Pensar en la guerra de Malvinas implica una inmersión en un hecho histórico controvertido y difícil de encuadrar.
Cómo en otros hechos de la historia nacional el episodio de la guerra de Malvinas quedó en una especie de nebulosa tras la cual nadie quiere ver demasiado. Pero en este hecho, como en tantos otros acontecimientos trágicos, quedan sobrevivientes que dan cuenta de lo acaecido e impiden con su testimonio el olvido.
En el año 1995 los veteranos expresan con claridad la necesidad de ser atendidos para detener de algún modo la cantidad de suicidios que iban acaeciendo en su población. Para lograr crear un programa que atienda esta grave situación se decide en el Instituto de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados (PAMI) realizar una Investigación Acción Epidemiológica sobre el estado de salud física, psíquica y social de los veteranos de guerra. Desde hace momento hasta la actualidad quien suscribe esta nota ha trabajado con ellos, tratando de brindar la atención psicológica posible. En esta experiencia , muchas veces se aprendió y utilizó lo empleado por los propios protagonistas para salvar la vida de algunos de sus compañeros en graves crisis.
Es imposible pensar sobre un perfil de sujetos que han atravesado un trauma sin involucrarse íntimamente con la ilación histórica en la cual ese hecho tuvo lugar.
Malvinas, sus causas, los hombres que combatieron en ella, sus efectos y secuelas no escapan a esta norma.
El interrogante a plantear sería en primer lugar, cual es el lugar que ocupa en un devenir histórico la batalla de Malvinas en la Argentina.
El desembarco en las islas el 2 de abril de 1982 aparece en el contexto político de ese momento sin nada que la pre anuncie ni la explique. Produce, a pesar de esto un marcado apoyo de parte de ciertos sectores de la sociedad. Luego a medida que pasan los días, y en virtud de múltiples acontecimientos, este comienza a perderse y este desinterés llega a su máxima expresión cuando la guerra termina en derrota.
Poco más tarde el gobierno de facto que la había provocado llega a su fin. Y en ese fin mucho tiene que ver la pérdida del conflicto bélico. Había un sentimiento unánime de que si los militares ganaban la contienda con los ingleses habría en el país «militares para rato». De hecho esto es lo que sucede en Gran Bretaña, donde la Primer Ministro gana nuevamente las elecciones.
Estos hechos narrados escuetamente revelan sin embargo tantos acontecimientos.
En primer lugar su origen.
Nada presuponía su comienzo si bien la apropiación de Malvinas por parte de los ingleses dio lugar a quejas y reclamos casi constantes en la historia política de la Argentina. Reclamos perpetuados además en consignas con las cuales generaciones de argentinos fueron criándose. «Las Malvinas son argentinas! » aparecía en el imaginario popular como un deseo a cumplir.
Mientras tanto, otras urgencias de distinta calidad e intensidad inquietaban a los nativos de estos parajes.
En ese momento, el declarar la guerra a Inglaterra para rescatar Malvinas parecía no formar parte ni de la imaginación más afiebrada de ningún argentino.
Pero no era así.
En segundo lugar, de parte de quienes surge.
El país vivía desde hacía siete largos años bajo el oprobio y el miedo de un gobierno de facto dominado por las Fuerzas Armadas y algunos sectores civiles. Por primera vez el 30 de marzo se realiza una multitudinaria manifestación en su contra. No es que no hubiese habido muchas expresiones opositoras previamente, pero la de ese día aparece con características particulares por su dimensión y composición popular resultando realmente significativa.
Ya pasados los ilusorios beneficios de la «plata dulce», por una parte, y por otra aflojados un poco los mecanismos de represión o por lo menos hartos de ellos, la mayor parte de la población ahora manifestaba su disgusto por el régimen.
De ese régimen en decadencia, con autoridades totalmente desprestigiadas, ya solo podía esperarse el ocaso. Sin embargo, logra sorprender al país y al mundo con un desembarco militar inesperado en las lejanas islas Malvinas.
El arribo a las islas origina múltiples y diferentes reacciones en la población argentina. Pero sin duda aparecen como hegemónicas las de adhesión y apoyo al hecho. Sostenidas fundamentalmente por los medios de prensa, todavía adeptos al régimen militar que encuentran en estos hechos una nueva manera de mostrar su servilismo, mintiendo durante todo el transcurso de la guerra.
