Mientras en el mundo se desarrolla una guerra comercial sin precedentes en más de medio siglo, el gobierno de Mauricio Macri ignora ese escenario, le da la espalda, y desquicia la economía sólo para cerrar su ciclo de negocios, que pagarán tres generaciones.

Los socios pobres del PRO, los radicales, comenzaron a tomar nota de los costos que le deparará a Cambiemos el brutal ajuste que se viene. Y la alianza comenzó a crujir, porque los hombres de la UCR saben cómo termina todo romance con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

El columnista de La Nación Martín Rodríguez Yebra planteó, hace poco más de una semana, en un editorial que tituló “Los mercados miran atentos las tensiones en Cambiemos”, los puntos más interesantes de esa tensión:

  • El Gobierno se encuentra en una tensión entre sus socios de la UCR y la Coalición Cívica.
  • Lo curioso de Elisa Carrió es que había ido a Entre Ríos a apoyar a un candidato radical.
  • El radicalismo no lo tomó como una broma e hizo un ruido que hacía tiempo no se oía en la coalición de Gobierno.
  • Los mercados ven la evolución del proceso político, no es la primera vez que se ven tensiones en el oficialismo.
  • Si el radicalismo empieza generar una tensión con Carrió, que amenace una ruptura con Cambiemos, será visto por los mercados.
  • El radicalismo insinuó y pretende incluir un integrante en la fórmula presidencial. Alfredo Cornejo trata de instalarse pero no tiene un conocimiento tan grande en la sociedad. No tienen una figura nacional popular para pararse ante el PRO.
  • La UCR hace tiempo que no tiene una figura nacional capaz de liderar una fórmula presidencial. Parece más abocado en tener poder en las provincias.

Expertos en disimular las verdaderas razones de las divergencias en el bloque de por dominante, los columnistas de La Nación suelen omitir que esas acaloradas discusiones se producen porque nadie quiere asumir los costos del ajuste.

Sin embargo, el mismo autor, bajo el sugestivo título “La urgencia del Gobierno de unificar la tropa para hacer el ajuste”, ya no se esfuerza en barrer bajo la alfombra las razones reales del tironeo entre hampones de la misma banda y observa otros movimientos en el denso tablero oficial, y desbroza “la necesidad del Gobierno de unificarse hasta en las disidencias”.

Los obstáculos que percibe Rodríguez Yebra no son moco de pavo:

  • El Gobierno está haciendo los números finos de lo que deberá recortar para llegar al 1,3 por ciento de déficit fiscal. Se hablaba de 200.000 millones de recorte, pero ahora se blanquea que será de 300.000 millones.
  • En el núcleo duro del Gobierno y sus aliados nadie quiere ser el primero en tener que usar la tijera.
  • Dentro del oficialismo está claro que hay que cumplir en lo que se acordó con el FMI. El tema es cómo se reparten esas cargas.
  • En cualquier momento empieza la campaña electoral para la reelección de Mauricio Macri o quienes lo quieran suplantar.
  • María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta plantean la inviabilidad política de hacer un ajuste tan fuerte donde está el principal potencial del Gobierno.
  • Una parte importante del oficialismo dice que no se puede cargar todo sobre el principal electorado: la clase media. Consideran que es un sector abandonado por el kirchnerismo y que hay una gran desilusión y desencanto en los sectores medios.

“Falta un plan concreto, claro y sencillo de entender para lo que será el ajuste.

Para que los mercado le crean a Macri necesita mostrar que es viable, que no es una idea que sólo depende de él. Si Macri avanza con un plan sin el aval de la principal fuerza opositora será complicado convencer a los mercados”, concluye Rodríguez Yebra.

El problema es que, ante las necesidades de Cambiemos, “el mercado” es un dios que se hizo ateo y lo está dejando solo, apretando las clavijas donde más le duele, sin importarle un comino adónde van a para las chances electorales de Macri y sus secuaces.

Hasta que le explotó en la barbilla el escándalo de los aportantes falsos para la campaña electoral de Cambiemos en la provincia de Buenos Aires, era notorio que  la gobernadora María Eugenia Vidal venía evidenciando gestos de diferenciación respecto del Gobierno nacional.

Lo remarca otro columnista del diario de los Mitre, Jorge Liotti, quien indicó algunas de esas señales de distanciamiento simbólico. Pese a que reconoce que la construcción política de la mandataria bonaerense “está estrechamente vinculada al gobierno nacional”, observa que “ella encuentra modos de marcar un estilo propio”, y lo hace “en un momento en que al oficialismo no le va bien en imagen pública”.

Guiños como sacarse una foto con el pañuelo celeste con “un militante pro vida”, para el editorialista “sienta postura, no rompe, pero deja clara su posición en este tema”.

