La estruendosa derrota sufrida por Mauricio Macri en el Congreso se produce en medio de dos gigantescas muestras de movilización popular, la del pasado 25 de mayo y la Marcha Federal por Pan y Trabajo. La unidad del peronismo reclama en forma urgente un programa de salvataje nacional en el que no haya espacio para el colaboracionismo.

Quienes comparan al actual gobierno nacional con el de Fernando de la Rúa, y la presente coyuntura con la previa a diciembre de 2001, se quedan cortos. Al fin y al cabo, los hechos políticos con que se fue auto acorralando el último presidente radical se produjeron luego de elecciones intermedias a las que el oficialismo fue sin presentar siquiera candidato propio, algo que ofició como crónica anunciada tanto de su derrota como de la catástrofe posterior.

Que los días tumultuosos que vive Macri y su CEOcracia por estas horas sean el correlato de una victoria electoral legislativa, que el jefe de Estado aún coseche alrededor de un 30 por ciento de imagen positiva, y que tenga de su lado al establishment político, económico y mediático, sumado al Fondo Monetario Internacional (FMI), habla a las claras de que la presente crisis es mucho peor, aunque resulte imposible predecir si el derrotero macrista tendrá las mismas o similares trágicas consecuencias que deparó el final de la Alianza.

Aquella víscera, la más sensible

En el mes que se acaba de ir, el Centro de Economía Política Argentina (Cepa) se puso al hombro la faena de analizar, con datos puros y duros, la verdad sobre los tarifazos y la inflación del macrismo. Los resultados son más que ilustrativos, las cifras resultan calamitosas, y explican el humor social que Macri y sus gladiadores sienten en sus nucas, y también son indicativos de qué se puso en juego el jueves a la madrugada en el recinto del Senado.

Según el informe del Cepa, en el presente los servicios básicos demandan una porción cada vez mayor del salario, y los incrementos tarifarios desde diciembre de 2015 llegan, en algunos casos, hasta el 1.800 por ciento.

Si el bolsillo, como dijo Juan Perón, es la víscera más sensible, las tarifas de luz, gas y agua, el precio de la nafta, el transporte y los alquileres durante la gestión que encabeza Mauricio Macri son una poción maligna que la envenena.

El problema más dañino de la economía popular no es el déficit fiscal, como quiere hacer creer a la población el gobierno de los CEOs. El problema insostenible en el corto plazo es la decisión de la neo oligarquía de ponerle precios impagables a los alimentos y a los servicios básicos y esenciales.

Los datos del informe del Cepa son demoledores. La inflación acumulada desde diciembre de 2015 se acerca al 100 por ciento, mientras que los salarios crecieron muy por debajo de esa cifra: sólo un 69 por ciento en promedio.

Asimismo, los servicios públicos se llevan un porcentual cada vez mayor de los sueldos, asegura el estudio, en el que se brinda un panorama de los principales aumentos en los servicios públicos desde la llegada de Cambiemos al gobierno:

  • La tarifa de luz ya lleva un incremento acumulado de 1.400 por ciento. Para fines de 2018, la tarifa subirá aún más: un 1.800 por ciento.
  • La boleta del gas se paga actualmente 1.200 por ciento más, y en diciembre de 2018 la suba acumulada alcanzará el 1.520 por ciento.
  • Los alquileres sufrieron aumentos superiores al 400 por ciento.
  • Los peajes aumentaron el 340 por ciento.
  • El pasaje de colectivo en la Capital Federal subió un 232 por ciento hasta junio de 2018.
  • Las naftas se incrementaron más del 100 por ciento.

