Yo no sé no. Pedro se acuerda de cuando era pibe que los viernes, cuando se iba a jugar a la pelota, su vieja le escondía las zapas y los pantaloncitos cortos nuevos. Y a veces también le escondía el cinturón, para que no juegue con el vaquero que usaba para ir a la escuela. Igual lograba escaparse, agarrándose el pantalón, porque no tenía cinto. Recuerda también a un tío flaco que le solía hacer ruido la panza, y una tía que decía: “Éste se va a tener que ajustar el cinturón para que no le chifle tanto”. Eran épocas en las que, cuando íbamos a nadar, había algunos que decían que para cruzar el Paraná, para nadar en aguas profundas, se necesitaba un cinturón para ajustarlo y que no entre agua en el cuerpo, en el caso de que uno se hunda. Nunca pude averiguar si aquello era cierto, pero lo cierto es que una vez en el campito, durante un partido chivo, apareció uno que agarró la manija de mi equipo y a la hora de patear un tiro libre se arremangaba los pantalones, como si se tratara de un cinturón. Por aquél entonces, los jugadores profesionales usaban los pantalones pegados al cuerpo. A principios de los setenta, cuando venía mal la mano, se puso de moda no usar cinturón. Los vaqueros sin cinturón, como si se tratara de una postura frente a la propuesta económica.

Hacer un nuevo agujerito en el cinturón es más que una metáfora, es un agujero real, un agujero que uno siente. Están condicionando tu futuro a más sacrificio. Pedro dice que hasta hace poco, parecía que al cinturón le íbamos a tener que agregar agujeros para adelante, para hacerlo más holgado, pero nuestros actuales gobernantes no se animan a decir que hay que pasar el invierno, pero sí nos piden que ajustemos el cinturón, que es algo inevitable.

Pedro, sin embargo, dice que es evitable porque estos tipos no te invitan a ajustar la economía familiar por un par de meses, te invitan a que ajustes el cinturón del futuro, por años. Cada agujerito a futuro por deuda, manejo del dólar y tarifas, y extranjerización de la economía, hacen que el futuro sea inviable. “El sueño es que no volvamos a tener cinturón”, dice Pedro, algo tanto simbólico como práctico. No más ajuste, y que el ajuste sea el del pantaloncito a la hora de patear un tiro libre, como un tic de que está todo bien, que nada se nos escapa, a pesar de no tener cinturones y mucho menos agujeros. Nunca más ajuste, dice Pedro, mientras se acomoda el pantalón buscando un agujerito para que no se caiga tanto.

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