El derechista Iván Duque ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales con el 54 por ciento de los votos. Hombre de Álvaro Uribe, su posición ante la guerrilla pone en serio riesgo la pacificación. El candidato de izquierda Gustavo Petro alcanzó el 43 por ciento. El establishment festeja.

“Yo voto el que diga Uribe” era la frase que repetían muchas colombianas y muchos colombianos al ser consultados durante los días previos a las elecciones presidenciales del 27 de mayo. Y Álvaro Uribe, el ex presidente ultraderechista, guerrerista y con lazos con los paramilitares, enemigo de los acuerdos de paz, señaló a Iván Duque, un abogado y joven senador de 41 años, poco conocido y con mera experiencia política.

“Con Duque se alinearon quienes quieren desmontar el Acuerdo de Paz para asegurar su impunidad e impedir las reformas, los ladrones de cuello blanco en todas sus presentaciones partidistas, los culpables de los más escandalosos procesos de corrupción Durante décadas, el país fue gobernado por el poder fáctico de empresarios, financistas, militares, narcotraficantes (o todo junto)”, señaló el economista y docente universitario colombiano, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE), Camilo Rengifo Marín, en su nota publicada en el sitio Estrategia, “El establishment colombiano respira y la pacificación peligra: Duque será el presidente”.

“El movimiento popular, las propuestas alternativas y los demócratas que defienden la solución política, se encontraban en una gran dispersión y desarticulación, mientras millones de ciudadanos eran desplazados, desaparecidos, asesinados para evitar los cambios”, agrega Marín.

La grieta colombiana quedó expuesta una vez más. Petro hizo una elección histórica con una propuesta progresista, de redistribución de la riqueza y pacificación. Y aunque no le alcanzó para ganar, los analistas coinciden en que marcó un antes y un después en la política de ese país. “Gustavo Petro y su Colombia Humana representa mucho más que un fenómeno electoral. Indudablemente, en Colombia, podemos decir que ha tenido lugar el nacimiento de una nueva identidad política en esta etapa posconflicto”, señalan Alfredo Serrano Mancilla y Gisela Brito en la nota publicada en Página/12 bajo el título “El uribismo frente al cambio”.

En un país de 49 millones de habitantes, con un 27 por ciento de pobreza extrema y primer productor mundial de cocaína, Petro propuso una serie de reformas que apuntaban a “profundizar la paz” removiendo los motivos profundos que producen la violencia y que tienen que ver con la desigualdad. Planteó crear impuestos para los latifundios improductivos. También propuso políticas que lleven a Colombia hacia una economía no dependiente del petróleo y el carbón. Y expresó claramente una serie de críticas a la actual política antidrogas dictada por EEUU, que lejos de disminuir el narcotráfico, lo fortalece a la vez que deja un tendal de muertos.

“Sin embargo, a pesar de este gran avance de las fuerzas del cambio, el uribismo ha vuelto a demostrar que nunca se fue. Son diez millones de votos que todavía sintonizan con un campo de valores conservadores aunque el mismo candidato haya tenido que hacer guiños a la paz, cuestiones ambientales y la lucha contra la corrupción. No obstante, el uribismo, con este respaldo sale fortalecido”, agregan Serrano Mancilla y Brito, que consideran que el resultado del largo proceso electoral deja dos Colombias: una progresista y otra reaccionaria, dos campos políticos rivales, muy distantes entre sí.

El apoyo de Uribe, que gobernó de 2002 a 2010, resultó fundamental para las aspiraciones políticas de Duque, que apareció como un títere del ex mandatario.

“El doctor Iván Duque no es títere, yo no soy titiritero. Es brillante, preparado, de gran personalidad, de gran carácter, tiene esa difícil combinación entre firmeza y decencia”, intentó argumentar el ex presidente sobre Duque, que empezó a ascender cuando ganó el respaldo de Uribe en la interna de la derecha para presentar una candidatura presidencial.

En marzo, Duque ganó una consulta interna y fue proclamado candidato. A partir de ahí comenzó a encabezar las encuestas con una amplia ventaja, que se confirmó el 27 de mayo en la primera vuelta de las elecciones.

