En Santa Fe y Paraná, retumbó la huella viva de un pasado negado con el VII Encuentro de Afroargentinos del Tronco Colonial Tambor Abuelo, organizado por la Casa de la Cultura Indo-Afro-Americana Mario Luis López y por la agrupación EntreAfros.

“La América española, fue, puede asegurarse, la que requirió una segunda raza servil, para salvar de la destrucción a los indígenas, y es cosa de hacer meditar mucho en los extraños resultados que dan las combinaciones humanas, el que la independencia de la raza blanca eliminó a la raza negra en toda la extensión del continente”, asegura Domingo Faustino Sangriento, en su libro Conflicto y armonías de razas en América, de 1883. También afirma que “el negro es incapaz de elevarse a las altas regiones de la civilización” (Viajes, 1849). El supuesto prócer argentino y “Padre del aula” es uno de los inventores de un pasado que intentó blanquear la identidad y falsificar nuestras raíces. Pero en el cordón oeste de la ciudad de Santa Fe, en el verde del Parque Garay, el domingo 22 de abril pasado, retumbó el pulso de los cueros templados y cuerpos desacatados ante las reflexiones del sanjuanino. El quilombo desatado fue parte del VII Encuentro de Afroargentinos del Tronco Colonial Tambor Abuelo, organizado por la Casa de la Cultura Indo-Afro-Americana Mario Luis López de Santa Fe y también por la agrupación EntreAfros, de Paraná. En ambas orillas del Paraná se realizaron debates, talleres y, por supuesto, candombeadas.

“Nos proponemos debatir y dialogar acerca de las posibilidades que tenemos desde la comunidad de la que formamos parte, de pensarnos desde un Nosotros, a partir de la multiplicidad de relatos, subjetividades y experiencias que se hacen presentes en nuestro territorio”, dice la declaración de la organización santafesina, liderada por la incansable Lucía Molina. “Creemos que es necesario construir y fortalecer proyectos alternativos de participación comunitaria impulsadas desde las organizaciones sociales, a fin de promover prácticas que tienda a generar transformaciones en pos de una sociedad más justa e igualitaria para todas y todos”.

La falsificación del origen

Magdalena Candioti, investigadora del Conicet UBA, advierte que sobreviven aún los conceptos que dicen: “En nuestro país no hubo esclavos o fueron muy pocos, tan pocos que ¿realmente vale la pena estudiarlos?”. O también: “Los esclavos negros murieron en las guerras donde fueron carne de cañón”. O “fueron liberados por disposición de la Asamblea del año XIII”.

“Esas formas de construcción de la memoria en torno a la esclavitud han sido revisadas por un conjunto de investigaciones que contribuyeron a reconstruir la centralidad de la población negra en Argentina (hasta mediados del siglo XIX alcanzaba entre el 30 y 60 por ciento del total del país, según las latitudes), las vías del tráfico esclavista (primero legal y, luego, ilegal), las condiciones de vida y trabajo de los esclavos y las formas de emancipación posibles”, resalta.

La doctora en Historia y licenciada en Ciencia Política, con su ponencia sobre “Esclavitud, abolición y raza en el Río de la Plata. Apuntes desde el Litoral”, abrió el viernes el encuentro de afroargentinos, en el Museo Provincial de Ciencias Naturales y Antropológicas Antonio Serrano, de Paraná.

¿Esclavitud benigna y revolucionaria?

Sobre el lento y gradual proceso en la lucha por los derechos de los afros en la región, la profesora se refirió a las esclavitudes denominadas «benignas» porque eran “signadas por los buenos tratos y la integración familiar de los esclavos”; y las libertades «otorgadas por las élites liberales y revolucionarias”.

Explicó que la Asamblea del año XIII prohíbe el tráfico de esclavos y  concede la libertad a los hijos por nacer de las esclavas. Estas disposiciones reconocieron en la esclavitud un carácter ultrajante para la humanidad y contrario a los principios liberales del nuevo sistema.

En ese marco, la investigadora Candioti destaca que “el Reglamento para educación y ejercicio de los libertos, estableció que los bebés nacidos desde el 31 de enero de 1813 no serían libres y tendrían la categoría de libertos (para el Derecho, ello significaba que eran sujetos manumitidos de una «justa esclavitud») y que, por tanto, tendrían el deber de servir gratuitamente a sus patrones (a los amos de sus madres,) hasta los 16 años las mujeres y hasta los 20 años los varones”. Así “se mantenía la separación de familias y las restricciones políticas”.

Por otra parte, mientras los revolucionarios decían que “todos tenemos derecho a la libertad, el bien más preciado” y se prohibía el traslado de los secuestrados para esclavizarlos, el comercio ilegal seguía. “La retórica del derecho natural quedaba en las leyes, por los puertos de Montevideo o Colonia del Sacramento entraban a las personas secuestradas o compradas en África para luego pasarlos por las costas del ríos Uruguay, para explotarlos en otras provincias del Río de la Plata”, señala.