Pero esto no alcanza para ganar militarmente a la tercera potencia internacional apoyada por los otros poderosos.
Los únicos que dieron su apoyo fueron la mayoría de los países latinoamericanos.
Luego de la derrota sobreviene lo que es conocido como el «proceso de desmalvinización», que podría sintetizarse en un olvido impuesto de todo lo referente al conflicto bélico llevado adelante por las mismas fuerzas que lo originaron y por los sectores sociales con llegada al poder.
Malvinas y su guerra, quedan así en un confuso sitio entre ser producto de un gobierno ilegal enlazado con sentimientos íntimamente ligados a la identidad nacional. Pero lo más significativo para pensar su cualidad traumática es que Malvinas parece quedar en un contexto de a – temporalidad por resultar tan difícil de incluir en un proceso histórico, y es justamente esta cualidad de irrupción que posee este hecho que lo coloca en el lugar de un acto, o sea de aquello que aparece en lugar de otra cosa, o para encubrir otra. Y este hecho adquiere su extrema relevancia al tratar de entender la sintomatología preponderante en muchos excombatientes.
La historia de un país no puede realizarse sobre olvidos y omisiones sin que esto actúe individual y socialmente con consecuencias patólogicas.
Al ir a Malvinas estos jóvenes formaban parte aunque sea temporalmente de una organización: la militar. En ella la estratificación y la subordinación están sostenidas según Freud, desde «la ilusión de la presencia visible o invisible de un jefe que ama con igual amor a todos los miembros de la colectividad. De esta ilusión depende todo y su desvanecimiento traería consigo la disgregación de la misma». *
El lugar del jefe, el lugar del Padre, como guardián de la vida y proveedor, confiable y seguro, es insustituible para sostener la posibilidad de lucha y sobrevivencia. Este Padre es quien debe guardar el orden y la vida.
Más allá de la consideración que toda guerra implica el olvido de principios humanitarios básicos, desde el momento en que el triunfo se da sobre la derrota y la muerte del otro, la pregunta a formularse seria cuales son las consecuencias cuando este lugar del padre proveedor aparece transformado en privador. La historia cuenta lo que sucedió en el ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial. Los soldados de dicho ejército, sometidos al militarismo prusiano fueron de tal manera víctimas de neurosis de guerra que produjeron su disgregación. Estas representaban una protesta del individuo contra el papel que le era asignado en el ejército, y afirman los estudiosos del tema que la rudeza con que los jefes trataban a sus hombres constituyó una de las principales causas de tales neurosis.
Dice Lacan en “Lacan Oral”, que a los valores de cambio y de uso que incorpora Marx como categorías de análisis hay que agregar otros que desde siempre han acompañado al desarrollo de las sociedades, y son estos los Valores Rituales.
Todos los grupos humanos precisan gestos rituales, ritos de iniciación y ritos funerarios. Ritos de pasajes. Solamente si esos ritos son dados es posible hacer el duelo de lo vivido y así iniciar otra etapa. Si el duelo no tiene lugar tampoco hay registro del tiempo pasado.
Y si el duelo no tiene lugar el trauma persiste como un hecho presente.
Todo queda congelado allí, todo está pasando hoy.
Esto les pasa a los hombres y también a las sociedades.
Y la persistencia y emergencia del trauma sufrido recrudece el daño narcisista, pensado este como el complemento libidinoso indispensable para el instinto de conservación.
Cuando los soldados marcharon a Malvinas eran «héroes que iban a rescatar para la Patria aquello que le correspondía por derecho». La sociedad entera los acompañaba en la gesta. Programas ómnibus, colectas millonarias, grandes encomiendas con comida y abrigo, cartas, mil gestos de amor y reconocimiento para los «Chicos de Malvinas». Todos gestos que daban un sentido ritual y una significación al filicidio de los pueblos.
Rituales que estuvieron patéticamente ausentes a su regreso. Nadie los esperaba, nadie los nombraba. Los «héroes «ya habían sido olvidados.