El periodista remarcó la relación de Vidal “con la Iglesia y el Papa Francisco”; reuniones con Carolina Stanley y anuncios vinculados a la salud, la educación y la tarea social”, y otros tópicos que le darían un barniz de sensibilidad social ante el indisimulable escenario de recesión en el conurbano bonaerense”.

Todo eso ahora entró en crisis. Este jueves, durante una visita a General Villegas, y , luego de permanecer casi tres semanas en completo silencio Vidal –acorralada por un periodista– debió responder ante el escándalo de los aportantes truchos que reveló El Destape.

La mandataria, como ya es costumbre, apuntó a un sector de la oposición: “Es una denuncia del kirchnerismo –lo cual es absolutamente falso– y no importa de quién venga porque nos presentaremos y presentaremos todos los papeles y lo que es más importante es que la ley de financiamiento de partidos políticos tiene lagunas y deficiencias y por eso creemos que haya una nueva ley que contemple que los aportes sean bancarizados, así no queda ninguna duda sobre quién aportó y quién no así tenemos las cuentas claras”.

Vidal fue denunciada penalmente por la jefa de la bancada de senadores bonaerenses de Unidad Ciudadana,Teresa García, a partir de que la gobernadora es la titular del PRO en la provincia, y los tiburones del conurbano comienzan a oler sangre y ver que finalmente a Heidi las balas también le entran.

Hasta el lacayo del gobernador jujeño Gerardo Morales salió de su madriguera para criticar a la gestión macrista. Consultado sobre si está «impactado» por la situación económica después de dos años y medio de gestión de Cambiemos, después de un eterno silencio, contestó: «Diría que no cubre las expectativas que tenía». Y agregó: «La situación económica es muy mala».

El apresador de Milagro Sala cenó el martes en la Quinta de Olivos con Macri junto a sus pares de Mendoza Alfredo Cornejo –presidente de la Unión Cívica Radical–, y de Corrientes, Gustavo Valdés.

Como escribió en el sitio Infobae uno de los voceros oficiales, Luis Majul, “Cambiemos se debate entre plantear a los argentinos «la cruda verdad» y la conveniencia de decir y hacer lo necesario para retener el poder en 2019. Se trata de un camino demasiado angosto y nada hace pensar que le pueda resultar sencillo”.

Una economía desquiciada

El diario La Nación desplegó su título principal en su edición digital del viernes sin necesidad de editorializar una coma: “Para el Gobierno, junio mostrará la mayor inflación en dos años”. En la bajada añadió más información oficial: “Cree (el Gobierno) que el IPC del lunes estará entre el 3,5 y el 4 por ciento; lo atribuyen (sic) a la devaluación y las subas del combustible y el transporte”.

La tribuna de doctrina del liberalismo vernáculo ya titula con las impiadosas consecuencias de un modelo inviable, que se apoya en exprimir a los sectores más vulnerables para transferir esos recursos a los bolsillos de los más grandes crápulas económicos de la Argentina.

Nadie ya plantea seriamente que la crisis sea producto de pesada herencia alguna porque es ostensible que resulta del efecto de políticas económico financieras criminales, aplicadas desde diciembre de 2015.

Atribuir “a la devaluación y las subas del combustible y el transporte” la galopante inflación que Macri prometió que sería lo más fácil de doblegar es reconocer que este Gobierno ya no maneja la más elemental de las variables.

El Observatorio de la Energía, Tecnología e Infraestructura para el Desarrollo (Oetec) calculó que el incremento de las exportaciones de combustibles entre enero y mayo de 2018 respecto del mismo mes del año pasado fue del 11.501 por ciento, y que en relación con 2015, fue del 5.336 por ciento. La empresa que concentró estas exportaciones fue Axion (PAE), solamente a nivel gasoil.

O sea que, como dice ese centro de estudios, “por primera vez desde 2011, las grandes refinadoras retoman la exportación de nafta y gasoil”.

El Oetec redondea el concepto: “En el mar revuelto de esta anarquía de mercado, el excedente comienza a salir por los poros a las refinadoras consecuencia de la recesión económica, que no tienen problema en volcarlo afuera mientras localmente se dan el lujo de retener combustibles si los precios de turno no les convencen. De los derechos y la seguridad jurídica ciudadana, nada de nada. El más absoluto desamparo”.

Hace pocos días, en una entrevista realizada por el editorialista de La Nación Joaquín Morales Solá, el CEO-ministro Javier Iguacel afirmó que las empresas «están buscando cuál es el precio de equilibrio entre lo que la gente puede pagar y lo que quieren cobrar los vendedores».

El famoso “precio de equilibrio” está muy vinculado, además, con la producción. En particular, en la provincia de Santa Fe, con el sector lácteo, puesto que el combustible incide en alrededor del 17 por ciento de los costos de producción, lo cual llevó en los últimos días a los tamberos a plantear que quieren discutir con Macri y su Gabinete el precio del gasoil.

