Los obreros del lavadero industrial de Granadero Baigorria, vaciado y abandonado por la patronal, decidieron autogestionarse como un intento de preservar sus puestos laborales, en un marco de cesantías, cierres de comercios y fábricas en crisis en todo el cordón.

Luego de que sus patrones vaciaran la empresa –previos despidos de decenas de empleados y acumulación de una importante deuda con el personal–, los trabajadores del lavadero Textil CB, emplazado en Granadero Baigorria, han decidido conformar una cooperativa como un intento para preservar sus puestos, descartada la posibilidad de la indemnización. “No les vamos pagar, hagan juicio”, les dijeron, en un contexto en el que se suceden las cesantías y cierres de fábricas y comercios en Rosario y la región. En virtud de los incumplimientos de los dueños, la planta fue tomada desde principios de febrero y ahora va por su reactivación.

La formación de esta empresa de la economía social se concretó el pasado jueves a la tarde en una asamblea celebrada en el Distrito Siete, donde más veintitrés trabajadores del lavadero firmaron el acta fundacional de Cooperativa Americano –nombre anterior que supo tener la planta, cuando se hallaba en el centro de Rosario– y eligieron sus autoridades.

La documentación fue presentada al juez Ezquiel Zabale y, con el aval del magistrado, iniciarán los trámites en el Inaes (Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social) para retomar las actividades en el lavadero –donde también hacen gastado y rotura, según las modas– de jeans, que luego salen a la venta. Para ello, también deberán restablecer los servicios –gas y luz– cortados por falta de pagos; porque si algo hicieron los anteriores dueños fue dejar de abonar todo: salarios, aportes y retenciones, alquiler y servicios.

El vaciamiento

Ezequiel Russo, uno de los trabajadores del lavadero textil, hace una cronología del vaciamiento. Lo primero que recuerda es la venta del inmueble de Italia y Brown –en Rosario–, que era propiedad de la empresa y, por el cual, dice se llevaron unos cuantos millones de dólares: “En vez de invertir y comprar un predio propio, se llevaron la plata y alquilaron en Granadero Baigorria”.

Luego, cuenta que de los más de cien empleados quedaron alrededor de 40, luego de que se produjeran tandas de despidos de alrededor de 20 laburantes.

Asimismo se sucedían los atrasos salariales, pero –explica Ezequiel– lo soportaban porque “tarde o temprano terminaban pagando”. Hasta ahí, los trabajadores toleraban; pero la situación se agravó: “En diciembre no nos pagaron más y hacen caer la planta; porque la empresa en sí tenía ingresos. Nunca faltó actividad, los clientes estuvieron siempre y nunca se quejaron. Incluso cuando en diciembre cortan el gas, teníamos 30 mil prendas para lavar que se mandaron a otros lavaderos y los clientes nos llamaban diciéndonos que querían seguir con nosotros”.

En febrero, ya acumulaban salarios caídos desde diciembre y el medio aguinaldo. “El gerente Eduardo Salas nos decía «no tenemos plata» y le respondíamos que no era así porque veíamos que ellos estaban cobrando los trabajos. La cargaban en una carretilla y se la llevaban; y no pagaban los servicios, el alquilar, nuestros aportes”.

Esa irresponsabilidad patronal llevó a los trabajadores a tomar la planta para defender sus puestos mientras la otra parte seguía vaciando: “El año pasado cuando echaron a 20 personas, se llevaron la máquina con los servidores. Después, la trajeron y este año mandaron a un empleado de la oficina a buscarla con la excusa de que era para hacernos las liquidaciones. Las máquinas nunca más aparecieron”, narra Ezequiel.

En resumen, los trabajadores de Textil CB han recibido dinero en cuentagotas, han visto como alguno de los dueños y el personal jerárquico se llevaban mercadería y computadoras, y cómo pese a la demanda de laburo que tenían la mercadería se iba a otros lavaderos porque no tenían luz ni gas. Han escuchado promesas de que iban a llegar inversores, han tenido infructuosas negociaciones en el Ministerio de Trabajo, y también les han propuesto ubicarlos en otras empresas, lógicamente resignando la antigüedad –algunos tienen más de 20 años en la firma– y redefiniendo las condiciones laborales. En suma, todo lo que suelen hacer algunos empresarios para eludir obligaciones y responsabilidades. Como resulta de todo eso, ellos comenzaron a pensar, no sin disensos internos, en la posibilidad de la cooperativa.

Una patronal difusa

De los dichos de los trabajadores se desprende que no es del todo claro quiénes eran los dueños del lavadero. Se lo vincula con Orlando García, el dueño de las firmas de indumentaria Laundry –que por estos días ha pasado a ocupar el estratégico local de Córdoba esquina Corrientes, donde antes funcionaba Arredo– y Japón, una nueva marca, algo más sofisticada que la anterior, también con punto de venta en la peatonal y perspectivas de instalarse en shoppings. No parecen ser movimientos de un empresario en crisis, tal como se desprende de lo publicado por el portal económico “On 24” el pasado 17 de abril (“La nueva marca que llegó a la peatonal”).  Además, según los dichos de los empleados del lavadero, también serían sus dueños otro sujetos, presuntamente prestamistas y vinculados a financieras. “No son nenes de pecho, son gente acostumbrada a hacer estas cosas”, advierte, e incluso consigna que aparecen como titulares dos personas –una de muy escasos recursos y otra muy grave de salud–, que se sospecha serían dos “prestanombres”.

Con ese combo patronal de difusos contornos, los trabajadores aún mantienen algunas negociaciones necesarias. Como ya se ha dicho, no les van a pagar indemnización y la prenda de cambio serán las maquinarias al tiempo que les han pedido que Laundry y Japón les sigan enviando mercadería para procesar, al menos para poder afrontar los gastos de alquiler, electricidad y gas. “Pactamos, no está firmado, vamos a ver”, dice Ezequiel y agrega: “Después, tenemos que salir a recuperar los clientes”.

El camino a la cooperativa

En tanto vigilaban la fábrica tomada –se turnaban para hacerlo– y recibían dinero en cuentagotas, se fueron interiorizando sobre la posibilidad de conformar una cooperativa. La idea comenzó a tomar más fuerza a medida que se diluía la posibilidad de cobrar lo que les correspondía por atrasos salariales e indemnizaciones y también ante el duro escenario laboral que sufre la región. “Queremos hacer la cooperativa, no tenemos muchas opciones. Es algo que a futuro puede ser ventajoso. Además, es impresionante la cantidad de empresas que vienen cerrando y la gente que no consigue trabajo. ¿Adónde van?”, concluye Ezequiel.

Y en ese “adónde van” ellos emprendieron un camino colectivo que, pese a las dificultades que se les presentan, no deja de ser esperanzador, en tanto buena parte de su futuro depende de ellos mismos.

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