Según el informe del Cepa, la pérdida del poder adquisitivo salarial que se derivó de los incrementos salariales por debajo de la ratio inflacionaria es alarmante: la proporción del salario destinado al pago de los servicios públicos creció de manera abrupta, obligando así a la familia a recortar gastos por otro lado para poder hacer frente a los tarifazos:

  • Las facturas de luz, en diciembre de 2015, representaban un 0,3 por ciento del salario promedio. En 2018 pasó a ser el 3 por ciento de los ingresos.
  • La boleta del gas, cuando asumió Macri, representaban en promedio el 1 por ciento del salario de un trabajador, y ahora se lleva el 7,9 por ciento de sus ingresos.
  • En los alquileres, la incidencia sobre los salarios es mucho mayor. En diciembre de 2015 representaban el 12,7 por ciento de un salario promedio. En la actualidad, el alquiler se lleva más de un cuarto de los ingresos de un trabajador, el 26,1 por ciento.

Que ni Esteban Bullrich, el primero en defender los tarifazos, ni mucho menos Luis Naidenoff, que fue quien cerró el debate insistiendo, 30 meses después de asumir, con la pesada herencia recibida, hayan podido responder con solidez las críticas a la salvaje política de precios de Cambiemos, subraya dos cuestiones: los límites del parlamentarismo y el ya inocultable objetivo de engrosar los balances de las empresas concesionarias de servicios públicos.

La última es esperable, la primera pone en crisis la idea de que desde el Congreso pueda darse la batalla contra el saqueo estructural que lleva adelante el régimen macrista.

Voces y votos en la madrugada

Como ocurrió con el debate de la Ley Emergencia Ocupacional, la discusión en torno de retrotraer los tarifazos y atarlos de ahora en más a la evolución de los salarios, el miércoles pasado en el Senado se pusieron muchas más cosas en juego que el mero texto o la aprobación del proyecto.

La partidocracia le da un lugar preeminente al Congreso, sugiere que los debates que allí se realicen impactarán en la realidad, haciendo que el Pueblo sea representado fielmente y que el Ejecutivo escuchará el clamor popular en boca de sus representantes.

Pero lo cierto es que en una democracia formateada a imagen y semejanza de los modelos neocoloniales, basta con que un número apreciable de representantes rompa el pacto con sus representados para que esa ilusión se evapore como charco en verano tropical.

Ni hablar de lo que un Ejecutivo como el que encarna Cambiemos puede llegar a acatar de los mandatos de las mayorías parlamentarias, y el veto de Macri firmado antes de ser aprobada la ley de freno a los tarifazos así lo prueba.

“Nosotros no estamos discutiendo el poder. Lo vamos a discutir dentro de un año y medio. Quédense tranquilos”. Las palabras de Miguel Pichetto, seguramente sin proponérselo, resonaron en la bóveda de la Cámara alta como lo que son: la clave que demarca la frontera entre la oposición que necesita el pueblo argentino y la que le garantiza gobernabilidad a la nueva oligarquía.

Justamente el senador rionegrino, que no ganó jamás una elección por sí mismo, confiesa que para él la disputa por el poder se da exclusivamente en comicios.

El problema es que, además, lo vociferó en el marco de otra confesión, al arrepentirse de haber acompañado la votación a favor de la resolución 125, hace diez años, lo cual consideró un error porque, precisamente, el Gobierno de entonces, que conducía la senadora que estaba sentada a pocos metros de su banca, se metió a disputar poder. Qué ocurrencia esa de disputar poder, pudiendo disputarse apenas la #gobernabilidad”, ¿no?

Pichetto mostró los dientes, sin embargo. Con la astucia que le proporciona años de oficio parlamentario, arrojó en la cara de los congresistas macristas y sus aliados radicales y carriotistas las miserias que forzaron el debate sobre el criminal esquema tarifario que defendían.

Mostró con habilidad que los primeros estertores salieron de las cuevas de Elisa Carrió, del paisaje cordillerano del gobernador Alfredo Cornejo, les mostró más de una decena de artículos de diarios hegemónicos que así lo probaban.

