Yo no sé, no. Pedro el otro día se acordaba que una vez necesitábamos para el equipo a alguien que en el mediocampo fuera distinto. Nos habían dicho que en la placita esa de Biedma y Suipacha había uno, y lo fuimos a ver.

Al poco tiempo de empezar el partido nos dimos cuenta que el vago la dibujaba en una baldosa. Y los amigos nos decían que esperemos un ratito que te transformaba la baldosa en cerámica. Eran un poco exagerados, pero el vago te la dibujaba de lo lindo.

En ese tiempo uno ya sabía de grandes jugadores que había acá, como el Trinche Carlovich, que muchos de los que lo vieron decían que la rompía toda. Y Pedro se acuerda, aunque estaban en otro equipo, de Zanabria o el Pato Colman.

Eran tiempos en los que había muchas fábricas de cerámica y baldosas acá alrededor de Rosario, por avenida Alberdi, avenida Godoy. Era fantástica la producción que había de esos materiales.

Volviendo a la placita, Pedro se acuerda lo dispares que eran las veredas: algunas tenían baldosas bastante bien hechas, otras con un rejunto, y otras eran apenas ladrillos superpuestos que hacían como si fueran baldosas. Pero todo servía para hacer un caminito.

En ese tiempo, antes de los 70, ya había tole tole acá. Durante el Rosariazo, los estudiantes y los trabajadores se tuvieron que refugiar a los baldozasos contra la policía de la dictadura de entonces. Parece una imagen muy violenta, pero en esos tiempos si no te refugiabas en una vereda para levantar baldosas, chau, fuiste.

Y también conoció compañeros que como ese flaco de la plaza, te la dibujaban en una baldosa con los conceptos políticos, estratégicos, lo nacional y popular, un poco más de izquierda, de ser solidario. A esos tipos los conoció en la secundaria. Ellos sí te transformaban la baldosa en un mosaico lleno de historias y de sueños que a uno lo entusiasmaban.

Ahora estamos como estamos, dice Pedro. El otro día pasé por donde antes había una fábrica de baldosas y de mosaicos, y ya no quedan. Algunas se están yendo, otras traen todo de afuera. Esas fábricas que producen lo que para muchos es la mejora del barrio: tener veredas. Para los pibes, las baldosas abajo tenían vida, porque estaban los bichitos bolita, y por eso les gustaba removerlas.

Ahora, dice Pedro, hay una jornada de poner baldosas conmemorativas. Los espacios que tienen memoria van a conmemorar a los pibes que más sufrieron, a los que ya no están. Y quién te dice, en una de esas es contagioso y con la memoria de esos sueños vuelven a aparecer esas fábricas, con laburo de acá, y sobre todo, tipos que te la dibujen, que sean distintos, que te contagien para jugar como ellos. Que sean solidarios, que se saquen la marca de encima, que sean atrevidos, y que después de demostrar que hacen cualquier cosa en una baldosa, jueguen para el equipo.

Teniendo a esos tipos, va a haber patria. Y baldosas llenas de memoria.

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