Tanto Uribe como Duque capitalizan la desconfianza de ciertos sectores de la población ante los acuerdos de paz que firmó el actual presidente Juan Manuel Santos con las guerrillas de las FARC.

Firmados en 2016, los acuerdos de paz y el desarme de unos siete mil guerrilleros han evitado, según cálculos estimativos, unas tres mil muertes al año. Permitieron, además, que los ex combatientes ingresen a la política. Pero desde el punto de vista de la derecha guerrerista, implican demasiados beneficios para los guerrilleros, y son una amnistía encubierta.

Los acuerdos son tan impopulares para algunos sectores influidos por la propaganda de los medios hegemónicos que el partido político que formaron los ex guerrilleros luego del acuerdo prácticamente no recabó votos. Los legisladores ex combatientes se deben exclusivamente a una cláusula del documento de paz, que les dio una cuota de senadores y diputados.

Esta cláusula, precisamente, está en la mira del presidente electo y es lo primero que Duque pretende reformar. La idea es que los ex guerrilleros, lejos de ocupar las bancas que le conceden los acuerdos de paz, vayan a la cárcel. Es lo que Uribe y la derecha vienen pidiendo.

Junto al apoyo de la élite política y empresarial, Duque cuenta con mayorías en el Congreso, por lo que tiene el camino abierto para imponer sus políticas.

Tras conocer su victoria electoral, Duque prometió entregar todas sus energías “para unir al país”, pero también adelantó que la “paz tendrá correcciones”, en relación con los acuerdos de paz.

El temor generalizado, que con el correr de los días ya se convirtió en certeza, es que esa revisión reabra el pasado violento de Colombia.

Tras conocer los resultados, Petro reconoció la victoria de su adversario y anunció que continuará en el Senado “para movilizar a la ciudadanía”.

“Aceptamos su triunfo, es el presidente de la república de Colombia, no le vamos a pedir ministerios ni embajadas; hoy somos la oposición a ese gobierno que va a conformar” el mandatario electo, dijo Petro ante sus militantes.

En el momento de emitir su voto, el presidente Juan Manuel Santos reivindicó los acuerdos de paz con las FARC. “Quiero resaltar esa parte de estas elecciones, son elecciones trascendentales; en la última elección, en la primera vuelta, por primera vez un ex comandante de las FARC votó en democracia, ya sin armas, y como líder de un partido político”, aseguró en referencia al número uno de la antigua guerrilla, Rodrigo Londoño.

“Colombia se está transformando y se está transformando para bien”, agregó Santos, en claro contraste con las ideas que Duque expresó durante la campaña electoral.

Advertencia de las FARC y el ELN

La Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) señaló que “burlar” lo acordado no puede ser un plan de gobierno, propuso una reunión con Duque para conocer los correctivos que pretende incorporar al pacto, y lo llamó a la “sensatez”.

Por su parte, la guerrilla Ejército de Liberación Nacional (ELN), todavía activa y negociando la paz, expresó que espera que los diálogos que se desarrollan en La Habana “puedan proseguir” y “avanzar” con el nuevo gobierno, y que los acuerdos que se logren en esas conversaciones “sean respetados”.

“Aquí (en La Habana) esperamos la delegación que nombre el nuevo presidente”, añadió el comunicado de la guerrilla, subrayando que el ELN tomó nota de que Duque, elegido presidente de Colombia el domingo, “va a gobernar para todos los colombianos”.

La nota de prensa, divulgada en internet, señala además que el resultado de las elecciones demuestran que “una inmensa mayoría” de los colombianos “no quiere la guerra”, lo que obliga tanto al nuevo gobierno como al ELN “a trabajar con intensidad para terminar el conflicto”.

Asimismo, recordó al mandatario electo que “la paz no es un capricho del gobernante de turno”, sino “un anhelo colectivo y no se logra con el mero silencio de los fusiles”.

“Mientras las razones de fondo del conflicto estén intactas no podremos hablar de construcción de paz”, señala el comunicado del ELN.

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