Cambiemos se apresta a encarar el tramo más dramático de su plan de entrega del patrimonio nacional. El movimiento obrero y parte de la oposición plantean confrontar. El Presidente prefirió celebrar el infame acuerdo con el FMI antes que soportar los reclamos en Rosario.

Mucho se habló y chanceó acerca del recule en chancletas del Presidente, quien luego de anunciar su visita a Rosario para celebrar el Día de la Bandera, desistió para, según diversas fuentes oficiales, aportar a la paz, presuntamente jaqueada por manifestantes que en el mejor de los casos estarían a más de doscientos metros del palco de autoridades.

En el colmo del cinismo, el ministro del Interior Rogelio Frigerio, a través de un comunicado, expresó: “Con motivo de haber recibido notificaciones de los responsables de la seguridad presidencial y del gobierno de la Provincia de Santa Fe donde se indicaba que se debían reforzar las medidas de seguridad para evitar la posibilidad de que se generen disturbios en las calles de Rosario de organizaciones políticas, se suspenderá mañana la asistencia del Presidente a esa Ciudad para la celebración del Día de la Bandera”.

El funcionario político agregó, en busca de cómplices: “Hablamos con el gobernador Miguel Lifschitz y coincidimos en que lo mejor es dejar que los vecinos rosarinos puedan disfrutar con tranquilidad de los festejos patrios”.

Está claro que Mauricio Macri no viajó a Rosario porque no puede enfrentar a quienes viene perjudicando desde el día en que asumió. Jubilados, pequeños empresarios, comerciantes, usuarios de servicios públicos víctimas de los sucesivos tarifazos, desocupados, la lista es abundante y redundante.

A mediados de 2017, en los estudios de Infobae, Cristina Fernández de Kirchner, como candidata a senadora nacional, le señaló a Luis Novaresio: “Durante ocho años goberné para todos los argentinos. Para los que me querían, para los que me respetaban, y también para los que me agredían e insultaban como nunca se hizo con ningún presidente en la historia”.

Si el preguntador hubiese aprovechado la entrevista a la ex mandataria despojándose de sus prejuicios antiperonistas, esa frase debiera haberle explicado la ausencia de Macri este último 20 de junio, sin necesidad de preguntárselo a la intendenta Mónica Fein, a quien un lapsus le impidió pronunciar el apellido Calcaterra.

Porque, en tren de echar luz sobre la magna ausencia, el mismo día de la defección presidencial, la principal funcionaria del Palacio de los Leones fue interpelada por Novaresio en una charla telefónica radial.

Los balbuceos de la jefa municipal socialista fueron a propósito de la pregunta del entrevistador rosarino en torno de las obras inconclusas de reparación del Monumento a la Bandera en el 40º aniversario de su inauguración, tareas que debía llevar adelante el consorcio que presidía Ángelo Calcaterra, primo hermano de Macri.

Calcaterra hace poco vendió Iecsa, la constructora que ganó la licitación, seguramente sin influencia alguna del poder concedente, el Gobierno nacional. Una sola repregunta, o la ayuda de Novaresio pronunciando ese apellido esquivo hubiera permitido a la audiencia entender por qué Macri no gobierna para todos los argentinos, para los que hicieron campaña por él aún sabiendo quién era, y para quienes siguen encubriendo lo que nunca dejó de ser.

Si algo saben Fein y el ex conductor de la mañana de Radio 2 es que Néstor y Cristina Kirchner nunca dejaron de enviar fondos y de reparar las cosas que el socialismo dejaba derrumbar, como el sector de Parque España que se vino abajo durante la gestión de Miguel Lifschitz y fue reconstruido gracias al aporte de fondos nacionales, pese a la desidia de las dos administraciones que encabezó Hermes Binner, quien no tomó la precaución de apuntalar los muelles podridos del viejo puerto rosarino, provocando el colapso de la explanada, que no fue una tragedia con muertos sólo merced al mal clima.

Los dos reportajes a mujeres de la política llevados adelante por Novaresio con pocos meses de diferencia aportan a cuestiones centrales de la actual coyuntura y de la construcción del mito de la “Corrupción K”, surgido y fogoneado desde usinas mediáticas y políticas de las que no son ajenas ni el reportero ni Fein.

Durante la entrevista de campaña de 2017, CFK le espetó a su interlocutor una definición taxativa: “Yo quiero saber quiénes son, además del ingeniero (José) López (secretario de Obras Públicas durante mi gestión), los responsables de lo que pasó. El dinero que el ingeniero López tenía en su poder, alguien se lo dio. Y no fui yo”.

Ni en aquel, ni en momentos ulteriores, Novaresio se vio urgido por despejar periodísticamente esa tremenda, medular incógnita. En favor del rosarino, cabe decir que la Justicia Federal tampoco, porque es inminente el juicio oral al hombre de la valija y, no obstante, durante la instrucción de esa causa los nombres de los aportantes del contenido de la maleta y bolsos secuestrados en aquella noche del convento no han salido a la luz.

Durante doce años y medio, el socialismo –primero en Rosario y después desde la Gobernación santafesina– se llenó la boca hablando de la corrupción del kirchnerismo, pero desde diciembre de 2015 parece poco proclive a ponderar los gravísimos episodios en que se ve envuelto Cambiemos a cada paso que da, sea respecto de la obra pública o en cualquier área. Cada quien sabe a quiénes quiere como enemigos y a quiénes desea preservar, pero la obra de restauración del Monumento está detenida, y en eso nada tiene que ver la “Corrupción K”.

