Un abogado cordobés, apasionado por el folclore que gira en torno al deporte de la redonda, recopiló el orígen de los apodos de los clubes e hinchas del fútbol argentino y los condensó en un libro.

Fernando Leonardo Seara es abogado y vive de eso, pero por la sangre le corre una pelota de fútbol. Entre las tantas demostraciones y actos de amor por la redonda, se destacan los más de 27 mil kilómetros que recorrió con su hijo Facundo en territorio cordobés, para visitar absolutamente todos los clubes de esa provincia mediterránea, que luego le dieron forma a su primer libro 470 historias de pasión y pertenencia. Todo un récord. Pero el tipo fue por más, y se metió en las historias de los curiosos apodos de los equipos del fútbol argentino, y su laburo trascendió fronteras. Canayas, Leprosos, Charrúas y Salaítos también son parte de El Apodo en el fútbol argentino.

La vida no es la misma sin fútbol

Fernando recién aprendía a caminar y ya tenía su carnet del Juventud Unida Rosquín Club, que por entonces era el único existente en su Cañada Rosquín natal. “Mi papá me hizo socio y me impregnó esto prácticamente desde que nací. Ahí jugué desde pibe, como todos en el pueblo”, recuerda este hombre de 52 años, que se jacta de haber compartido colegio y cancha con el ex delantero de Central, Fernando Lanzidei, aunque admite entre risas: “Él jugaba y yo hacía banco, por supuesto”.

Después, “por razones de la vida”, fue a parar a la Docta, donde vive desde los 15. “Ese espacio que yo tenía en Cañada Rosquín lo encontré en el barrio, así que cambié pueblo por barrio”, señala. Y allí, este padre de tres pibes, hace con los suyos lo que que su viejo hizo con él: “Cuando llegué me hice hincha y socio de General Paz Juniors, y aunque me cueste encontrar equivalencias, podría compararse con el Central Córdoba de ustedes allá en Rosario. Y a mi hijo Facundo, que por entonces tenía dos años, lo hice socio, para seguir el rito familiar, y con mis otros dos hijos, cuando cumplieron 2, hice lo mismo”.

La primera camiseta a la que se abrazó, cuando aún vivía en la pequeña localidad santafesina, fue la del Sabalero, cuyo mote –según reza su propio libro– fue puesto por sus rivales, ya que los primeros simpatizantes de la institución de la capital provincial habitaban a la vera del río Salado y eran pescadores de sábalos que vivían en condiciones humildes. “El primer partido que fui a ver fue de Colón, así que le tomé cariño”, revela el escritor, que luego simpatizó por la T por influencia materna. “Como mi vieja era cordobesa, y ese fue el año de la final Talleres – Independiente, me identifiqué con Talleres”.

Este futbolero abogado que homenajea al más popular de los deportes de nuestro país con su particular jerga, se despoja de los colores y rivalidades, y define su pasión: “En el fútbol encuentro ese sentido de pertenencia, un espacio cultural y que de modo transversal invade a toda la sociedad. Yo encontré en el fútbol una manera de mirar la realidad”, se define el abogado.

Pelota de lápiz y papel

“A los 18 años caí, no sé por qué, en un taller literario”. Con ese episodio, Fernando Seara le busca una explicación a su primera relación con la escritura. “Uno siempre saca cosas de algún lado”, argumenta el también autor del guión del corto El duende del fútbol, dirigido por el productor de programas de radio y de TV, Martin Avila.

Aquella experiencia lo introdujo en el mundo de las letras, y después necesitó de maestros como Roberto Fontanarrosa –entre otros que menciona a continuación– para hacer rodar la pelota entre sus páginas. “El Negro me marcó desde siempre, pero también tengo mucha admiración por Juan Sasturain, Ariel Scher, Eduardo Sacheri y Alejandro Dolina”. Y a estos últimos los incluye en su mediocampo ideal, allí en la zona donde se definen los partidos. “Hoy son mi línea de cuatro en el medio”, afirma el entrevistado, que se define como “un hombre con “una visión más humanista, que estuvo muy vinculado a los movimientos sociales, militando en la década del 80”.

¿Sabés cómo te dicen a vos…?

