
El soleado domingo 27 de mayo, la Feria Internacional del Libro de Rosario dio puertas un poco antes de las 14 con gran cantidad de público esperando desde rato antes en la explanada del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa. Hay que decir que el resto de la city rosarina a esa hora es poco menos que un desierto, ése y cualquier otro domingo. Pero es claro que la gente está dispuesta a las propuestas culturales, aun en horas y lugares con contextos inertes, dicho esto por el restringido movimiento comercial que se nota, cada vez más, en la ciudad.
Además del libro de Víctor Hugo Morales, a primera hora de la tarde se presentaba esta obra de géneros cruzados, porque Mine y el tiempo. Una aventura puede comenzar en tu ventana de María Belén Campero y Fabricio Caiazza, se inscribe simultáneamente en el género del cuento infantil ilustrado y en el relato didáctico para filosofía con niños y niñas. De hecho, es el primer material publicado localmente con estas características dentro de la disciplina.
Dando cuenta de la hibridación de los mundos académicos y literarios, la presentación del libro estuvo a cargo de Soraya Tonsich, profesora, filósofa y bailarina, Irene Macera, ilustradora y doctora en Ciencias de la Educación, y Rosana Guardalá, profesora en Letras, escritora y poeta.
La sala del primer piso del Fontanarrosa estuvo colmada de gente, incluido un parvulario de niñez correteando entre las sillas, de contenidos profundos y de emociones. Las tres devoluciones de las comentaristas fueron muy precisas, tanto que sería difícil sintetizarlas sin que perdieran el impacto que tuvieron al ser formuladas allí, mientras se asistía al alumbramiento de Mine y el tiempo, un relato infantil que es, como dijo alguna de las presentadoras, una “interpelación a nuestras infancias”.
Además, hubo un momento para la intervención del público durante la cual uno de los niños comunicó su inquietud por el protagonismo de las hormigas en el cuento, mientras que una mujer destacó la importancia de las palabras.
El encuentro tuvo cierre musical a cargo de Nehuén Fosarelli –tallerista de RIO: Rondas para Idear con Otros, uno de los talleres de filosofía de Cosas invisibles– en violín, y de Julia Lamas y Javier Müller que forman Binomio Fantástico.
Lo que quedó flotando junto a la música es que en un pequeño texto ilustrado puede encerrarse (o, más bien, abrirse) la belleza poética, aquella que no le falta a muchos filósofos –de Baruch Spinoza a Jacques Derrida o Alain Badiou– y la provocación política de plantear preguntas, incertezas: desplazamientos que son potencias de transformaciones inesperadas.
Sobre Cosas invisibles y su proyecto editorial
Cosas invisibles es un grupo de trabajo autogestivo integrado por María Belén Campero y Romina Gianfelici. Reunidas desde 2014, buscan promover espacios cooperativos para la creación y el disfrute de sentidos a partir de la práctica y apropiación de los recursos de la filosofía, la literatura, el juego y el diálogo.
Con ese horizonte diseñan y coordinan talleres de filosofía, sin requisitos de alfabetización y de forma gratuita, en bibliotecas populares, centros culturales y hospitales públicos, con propuestas dirigidas a niñas y niños, adolescentes y adultas y adultos.
El primer taller se llamó Filosofía entre Cuentos y en 2016 se convirtió en el programa RIO, ambos orientados a niñas y niños. A partir de 2017 ampliaron la edad de las y los destinatarias/os a jóvenes, adultas y adultos con Colloquium; incluyendo a docentes con el taller de formación e introducción en la práctica filosófica El pensamiento en movimiento.
El descubrimiento de las potencialidades de la praxis habilitó a Cosas invisibles esa multiplicidad de propuestas e implicó la construcción de nuevos espacios de intervención, es el caso de PliF: Pequeño laboratorio de investigación filosófica en hospitales públicos, que implicó el planteamiento de nuevos objetivos como el de la promoción de la salud, estimulando el ejercicio de hacer preguntas, fomentando el pensamiento crítico y reivindicando el valor de la palabra.
En el marco de esos talleres surgen constantemente nuevos dispositivos y recursos de invitación a la problematización filosófica que hoy son, por ejemplo, un juego de dados para contar historias –los Cubos aventureros– y el proyecto editorial en el que se enmarca la creación de Mine y el tiempo.
Ediciones Cosas Invisibles acompaña los fundamentos del grupo y pretende religar la filosofía con la vida y la cotidianidad, propiciar oportunidades de encuentro, promover inquietudes filosóficas y el placer de la lectura.
La idea es recuperar y acercar, con cada texto publicado, algo de la inmensa riqueza que emerge de la reunión de cada comunidad de indagación, para convertirla en recursos de invitación a la problematización atractivos e inquietantes tanto para niñas y niños como para sus familiares, cuidadoras y cuidadores, y/o docentes.
Ediciones Cosas invisibles recibió en 2017 el apoyo a industrias culturales de Espacio Santafesino y el jurado fundamentó la selección del proyecto argumentando que “se trata de una propuesta que explora un terreno novedoso en un cruce entre filosofía y literatura para niños”, destacando “las redes de inserción con las que cuenta en la comunidad en donde se desarrolla y sus posibilidades de expansión”.
Sobre el libro y su proceso creativo
El libro cuenta la historia de Mine, una niña de 9 años. Una aparición inesperada la sorprende una mañana, y ella se apresura a iniciar una investigación. Una cámara de fotos, su mamá y Rosa, la vecina, colaboran con la pequeña detective.
Mine explora el mundo y cuestiona las formas del tiempo: ¿qué es?, ¿puede usarse?, ¿medirse?, ¿controlarse?
Mine y el tiempo es, según la descripción de una de las presentadoras, un “libro experiencia”, una invitación a descubrir inquietudes propias, a no dejar de asombrarse y de hacer preguntas, especialmente aquellas que pueden resignificar y revalorizar la vida cotidiana: una aventura puede empezar al asomarse por la ventana.
La obra es producto de un trabajo en equipo que integraron la escritora, María Belén Campero, y la editora, Romina Gianfelici, que coordinaron el proceso; la fotógrafa, Inés Martino, que registró las jornadas durante las cuales las actrices –Camila Ingrassia y Mabel Pedrón– interpretaron el cuento; y el ilustrador y diseñador, Fabricio Caiazza, que tomó las escenas fotografiadas como base de sus dibujos. Todas las participaciones se entramaron para la construcción común de la historia. Las diferentes lecturas siempre estuvieron presentes y fueron protagonistas de cada cambio y decisión sobre el libro en su conjunto.
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