Macri no fue a Rosario porque tenía que hacer cosas que le resultan más placenteras, en términos ideológicos y de negocios: anunció –nada menos que un 20 de junio– la aprobación del acuerdo con el FMI.

Ése sí fue, para el Presidente que asumió sin jurar por la Patria, un hecho para celebrar. Y lo expresó en clave cipaya: “¡Buenas noticias! La Argentina vuelve a ser mercado emergente y se abre a la llegada de capitales externos”. Con ese posteo en las redes sociales, el mandatario reafirmó para quiénes gobierna y para quiénes no.

El paro que se viene y la oposición que se necesita

En apenas 48 horas, los gremios más poderosos del país llevarán adelante un paro nacional que se convertirá en un categórico rechazo al plan económico de Macri y sus asociados radicales y carriotistas.

El lunes 25 se espera que la medida de fuerza convocada por la CGT, aún sin movilización, sea una nueva cachetada al sistemático programa de saqueo que viene llevando adelante un gobierno que parece dispuesto sólo a cerrar los multimillonarios negociados que le permite el ejercicio del poder, gracias al blindaje mediático y judicial de que dispone, al cual, por decisión del establishment, desde hace unos meses se ha incorporado el Fondo Monetario Internacional (FMI).

A la histórica central obrera la acompañan las dos CTA, conducidas por Hugo Yasky y Pablo Micheli, quienes están transitando un proceso que pretenden lleve a la reunificación.

La huelga dispuesta por la conducción de la CGT pinta como una dura demostración al Gobierno de lo que le espera en términos de confrontación ante el ajuste que se avecina por el acuerdo con el FMI.

La reforma laboral que pretenden Macri y el organismo financiero global será uno de los escollos que el movimiento obrero estará obligado a poner en el camino del saqueo completo de las conquistas sociales que el pueblo trabajador acumuló durante décadas.

Como sostuvo uno de los integrantes del triunvirato cegetista, Juan Carlos Schmid, “las medidas que se están tomando provocan mucho crujido social y está muy claro en los indicadores sociales y económicos”.

El dirigente de Dragado y Balizamiento agregó: “Creo que va a ser una protesta que va a ir más allá del encuadramiento sindical y me parece que también van a participar otros actores”.

Pero para que la confrontación con el modelo de país que quiere Macri tenga algún grado de éxito, es preciso que la oposición cierre filas y se proponga seriamente determinar los límites que tiene la entrega del patrimonio nacional.

El martes pasado, las bancadas de Cambiemos, el Frente Renovador y Argentina Federal en la Cámara de Diputados de la Nación se negaron a dar quórum, impidiendo que se realice la sesión especial impulsada por el bloque del Frente para la Victoria-PJ (FpV-PJ), el Movimiento Evita y la izquierda para exigir que el acuerdo con el FMI pase por el Congreso.

La oposición, de esa manera, perdió una inmejorable oportunidad de ponerle límites al macrismo, precisamente un día antes del anuncio de la llegada del primer tramo de los 50 mil millones de dólares con que el Gobierno vuelve a endeudar a la Argentina.

Como recordó el jefe del bloque del FpV-PJ Agustín Rossi, al acusar al gobierno de Macri de evitar la discusión del ajuste que deparará el acuerdo con el organismo financiero internacional, no se trata de un jueguito: “No estamos hablando de la tasa de intereses, ni del monto ni de los meses en que se va a devolver. Lo que estamos hablando y el gobierno no quiere claramente discutir, ni quiere que se sepa, son los condicionamientos que pone el FMI para otorgar el crédito”.

En forma más específica, la diputada nacional Gabriela Estévez sentenció: “El gobierno quiere manotear los fondos de la Anses para pagar intereses de la deuda. Nada de lo que venga del FMI va a ser utilizado para el desarrollo productivo. Esa es la discusión que no pueden dar. Por eso se esconden. Por eso las bancas vacías”.

Las bancadas del FpV-PJ, el Movimiento Evita y de la izquierda, el Partido Obrero y el Partido Socialista de los Trabajadores se quedaron solas, sin poder concretar una sesión especial que, además de repudiar las exigencias del FMI para otorgar el empréstito y exigir que el acuerdo pase por el Parlamento, pretendía convocar al ministro de Hacienda Nicolás Dujovne para que sea interpelado.

Cuando se proclama la unidad, es notable el énfasis con que algunos vetan nombres, estilos, colocándolos en un pasado al que sería necesario superar. Y está claro que sin un programa en el que queden expresadas las consignas básicas de todo proceso nacional y popular, la unidad no sólo no garantizará una victoria en 2019, sino que acercará a la Nación al abismo del cual el peronismo, entre 2003 y 2015, había logrado alejar.

Con nombres apellidos, los gobernadores de San Juan, Sergio Uñac, y de Tucumán, Juan Manzur; el líder del Frente Renovador Sergio Massa y su referente Felipe Solá, y el titular de Argentina Federal Pablo Kosiner, entre tantos otros, deberán decidir si se ponen al hombro junto al resto del peronismo la responsabilidad política de ser, junto al movimiento obrero, el gran dique de contención que detenga la ola de entrega que configura el macrismo desde hace más de 30 meses, o se pliega al dispositivo que se quiere llevar puesta a la Patria dejando a las grandes mayorías sin esperanzas y sin futuro.

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