Marcelo Márquez, psicólogo deportivo que laburó muchos años en Central y hoy se desempeña en el seleccionado de Perú, recuerda y reivindica a su hermana desaparecida y asesinada por la dictadura.

“La dictadura es una historia que nos acompaña a mí y a mi familia desde hace muchísimo tiempo”, confía Marcelo desde Miami, donde la selección peruana disputaba, al cierre de esta edición, un amistoso ante Croacia en la gira previa al Campeonato Mundial que en junio próximo rodará en tierras rusas, y detalla: “Yo tenía 11 años en el 76. El 24 de marzo me acuerdo que estábamos en el colegio. Yo cursaba 7º grado y recuerdo el discurso en la tele y demás. Y sobre todo que Cristina ya no estaba en casa, hacía unos meses que se había ido con su compañero Daniel Barjacoba”. Cristina es su hermana, una de los 7 militantes que el 17 de octubre de aquel nefasto año se encontraban secuestrados en el Servicio de Informaciones (SI) de la Jefatura de Rosario, y que fueron trasladados a la localidad cordobesa de Los Surgentes, donde fueron acribillados en un camino rural.

“Lo bueno es que a lo largo de este tiempo uno pudo conjuntamente con muchos familiares y ahora hermanos llevar adelante este camino, y lo que más rescatamos cuando nos juntamos es que uno pudo lograr recobrar la alegría, las ganas de hacer cosas y de luchar, y esto tiene mucho que ver con lo que se puede vivenciar en un deporte de equipo como el fútbol”, asegura este hombre de 53 años, graduado en la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y quien acompaña a Ricardo Gareca desde el inicio de su proceso como entrenador en la selección peruana. “Esto cobra sentido siempre cuando nos juntamos con nuestras familias, porque pudimos hacer que las cosas sucedan porque siempre pudimos contar con el otro. Y esta es la relación más directa que encuentro, por ejemplo en el fútbol, cuando un equipo logra algo difícil: solamente tiene sentido si uno reconoce que lo pudo hacer porque estuvo con otro, ese nosotros pasa a ser lo más importante”, agrega quien fue una de las piezas claves para meter a Perú nuevamente en el torneo más importante de todos los que existen en el planeta.

Memoria. Verdad

Marcelo cursaba 7º grado en 1976 y por aquel entonces vivía con su hermana –en Pasaje Mason 3381– en pleno barrio Luis Agote, a una cuadra de Rosarinos Estudiantil, club que fue testigo de su infancia. El 22 de mayo de ese año negro, la vio por última vez; y dos días más tarde –según testimonió en el Tribunal Oral Federal Nº 2 en la Causa Díaz Bessone– padeció el allanamiento en su domicilio de un grupo comando que presionaba a su madre para que le diga el paradero de María Cristina. “Ella me compartía todo lo que hacía, yo la acompañaba a tomar el colectivo cuando se iba a dar clases a Villa Banana, a trabajar al frigorífico Swift o a militar con sus compañeros”, la recuerda en vísperas de un nuevo aniversario del Golpe, y sigue con un dejo de emoción: “En más de una oportunidad la pude acompañar y ver lo que ella hacía, lo que era su verdadera razón de ser, que fue lo que nos transmitió a nosotros, y así es como la recuerdan sus compañeros”.

De ese pibito de 11 o 12 años, este padre de dos hijos rememora que “ahora a la distancia me doy cuenta que era un niño, que hacía todo un recorrido interno porque de eso no se hablaba, aunque sí estaba en mí, en forma permanente, el rezar para que ella esté bien, que no le hicieran daño y que no pasara frío. Y esa era mi forma de conectarme y esperarla junto con mi familia”.

El año 1983 encontró a Marcelo haciendo el servicio militar, justamente bajo las órdenes de los verdugos de su hermana. “Fue algo que me llevó mucho trabajo personal, porque aunque en ese año íbamos a recuperar la democracia, todavía estaban los militares. Fue en un contexto difícil, donde yo podía contar con la ayuda de un sólo compañero, que era Andrés Maguna, que ahora es periodista. Él también pudo entender esto y me acompañó en ese momento. Pero era en soledad, y con una fortaleza interna muy grande para poder salir de ese lugar”.