Los fugados

Por su parte, el historiador Marcos Carrizo, de la Mesa Afro Córdoba, compartió en una de las mesas de exposiciones sus “Aportes para el estudio de los afrodescendientes en Entre Ríos y el Litoral”.“Es difícil estimar la cantidad de afros esclavizados, las cifras oficiales hablan de 30 a 50 mil, pero deben ser duplicadas por las no registradas y que provenían del contrabando de personas. Además de los utilizados por las misiones jesuíticas, cuyo epicentro era Córdoba”, indicó y  agregó: “Se debe atender la hipótesis sobre el alto número de esclavizados en la región, basada en las estadísticas demográficas que registran una alta población afro en Asunción, Formosa y el Chaco, surgidas en esa región africanizada con la guerra de la Triple Alianza. En ese genocidio, las tropas de Brasil, Uruguay y Argentina, como también las de Paraguay, eran integradas por muchos negros”. “En ese conflicto, la cifra mayor de caídos de las fuerzas de los tres países invasores, se producen por las deserciones y fugas de muchos soldados que luego se internaban en las selvas y se establecían”, cuenta Carrizo, quien exhibe un antiguo mapa que indica frente al puerto de Concepción del Uruguay (Entre Ríos) a una pequeña isla con el nombre de  Cambacua, lo que supone una presencia afro en ese sitio.

Barrio El Tambor 

El arqueólogo y becario de Conicet, Alejandro Richard, apuntó al pasado del barrio de Tambor, ubicado en las afueras de Paraná, pero que luego, con la expansión urbana, se sitúa cerca del centro de Paraná. En el sitio se planifican excavaciones para estudiar y conservar los restos. A partir de actas bautismales y de casamientos, se estudia la presencia afro en la capital entrerriana. En el censo 1844, que las autoridades confiaron realizar a los curas locales, se registra una población de 3.654 habitantes, con un 22 por ciento de afrodescendientes, conformado por 5 por ciento de negros y 17 de pardos.

Apaciguar y controlar

El camino de la explotación esclavista a la liberación fue largo y obstaculizado por los intereses afectados. La cuestión de perder la propiedad y servidumbre de personas era algo que no entusiasmaba a los amos. Entre los mecanismos leguleyos para “no quedar sin ese bien”, apaciguar y a la vez controlar, la llamada manumisión fue un artilugio jurídico consistente en una parodia de libertad aceptada por el amo. En esta modalidad, el mismo esclavo compra su libertad o acepta sumarse a las tropas

Y en el «rescate», que el esclavo pagaba a su “dueño”, el monto solía ser el mismo que pagó al comprarlo. En su nueva condición eran llamados «libertos», situados en un estamento inferior al de los blancos y tenían que pagar un tributo, no podían acceder a cargos públicos.

También, funcionaba el “derecho de alcabal”, especie de impuestos a las ventas de muebles, inmuebles, ganado y esclavos.

Amas de leche

Las libertas se emancipaban a los 16 años o antes si estaban casadas. Por su parte, los libertos, debían servir gratis a sus amos hasta cumplir 15 años, de manera de “alivianar la inversión” en el esclavo. Luego, durante 5 años le pagaban un peso mensual que conformaba el llamado la Tesorería filantrópica,  que suponía un “apoyo” al liberto, al cumplir 20 y emanciparse. Otra situación opresiva y explotadora se daba con los casos de “Amas de leche”. Eran esclavas que debían colaborar en el amamantamiento de los bebés de las amas, para lo cual debían descuidar a sus propios hijos, mientras también cumplían el servicio en el hogar del amo. En algunos casos, llegaban a ser violadas para que luego pudieran dar de amamantar y, a la vez “producir nuevos esclavos”.

Monteagudo, el blanqueado

En uno de los talleres, Carlos Lamadrid, de la Asociación Misibamba, Comunidad Afroargentina, retomó las críticas a la política para blanquear la historia argentina.

En un óleo realizado en Panamá a al tucumano Bernardo Monteagudo (1789 – 1825) se ve su aspecto afro. Pero, la obra del pintor Noroña (de quien no se conoce su nombre) no es la misma con la que se ilustran tradicionales textos sobre el prócer que acompañó a San Martín y Bolívar. Sucede que la historiografía oficial prefirió difundir un retrato apócrifo del dibujante Henri Stein que se difundió en un libro del historiador Mariano Pelliza, con un “claro” aspecto europeo. “Parece que la historia argentina no está preparada para recibir a un prócer que no sea blanco”, advierte Carlos. A la vez que sostiene que al hablar del “candombe uruguayo”, también se intenta tapar que también pertenece a este lado del Río de la Plata.

Candombeando

Carlos, junto a Jésica Lamadrid, coordinaron un taller de candombe, con relatos, imágenes, juegos y cantares y danzas afros. Y, mientras los concurrentes son guiados para “tocar” los cueros, forman un círculo alrededor de Jésica y Carlos, que cuentan los movimientos del cuerpo en el baile: “Se avanza en pasos cortos, porque los esclavizador llevan grilletes en los pies. Bailan casi con el cuerpo casi agachado para evitar que los vean los amos, mueven las manos sobre la cara para que no los reconozcan y llevan las manos abiertas y con las palmas hacia arriba para agradecer el compartir la danza”.

El grupo de tambores que conforman la “cuerda” está conformado por el “piano”, un tambor grande y de sonido grave que funciona como un bajo. Con él “hablan” el “chico”, de longa más fina y el “repique” que se copa sincopando.

Finalmente, en el cierre del encuentro tronaron los candombes litoraleños, porteños, uruguayos y también hubo algo de rap. Los grupos  Musicamba, Tambores Litoraleños, Roda de Samba, Bien de Bien, Salto pa’ Tras, Flores de Tipa, Old Roots y Candombe Uruguayo, agitaron la sangre de la huella afro en el Primer Festival Negro, agitando también al público, que también se animó a soltarse y moverse más libre.

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Un comentario

  1. Luciso

    07/05/2018 en 15:16

    Muy buen comentario. Al que agradezco a Alfredo Montenegro por exoresar en palabras tofo lo vivido junto a nosotros.

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