Para Fernando Seara “el fútbol argentino no sería el mismo sin gambetas y sin grandes equipos, pero tampoco sin los cuervos, quemeros, bohemios y decanos, entre tantísimos otros”. Por eso es que se le ocurrió recorrer la historia de los apodos de unos cien clubes, que eligió al azar. “El fútbol tiene un código comunicacional propio, y si bien este no es un libro semiótico ni mucho menos, no tratamos los apodos sólo desde lo curioso o lo vulgar, sino que tratamos de entender de alguna manera, cómo desde el apodo se trabaja el tema de la pertenencia, cómo surge el apodo en determinados contextos, etc”, aclara su autor, que en esta ocasión cambió de compañero de ataque (“porque mi hijo Facundo, con quien hice el libro anterior, es profesor de Historia y escribió algunos libros de otra índole”) y eligió a Iñaki, el menor de los suyos. “Se me ocurrió lo de los apodos, porque había muy poco material al respecto”, agrega.

Seara, que con esto de los apodos dedicó una publicación exclusiva con las instituciones de la provincia que lo adoptó, también llegó a orillas del Paraná para repasar las historias de los motes que llevan Newell’s, Central, Central Córdoba y Argentino.

Sobre la Lepra, relata: “Eso fue creado en la década del 20, en ocasión de un partido de fútbol organizado por el Hospital Carrasco, a beneficio de los enfermos del Mal de Hensen, y que se habría frustrado por la falta de predisposición de Rosario Central; que por tal motivo recibió el calificativo de canalla. Ante tales circunstancias, sus hinchas reaccionaron denominando leprosos a los simpatizantes de Newells”.

Pero la cosa con los de Arroyito no se queda ahí, porque también es reconocido como Academia: “Como consecuencia de haberse consagrado campeón invicto de los torneos de 1914, 1915, 1916 y 1919 organizados por la Liga Rosarina de Fútbol, el sobrenombre representó de modo figurado la capacidad de sus jugadores para impartir clases de fútbol y  prontamente se popularizó como representativo del club”.

De los clubes del ascenso, remarca que el apodo que adoptaron los hinchas del club de Tablada se originó en 1911 durante “una reunión convocada por la Liga Rosarina de Football, en la que se produjo una ríspida confrontación verbal entre Claro Arturo Charras –representante del club que por entonces se denominaba Córdoba and Rosario Railway Athletic Club– y Alejandro Berrutti, quien era miembro de la Liga y reconocido periodista de la época. Al día siguiente, Berrutti en un artículo publicado en el diario La Nota describió las circunstancias y aludiendo irónicamente a Claro Charras y a su hermano Juan Charras, que también se encontraba presente en la discusión, los nombró como Charrúas”.

El nombre de Salaítos que orgullosamente exhiben los simpatizantes de Argentino “remite a los años 20 del siglo pasado, en circunstancias que un vendedor ambulante de lupines, habitualmente ofrecía sus productos en la vieja cancha de Estación Embarcaderos, repitiendo: «…salaítos los tengo, salaítos…». Con el transcurso del tiempo, el vendedor fue conocido como “salaíto” y años más tarde el sobrenombre se hizo extensivo al club y a sus hinchas.

“La idea era agarrar clubes del Argentino A para arriba, porque sino caeríamos en un montón, que el público masivo no los conoce”, indica Fernando, quien en 2010 se metió en la locura de recorrer en su auto –y junto a su pibe mayor– más de 250 localidades cordobesas, y cuatro años después plasmó ese laburo en a su libro 470 historias de pasión y pertenencia. “Se publicó en 2014 pero se comenzó a parir en 2010. Con mi hijo Facundo, queríamos seguir vinculado a clubes como lo veníamos haciendo yendo a la cancha juntos, y un día me dijo que quería estudiar Historia, así que le propuse buscar algún tema en común, y nos fuimos a conocer todos los clubes de Córdoba. Clubes sociales, culturales, ocupados, usurpados, clubes de timba. Queríamos ver la amplia gama de clubes que ofrece Córdoba. La idea no nació con el objetivo de hacer un libro, sino de generar ese vínculo”, confiesa el escritor, quien subraya que “una vez impreso ese trabajo, volvimos a buena parte de esos clubes para compartir la experiencia, y lo militamos mucho”.

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