árabes y musulmanes,” señaló.

El traslado de la embajada estadounidense a Jerusalén, fuertemente rechazado por las autoridades palestinas y la comunidad internacional, se realizaría un año antes de lo que se esperaba. “Con esta decisión, la administración Trump termina de aislarse completamente y se convierte en parte del problema ya no de la solución”, agregó Erekat, reafirmando que la presencia de la embajada en Jerusalén viola el derecho internacional.

Efectivamente, de acuerdo a las reiteradas votaciones de la mayoría de los países que integran la ONU, el consenso internacional desea que el estatus de Jerusalén, una de las cuestiones más espinosas del conflicto entre palestinos e israelíes, se solucione mediante una negociación, ya que los palestinos reivindican a Jerusalén como capital de su estado.

Trump anunció el 6 de diciembre pasado su decisión de “reconocer oficialmente a Jerusalén como capital de Israel”, rompiendo así con la postura tomada por sus predecesores que dejaba librado a un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos el estatus de la ciudad. También ignoró las advertencias sobre las consecuencias de esta medida por parte de diferentes sectores. Tanto israelíes como palestinos interpretaron la decisión de Trump como indicación de que Washington toma definitivamente posición junto a Israel en el conflicto, una visión confirmada por la reciente decisión de retener la financiación a la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA).

El líder palestino Mahmud Abas pronunció un fuerte alegato el martes ante el Consejo de Seguridad de la ONU en favor de la realización de una conferencia internacional a mediados de año para lanzar un nuevo proceso de paz en Medio Oriente que allane el camino hacia un estado palestino.

Historia de un viejo conflicto con centro en Jerusalén

“Hubo una época en la que tener una embajada en Jerusalén no era tan raro”, recordó Ángel Bermúdez en su nota “Israel: cómo Jerusalén pasó de ser la sede de 16 embajadas a no tener ninguna”, publicada en BBC Mundo el 9 de diciembre de 2017, pocos días después del anuncio de Trump.

La nota del portal de la BBC señala que de hecho, hasta inicios de la década de 1970 había en Jerusalén 16 embajadas, de las cuales 12 pertenecían a países latinoamericanos: Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Panamá, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.

Las otras cuatro se correspondían con tres países africanos, Costa de Marfil, Zaire (la actual República Democrática del Congo) y Kenia, y uno europeo. Países Bajos, considerado entonces como el principal aliado de Israel en el Viejo Continente.

Para entonces, recuerda la nota de la BBC ya se habían producido tres conflictos armados entre los países árabes e Israel, en el más reciente de los cuales -la Guerra de los Seis Días, de 1967- las Fuerzas de Defensa Israelíes lograron tomar el control de toda la Ciudad Santa que estaba dividida desde 1948.

El retiro de las embajadas se fue dando en forma paulatina, debido al rechazo que produjo la prepotencia de Israel y su desconocimiento de las resoluciones de la ONU.

Las primeras embajadas en ser retiradas de Jerusalén fueron las de los tres países africanos, que cerraron después de una reunión del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) realizada en Argelia en septiembre de 1973. Entre abril de 1972 y noviembre de 1973, 26 estados de África rompieron las relaciones diplomáticas con Israel en solidaridad con los países árabes que denunciaban la ocupación de sus territorios.

En septiembre de 1973, la conferencia del MNOAL exigió una “retirada inmediata e incondicional de Israel de todos los territorios ocupados”, manifestó su solidaridad con el pueblo palestino y se comprometió a “ayudar a Egipto, Siria y Jordania a liberar sus territorios ocupados, por cualquier medio”.

Además llamaron a “cortar, suspender o congelar» las relaciones con Israel y pedían boicotear a este país en el ámbito diplomático, económico, militar y cultural.

Cuatro semanas más tarde, los ejércitos de Siria y Egipto atacaron en dos frentes a Israel en Yom Kippur, el día más sagrado para los judíos. El inicio de hostilidades tomó desprevenido al gobierno de la primera ministra Golda Meir, aunque al cabo de tres semanas, Israel había logrado dar la vuelta a la situación evitando una derrota militar.

No ocurrió lo mismo en el campo diplomático. Para el 6 de noviembre de 1973, un mes después del inicio de la guerra, 18 estados africanos habían roto relaciones con Israel.

Las embajadas en Jerusalén de Costa de Marfil, Zaire y Kenia cerraron, aunque luego fueron reabiertas durante la década de 1980 pero en nuevas sedes ubicadas en Tel Aviv.

Un atropello de Israel que hasta EEUU rechazó

En 1980 Israel incurrió en un nuevo atropello que resultó demasiado, incluso para EEUU. Y las pocas embajadas que quedaban en Jerusalén se retiraron por esos días.

La Knesset (parlamento) israelí aprobó una ley con rango constitucional mediante la cual se declaraba que “Jerusalén, completa y unida, es la capital de Israel”.

La legislación generó una fuerte respuesta por parte de la comunidad internacional e, incluso, fue motivo de disputa entre los gobiernos de Israel y de Estados Unidos.

El 20 de agosto de 1980, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la resolución 478 mediante la cual acordó “no reconocer” la controvertida ley sobre Jerusalén, así como tampoco otras acciones que, como resultado de esa norma “busquen alterar el carácter y estatus de Jerusalén”.

Además, el texto llamaba a “aquellos estados que han establecido misiones diplomáticas en Jerusalén a retirar esas misiones de la Ciudad Santa”.

En línea con la vieja tradición de desconocer las resoluciones de la ONU y la voluntad de la comunidad internacional, Israel y EEUU, aislados del mundo, a contramano, eligen la prepotencia. Juegan con fuego, literalmente.

La decisión abre las puertas del infierno, le da una oportunidad a la guerra, y aleja la posibilidad de emprender nuevas negociaciones de paz entre Palestina e Israel. Toda la región de Medio Oriente se desestabiliza y se torna impredecible. Y no hay que olvidar que tanto EEUU como Israel tienen sus ojos puestos en Irán.

Fuente: El Eslabón

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