Ya es de madrugada y son miles, más de un millón, dicen las mujeres que ponen el cuerpo al frío y la hora de descansar se aleja. La transmisión en vivo desde la Cámara de Diputados, las redes sociales, los celulares y los encuentros multitudinarios están prendidos fuego: son las vigilias en todo el país hasta que se vote la legalización del aborto, hasta que sea ley. Mientras que la zona del Congreso de la Nación explota de mujeres del bando del pañuelo verde, en Rosario también hay aguante. Ya sea en puntos de encuentro o en las casas, yendo y viniendo en la calle, o en algún bar compañero, se siguen destapando porrones, recalentando pizzas, descorchando vinos, calentando el mate alrededor de un mismo fogón color verde intenso, mientras los legisladores hacen el debate histórico.

El sol del 13 de junio salió al mismo tiempo que más de 30 colectivos unieron Rosario con la Capital Federal. Miles de rosarinas se sumaron a la masa que será la foto de mañana: un millón de personas, un millón de mujeres, de cuerpos gestantes, dejando en claro que afuera del recinto la discusión ya está saldada y ganada. En Rosario está pasando al momento de escribir y publicar esta nota y seguramente en todos los rincones del país: cada par de ojos prendido al debate en el Congreso es una trinchera por el aborto legal.

Los primeros puntos de vigilia, al menos los registrados por este medio, comenzaron a concentrar a las 16. La Facultad de Humanidades y Artes se copó enseguida. Fue la sede de la Campaña por el Aborto Seguro, Legal y Gratuito y pese al frío, el hall y el patio, la calle, la vereda, estaban repletos de, sobre todo, jóvenes que sabían dónde tenían que estar.

Foto: Andrés Macera

El bar de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales también fue un punto de encuentro. La pantalla gigante, el mate y café calentitos protagonizaron la vigilia en la que sobre todo predominó la atención al debate, una atención que se rompía sólo con los aplausos por cada voto a favor y con risas y exclamaciones a los fundamentos en contra. Como en cada lugar, eran más las pibas; pero no faltaron los varones, muchos con el pañuelo verde. Las mesas del bar se mantuvieron sobre todo amontonadas, como si, más grande o más chico cada grupo, todos y todas estaban, primero y principalmente, juntos.

Foto: Lucía Greco

 

Es muy probable que, al momento de publicar esta nota, la casa del Ateneo John William Cooke continúe oliendo a guiso. Las latitas ya deben haberse acumulado y el chocolate caliente volvió a la hornalla para salvar el frío de la noche y seguir tirando (sí, hasta que sea ley). La Cooke se llenó de pibes y pibas de todas las edades, y se pasó la tarde y la noche meta amistad, correteo de niños y niñas, y el plato caliente. Primero con mates, chocolatada y galletitas, después con un guiso potente, vino y porrón. En ese primer piso de 27 de febrero, todo giró en torno a la pantalla gigante y las estufas, una que otra frazada o un acurrucamiento con tu chica favorita.  

Foto: Lucía Greco

 

El Distrito 7 no dio a basto: ni las mesas, ni el piso, ni los rincones. El bar de Lagos y Córdoba tuvo feria y pizzas, más de una cayó con su bolsa de dormir, el glitter, los labios violetas. Por el lugar y la pinta, podría haber faltado la cumbia; pero nadie la necesitó. El D7 fue la vigilia fiesta, el after después de las facultades, el laburo o tu casa; el reparo contra el frío, el refugio-trinchera. Los aplausos se hicieron eco con fuerza y cuando no hubo que escuchar, o no se quiso escuchar al “pro-vida”, la amiga de al lado, el saludo a una mamá y la porción de pizza oficiaron del mejor escape.

Foto: Lucía Greco

También estuvo la calle. El pañuelo verde en los cuellos de las pibas entrando a la rotisería. Los grupitos de adolescente o jóvenes atravesando el centro, como si fueran de vigilia en vigilia, vino en una mano, esperanza en la otra. En Buenos Aires las calles se taparon de chicas atentas, envueltas en frazadas, bolsas de dormir, el cachengue del escenario. Pasan las horas y los oradores: una diputada compara mujeres con perritas y otra habla de los traumas post-aborto; una santafesina pide que se termine con la hipocresía y recibe los aplausos de Rial y Lali Espósito; el hijo de un ex presidente cede su voz para dársela a su amiga que abortó; el presidente de la Cámara  pide que se achique la lista de oradores, dice que quedan cien, que pensando en el frío y las que están afuera mejor terminar a una hora prudente. Nadie piensa en la hora prudente. Porque en esa calle, en esta reunión, las puertas abiertas del bar, el guiso que queda en la olla, el chocolate recalentado, toda la vigilia aguanta, tira, ya no tiene apuro, porque el tiempo es ahora.

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