El del miércoles y la madrugada del jueves fue un debate denso, con sustancia, exhibió en los discursos de varios de los senadores y las senadoras intervinientes la médula de dos modelos de país enfrentados. Sin embargo, en el caso de los defensores de las políticas del régimen, la superposición de discursos, lejos de rebatir los argumentos nacionales y populares, ayudó a la dispersión y mostró cómo se elude confrontar con la realidad sólo a partir de sofismas.

CFK, por ejemplo, desenmascaró la mentira flagrante que acordona a todo un gobierno de cipayos. Hizo reconocer a la inválida política Gabriela Michetti cómo engañó al electorado con argumentos diametralmente opuestos a los que hoy usa su Gobierno. Su cara desencajada, dura, apenas contenedor de la rabia que le provocó ese derrumbe del montaje de posverdad que acoraza a la administración Cambiemos quedará grabada para la posteridad.

Cristina fue directo al hueso: “Quisiera abordar la sesión con lo que considero el verdadero problema: hoy hablamos de tarifazos, pero estamos hablando de uno de los cinco precios relativos de la economía: dólar tarifa, tasa de interés, salario y precio de los servicios. Y esto es muy importante, porque si uno observa el precio o el estado de estos precios relativos de la economía es catastrófico”.

Y en otro tramo, la ex presidenta le sacó la careta al modelo de Cambiemos: “El Gobierno no pudo controlar una corrida cambiaria, pese a que llegó a tener 62.000 millones de dólares en el Banco Central, y más allá de que esas reservas eran producto del endeudamiento”.

El cierre del debate le correspondió a otro perdedor compulsivo de elecciones, el formoseño radical Luis Naidenoff. Como si no hubiera escuchado las andanadas de metralla que dispararon Pichetto y CFK, el jefe de la bancada de Cambiemos le habló al peronismo desde lo más cínico que puede ofrecer la política: “Destruyeron todo, dejaron déficit, inflación, destrucción de estadísticas y pobreza”.

Como si no formara parte de la fuerza polìtica que en dos oportunidades dejó desamparado y de rodillas al Pueblo argentino a partir de crisis económicas y sociales sin precedentes, bramó: “Ustedes tienen que hacerse cargo del país que dejaron. Nosotros nos hicimos cargo, con la mirada puesta en la Argentina real, y con la convicción de contener de abajo hacia arriba”.

En otro pasaje de su infame discurso, Naidenoff narró un relato desquiciado: “Ustedes eligieron otro camino, y tienen que hacerse cargo de la disciplina y el silencio. De los 12 años del colapso energético tienen que hacerse cargo, porque ustedes sabían las consecuencias de pisar tarifas, de subsidiar indiscriminadamente, de perder el autoabastecimiento energético”.

Nada de los aportes en términos de cifras de producción de petróleo y gas, nada de lo que representó la renacionalización de YPF, nada de lo que les enrostró Cristina a Michetti y Naidenoff por haber votado en contra de ese retorno patrimonial sirvió de algo. Los límites del parlamentarismo quedaron desnudos, como el rey que hoy representa Macri, después de vetar a favor de las corporaciones concesionarias y en contra del bolsillo de millones de argentinos.

La calle y el clamor popular

Por cierto, la combinación de aprobación de la ley antidespojo y veto presidencial constituye una derrota indiscutible para el polo de poder dominante. Todo el proceso que concluyó con el brusco enfrentamiento entre el peronismo “razonable” y el Gobierno muestra a las claras que esa derrota dejará heridas que tardarán tanto en cicatrizar que tal vez el macrismo se quede sin tiempo.

Las relaciones del oficialismo con la principal fuerza opositora se ven muy bien reflejadas en título de una nota publicada este viernes 1º de junio, por el diario La Nación: “Después de vetar la ley de tarifas, Macri endureció su postura con el peronismo”.

En ese artículo, ilustrado con una foto en la que el mandatario nacional pasa revista a los Gauchos de Güemes junto al gobernador salteño Juan Manuel Urtubey y un jefe militar del arma de Caballería, se puede leer en el primer párrafo el intento de mostrar la imagen de un Macri enojado y, a la vez, con fuerza como para que ese enojo no mueva más a carcajadas.