Vestido de colimba, Márquez viajó hasta Mar del Plata para conocer más sobre el derrotero de su hermana. “Me contacté con familiares de su compañero, fundamentalmente con su mamá que era Nelly, una militante extraordinaria y fundadora de Madres de Mar del Plata”, rememora el psicólogo deportivo, y detalla: “Ella me contó cómo habían sido las historias de Cristina y Daniel, que fueron detenidos, llevados a la Jefatura de Rosario y posteriormente trasladados a Los Surgentes donde los fusilaron junto a 5 militantes más”.

El 17 de octubre de 1976, Dionisio Tesán, un productor de esa localidad cordobesa, encontró los cuerpos de Cristina Costanzo, María Cristina Márquez, Analía Murguiondo, Daniel Oscar Barjacoba, Sergio Abdo Jalil, Eduardo Felipe Laus y José Antonio Oyarzábal apilados al costado de un camino rural, acribillados a balazos, y aún con los ojos vendados.

“A partir de conocer el destino final de mi hermana, yo adopté la militancia junto a otros compañeros en APDH (Asamblea Permanente por los Derechos Humanos). Ahí encontré gente muy copada que nos supo contener, porque eso era lo que necesitábamos”, recuerda Marcelo, y confiesa: “Se me vienen los nombres de Alicia Lesgart, que fue para mí una referente importantísima, junto con el Vasco Oyarzábal, Jalil, Costanzo, gente que me acompañó siempre y que hoy seguimos teniendo como gran referente a la mamá de Cristina Costanzo, Angelita, que con sus 90 años sigue luchando. Y también destacar el laburo de la abogada Gabriela Durruty y su equipo de trabajo, que para nosotros fue muy importante, que llevan adelante muy bien el acompañamiento de la causa”.

Justicia

Con apenas 18 años, Márquez tuvo el coraje de brindar testimonio en el Juicio a las Juntas, aquel primer intento por juzgar a los responsables del terrorismo de Estado. “Lo que sentí fue una gran alegría por los familiares, porque fuimos los que hicimos que eso fuera posible”, repasa Marcelo, y agrega: “Pude estar en el lugar que considero todos queríamos estar, dando testimonio para que se haga justicia y que haya un castigo”.

El profesional que se desempeña en el área deportiva, que también declaró ante el Tribunal Oral Federal Nº 2, en marzo de 2011, en el marco de la causa conocida como Díaz Bessone, reivindica las políticas de derechos humanos que se iniciaron en 2003. “En el gobierno de Néstor (Kirchner), con la reapertura de las causas, hubo un gran reconocimiento de la sociedad, y cuando hablo de la sociedad voy a mi propio mundo que es mi barrio, donde mucha gente después de 30 años pudo acercarse y decirme lo que ellos sentían por Cristina, y por no haberla visto más. Pero tuvieron que pasar 30 años y muchas cosas. Lo bueno es que nosotros, los familiares, no lo tomamos como algo de olvido o de rencor, sino que fue un proceso necesario. Hubo un antes y un después con el gobierno de Néstor, y no hubo vuelta atrás. El reconocimiento a mi hermana y a los compañeros sigue estando, por más que el gobierno actual tome otra postura totalmente diferente. Pero de ese lugar no se vuelve”, asevera, y concluye: “Ahora, un grupo de compañeros van a colocar una baldosa en forma simbólica en el colegio donde mi hermana cursó la primaria (Escuela Nº 77 Pedro Goyena, de Tucumán 3445). Eso significa que los desaparecidos tienen un rostro, una vida, un barrio, un club, una camiseta, fueron hinchas, y eso es lo más importante: rescatar esas historias de vida”.