En el suplemento local del diario Página 12, la situación de los pequeños y medianos productores lácteos fue abordada en la semana que concluye, y allí se muestra, también, cómo se resquebraja otra alianza que el macrismo estableció con lo que se denomina “el campo”.

En un artículo titulado “Tambo que cierra, tambo que no reabre”, se reveló que ya son casi 460 los tambos cerrados en un año, y que el sector ya lleva “dos años y medio trabajando a pérdida”.

La industria lechera le paga al productor 6,40 pesos por cada litro de fluido, y sólo para recuperar rentabilidad se necesitan 8. “Nuestras vacas comen dólares y ordeñamos pesos”, sintetizó un productor santafesino.

Esos pequeños y medianos productores lácteos decidieron no participar el martes pasado del encuentro con el ministro de Agroindustria de la Nación, Luis Etchevehere, a partir de la decisión del Estado de no intervenir en su ayuda y al escuchar la voz oficial que sentencia. “El mercado debe fijar el precio de la leche”.

El secretario de la Mesa de Productores de Leche de Santa Fe (Meprolsafe), Marcelo Aimaro, graficó: “Hace 30 meses que los productores están perdiendo plata. En el último año, la cadena perdió 15.000 millones de pesos y el 97 por ciento de ese dinero lo perdieron los productores. La cadena está rota porque sólo un eslabón soporta la pérdida”.

El dirigente agregó: “En ningún país del mundo la lechería está librada al mercado. El Estado debe intervenir en favor del eslabón más débil de la cadena que es el productor. Sino sólo se generará concentración. El problema es la redistribución en la cadena; tenemos socios que se están llevando una porción mayor de la que le corresponde y nadie lo está viendo».

La secretaria de Género de la Federación Agraria, Mariel Agüero, quien sí asistió al cónclave convocado por Etchevehere, coincidió con Aimaro: “No quieren ser árbitros en la cadena. Quieren que el mercado defina y que el productor arregle el precio con la industria, pero la industria hace lo que quiere”.

Para el macrismo, dalo mismo la nafta, el gasoil, la leche o la harina. El precio debe marcarlo la deidad favorita de los neoliberales: el mercado.

La devaluación perpetrada a medias entre el mercado y el Estado macrista es una pinza letal: según los cálculos de los Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (Crea), en el sector de la lechería más del 65 por ciento de sus costos se estiman en dólares, y con la suba de la divisa norteamericana los tamberos pierden entre 0,70 y 1,1 pesos por litro producido.

A contrapelo de lo que ocurre en el mundo, Cambiemos deja librada a la producción a los vaivenes que manejan cadenas de valor absolutamente cartelizadas a las que denomina, con cinismo delincuencial, “el mercado”.

La guerra comercial que China y EEUU están llevando al paroxismo en las últimas semanas muestran hasta qué punto el Gobierno macrista desconoce el escenario global, al que de todos modos le echa la culpa por la depreciación del peso, sin molestarse en explicar que en otros países el que se devalúa es el dólar, o que si una divisa baja en la paridad con el billete verde es para competir en mejores condiciones.

Es lo que acaba de ocurrir el jueves pasado, cuando Beijing le cantó quiero retruco a Donald Trump y devaluó el yuan. El Banco Popular de China –equivalente al Banco Central argentino o a la Reserva Federal yanqui– concretó la devaluación del yuan más fuerte desde enero de 2016, y de ese modo la moneda del gigante asiático se depreció en un 1,1  por ciento, en un fuerte contragolpe comercial contra Trump, quien el pasado 15 de junio anunció la imposición de aranceles del 25 por ciento –equivalentes a 50.000 millones de dólares anuales– sobre distintas importaciones procedentes de China.

La depreciación del yuan es, en definitiva, un factor que estimula la exportación china a EEUU, y se da en medio de la creciente tensión comercial entre Washington y Pekín en torno a los aranceles a los productos chinos que promueve el presidente estadounidense.

Luis Caputo, el titular del Bcra, no ignora lo que acontece en el mapa global, pero está más preocupado por cerrar el ciclo de timba financiera iniciado por su predecesor Federico Sturzenegger al emitir Letras del Banco Central (Lebac) por más de un billón de pesos.

Los negocios personales de Macri y su pandilla, más la rentabilidad garantizada a la banca multinacional por el endeudamiento contraído, y la marcha de la economía en manos del FMI configuran un sombrío panorama, que genera cimbronazos en la alianza política, pero fundamentalmente provoca hambre, desocupación y cierre de fábricas y pequeñas y medianas unidades productivas.

Son los estertores de un modelo inviable, criminal, alejado de toda razonabilidad económica. El problema es que si esa infernal maquinaria no es detenida a tiempo, las chances de restauración de un país que incluya a las grandes mayorías serán cada vez más lejanas, y acaso tan inviables como el modelo que llevó a la Argentina a este abismo.

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