Los combatientes fueron traídos escondidos en transportes cerrados para que la gente no viera en qué estado eran devueltos al continente. Gente que por otra parte ya estaba mirando para otro lado, otros mundiales de fútbol venían nuevamente a ocupar los sentidos de un pueblo proclive a quedar atrapados en imágenes vacías.
Y este olvido continuó. Si la guerra no existió tampoco fue su derrota, y por tanto tampoco están quienes murieron y quienes sobrevivieron a ella.
«La inserción social incluye al individuo en una historia que lo precede y que lo sigue, tiene una cualidad inconsciente y transforma al sujeto en transmisor y actor de una organización social en la cual es sujeto activo y objeto pasivo, y en la cual será portador de un código que tiene referencia a su pertenencia a la estructura social» (Janine Puget).
En la Investigación realizada pudo observarse y predecirse que el daño sufrido en Malvinas por el hambre (perdieron 20 kilos promedio durante los 74 días de guerra), el frío que lastimó el cuerpo de muchos para siempre, el pésimo cuidado que sufrieron, las torturas infligidas muchas veces por atreverse a buscar comida, que sí abundaba en los galpones de los oficiales, determinó que su salud en muchos casos quedara dañada para siempre.
Han llegado al suicidio más de 600 ex combatientes, y esto puede decirse que se debe a la casi nula atención en salud mental brindada, individual y colectivamente.
Hoy mueren en cantidades alarmantes para su grupo etario de enfermedades cardíacas, ACV y tumorales.
Cuando hace 28 años investigamos su salud vimos que presentaban muchos de ellos cuadros clínicos correspondientes a hombres de edades 20 años mayores, y previmos que lamentablemente esto que hoy pasa iba a suceder.
Qué hubiera sucedido si la sociedad los hubiera recibido y reconocido en su verdadera heroicidad, si hubiese llorado con ellos y las familias a los chicos muertos, y los sufrimientos soportados. Si las instituciones los hubiesen cuidado, atendidas sus heridas físicas y psíquicas. Si les hubiesen dado lo que necesitaban, no obligados y en secreto (cuando lo hicieron). Si las Fuerzas Armadas hubiesen reparado el daño infligido y hubiesen abierto sus hospitales para su atención en lugar de expulsarlos de ellos o internarlos como castigo? Si los poderes políticos les hubiesen reconocido formalmente? Si se hubiesen capacitados profesionales que curasen su sufrimiento?
No es lícito pensar acaso que si los ritos de reconocimiento se hubiesen cumplido, el pasaje hubiera sido posible?, que hubiese pasado si la sociedad entera hubiera trabajado elaborándose el duelo, reconociendo la derrota, enterrando a sus muertos, curando las heridas? Quizá el reconocimiento de la palabra y no su silencio hubiese dado lugar a otra etapa.
Si esta utopía se hubiese cumplido quizá la realidad hubiese sido otra . Si la simbolización hubiera sido posible quizá hoy no se llorarían tantos muertos reales y tantos muertos en vida
Malvinas no debe quedar como un hecho vergonzante del cual es preferible «olvidarse». Porque ese pretendido olvido sin la elaboración y reparación adecuada no es posible sin que profundice serias fracturas individuales y sociales.
Es posible creer que, la satisfacción a la real demanda de los excombatientes solo puede darse desde una reparación que retome en el discurso social lo vivido, recuperando, no sólo para ellos sino para la sociedad en su conjunto, la significación no lograda.
En estos días se ha logrado la identificación de 90 de los cuerpos de soldados argentinos que yacían anónimamente en Malvinas Sus familiares, amigos y compañeros podrán sentir que ya no son héroes anónimos. Argentina sufre desde hace décadas la desaparición de ciudadanos vivos y muertos como una marca que la seguirá por generaciones si continua el silencio. Algo de la reinvindicación se está logrando devolviendo su identidad a esos jóvenes soldados que dieron su vida por una causa justa.
*Investigadora y psicoanalista de la salud de los veteranos de guerra de Malvinas desde 1995. Responsable junto al Dr. Mario Borini y el Equipo de Veteranos de guerra del INSSJP . años 1995 al 1997, de la «Investigación Acción Participativa de la salud de los Veteranos de Guerra de Malvinas».