La marcha del golazo

Marcelo es un apasionado del deporte de la redonda, que practicó de chico en Rosarinos Estudiantil, misma institución en la que su hermana Cristina hacía natación. Este hincha de Rosario Central, que “iba siempre a la cancha” con su padre, nunca alcanzó a vestir la auriazul con los cortos puestos, aunque sí se dio el gusto de poner su profesión y conocimientos psicológicos al servicio del club de sus amores.

“Mi vida transcurría en Rosarinos Estudiantil. Mi barrio era mi mundo y lo disfrutaba muchísimo, jugando mucho”, comenta un nostálgico Marcelo Márquez, que a partir de sus estudios en Educación Física y Psicología le encontró la vuelta para continuar ligado al fútbol. “Esto me llevó a encontrar esa veta de la Psicología Aplicada al Deporte, lo que me permitió trabajar más de 14 años en Central como psicólogo. Pero todo se inició en el barrio, en Tucumán e Iriondo, con el juego, porque el fútbol se trata de eso”.

Después de dar sus primeros pasos en Arroyito, este profesional se desempeñó en Vélez y Sporting Cristal de Perú, hasta recaer en el combinado nacional de aquel país.

Como hombre del fútbol y militante de derechos humanos, Marcelo resalta las muestras de afecto de los hinchas argentinos y los planteles profesionales a los familiares de desaparecidos en cada previa al 24 de Marzo, cuando los futbolistas u organismos de derechos humanos saltan al campo de juego con banderas que homenajean y recuerdan a las víctimas del terrorismo de Estado. “Es un reconocimiento que estuvo siempre, lo que pasa que siempre intentaron taparlo o reprimirlo, y eso no se puede hacer porque cobra más fuerza. Y me parece buenísimo que las Madres, nuestras Madres –que siguen marchando y militando– puedan verse también ellas en un estadio de fútbol”, subraya.

Por último, el entrevistado se encarga de remarcar que esta temática también está presente en los distintos planteles que le ha tocado integrar: “Cada vez son más los que preguntan, se interesan, sobre todo desde ese momento bisagra que fueron los 30 años del Golpe, con toda esa movida de reconocimiento. Ahora hay mucha más inquietud y para mí no va a parar, es como una ola que sigue creciendo”.

De nuevo estoy de vuelta

Después de una larga ausencia de casi cuatro décadas, la Selección de Perú volverá a la cita máxima del fútbol. Concluída la siempre difícil Eliminatoria Sudamericana –sino pregúntenle a los dirigidos por Jorge Sampaoli– el equipo comandado por el Tigre Gareca se ganó una plaza para disputar el repechaje ante Nueva Zelanda, a quien superó sin mayores dificultades. No fueron pocos los que destacaron –además de la gran labor de los jugadores y cuerpo técnico– el cambio de mentalidad de ese seleccionado. La cabeza detrás de esa tarea fue la de Marcelo Márquez, que en diálogo con el eslabón, develó parte del secreto. “Tiene que ver con elegir, y cuando un grupo comandado por un cuerpo técnico bajo la figura de Ricardo (Gareca) y todos sus colaboradores, y un grupo de jugadores que quiere elegir ocupar otro lugar, es muy difícil que la cosa se pueda parar. Y eso fue lo que sucedió con la Selección”, afirma el psicólogo. “Nosotros elegimos ocupar otro lugar, dejar de mirar esto por televisión y ser protagonistas reales”.

Y sin darle muchas vueltas al asunto, el colaborador del Tigre continúa revelando su estrategia para cambiar la mentalidad de los jugadores: “Acá lo que importa fue que se pudo lograr algo muy difícil porque se pudo contar con el otro, se puso el nosotros por encima del yo. Eso es un contagio que no va a parar, porque la juventud peruana está reconociendo eso. Ya no compra más una mentira de que no se puede o nacimos para sufrir, sino al contrario, es gente muy alegre y entiende que el fútbol se trata de eso, no de dramatismo sino de alegría”. Más claro…

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