Fechado en Cachi, Salta, el periodista Santiago Dapelo escribió: “El enojo fue evidente. Indisimulable. En el centro de este pueblo colonial donde viven 6.000 habitantes, una de las principales atracciones del Valle Calchaquí, a 2.300 metros de altura, el presidente Mauricio Macri golpeó la mesa y mandó un mensaje claro, nítido, a los gobernadores peronistas, a los que acusó de «irresponsables». No habrá ruptura, pero el malestar fue elocuente”.

El jefe de Estado cargó contra gobernadores y senadores peronistas: “¿Para qué lo hicieron? ¿Querían hacer una demostración de poder? Sabemos que tienen mayoría en las Cámaras, pero el poder lo tiene la gente. Los argentinos hicieron un cambio, no quieren volver atrás, van a ir hacia el futuro y tenemos que colaborar todos”. Sólo una persona cegada por la derrota puede postular a las víctimas del tarifazo como una masa que –teniendo el poder– quiere enfrentar a quienes la defienden y apoyar a quien les aumenta las tarifas.

A la hora en que se leían esos párrafos, las columnas de la Marcha Federal organizada por los movimientos sociales hacía su ingreso a la metrópoli, mostrando los efectos de las criminales políticas de ajuste y saqueo.

Justamente, la derrota parlamentaria se dio entre dos multitudinarias marchas. La que el pasado 25 de mayo congregó a alrededor de un millón de personas, y esta Marcha Federal por Pan y Trabajo, que tuvo su cierre este viernes en la Plaza de Mayo.

Lo que piden los movimientos sociales es lo que este Gobierno de malandras le ha arrebatado a las grandes mayorías. Y también, como remarcó en su paso por Rosario, Esteban Castro, de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (Ctep): “Desde La Quiaca viene bajando un grito que dice «¡Pan trabajo, el Fondo al carajo!», y mañana (por el viernes) se lo vamos a decir a Macri en la Plaza de Mayo”.

El dirigente agregó: “El Gobierno no tiene idea de lo que pasa en nuestro pueblo”.

Lo que exigen el Movimiento Evita; la Corriente Clasista y Combativa; la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular; Barrios de Pie; el Movimiento de Trabajadores Excluidos; el Movimiento Indígena Campesino; La Dignidad, y La Poderosa, entre otras organizaciones, es la aprobación de las leyes de Emergencia Alimentaria, de Infraestructura Social e Integración Urbana para los barrios populares, de Prevención de Adicciones y de apoyo a la Agricultura Familiar.

Tras la derrota, Macri huye hacia adelante, como siempre hace la derecha en el poder, poniendo al país al borde de un estallido sin precedentes, incluso comparando el presente con finales de 2001:

  • En nombre de la “austeridad y transparencia para el ahorro”, los ministros de Hacienda, Nicolás Dujovne, y Modernización, Andrés Ibarra, anunciaron recortes que incluyen el congelamiento de los ingresos de empleados públicos por dos años, la rebaja de los convenios de asistencia técnica con Universidades y una revisión de las estructuras de entes descentralizados, entre otros ajustes.
  • La Cámara Federal vinculó la muerte de Alberto Nisman con su denuncia a CFK, volviendo a sacar del freezer al fiscal en un momento de crisis del Ejecutivo, y confirmando el cogobierno de la Casa Rosada, Comodoro Py y los grupos mediáticos hegemónicos.

En la nota de La Nación, se señala un dato inquietante: “Cerca de Macri advirtieron: «No nos vamos a pelear (con el peronismo), pero guardamos los datos de cada uno»”. La reacción de Urtubey fue: “Es razonable que Macri tenga bronca con el peronismo”. Está claro qué peronismo es el que la Patria necesita en esta coyuntura.

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