El periodista Agustín Argento y los realizadores Juan Manuel Muñiz Oribe y Facundo Caramelo, se embarcaron en la aventura musical de Miguel Abuelo en la París de los años posteriores al mayo francés. En formato audiovisual, y con escaso material de archivo, plasmaron en imágenes y testimonios el poderoso disco que grabó el otrora vocalista y frontman de Los Abuelos de la Nada junto a otros músicos en 1973, apadrinado por un importante productor de la época, Moshé Naïm, un gestor cultural adinerado que se codeaba con artistas como Paco Ibáñez, y Salvador Dalí. La experiencia fue corta pero intensa, y se registró en un conjunto de canciones que se editaron con el nombre de Miguel Abuelo et Nada (Miguel Abuelo y Nada), un material en base a la audacia vocal del argentino nacido en Munro en 1946. Poesía onírica y existencialista en castellano; rock progresivo, folk y música experimental. El material tuvo celosas ediciones en Francia, Bélgica, y una inhóspita publicación en nuestro país a través del sello Condor’s Cave.
Este viernes 27 de julio, a las 20, en el marco de un homenaje al creador de temas populares como Mariposas de madera; Himno de mi corazón, y Cosas mías, se proyectará un documental de no-ficción titulado Miguel Abuelo et Nada. La velada se llevará a cabo en el Galpón de la Música (Estévez Boero 980). Estarán presentes sus realizadores para conversar con el público, y habrá música en vivo evocando aquella historia a cargo del compositor y cantante Juani Favre y el grupo La Paz Ciencia. “Es un disco buenísimo –aseguró el compositor rosarino- hace mucho que lo conozco. Era un incunable. Por suerte se está empezando a poner en valor”, agregó.
Miguel Ángel Peralta, aquel hombrecito bajo de abundantes rulos y voz encendida que tomó su apellido artístico del fragmento un poema de Leopoldo Marechal, “Padre de los piojos, abuelo de la nada”, había sido uno de los personajes relevantes de la escena fundacional del rock en castellano en nuestro país. A principio de los años 70, ahuyentado por los saludos rígidos y la atmósfera represiva de los gobiernos de facto de la época, se tomó el palo de Argentina a Europa moviéndose por algunos de sus países occidentales. Allí conoció a su primera mujer, Krisha Bogdan, una bailarina con quien tuvo a su hijo: Gato Azul, el pequeño que posa en la portada del disco.
Naïm, el productor, quedó sorprendido con la performance de Abuelo y le ofreció grabar un disco a la medida de las grandes bandas de la época. Bancó el proyecto, que en principio se llamó simplemente Nada, y en el que se encontraban otros músicos exiliados de las dictaduras en Latinoamérica: el guitarrista Daniel Sbarra, que después fundaría Virus junto a los hermanos Moura; Daniel Rodríguez en batería, Carlos Beyris en violoncello; Pinfo Garrigo en bajo; y Juan Dalera en quenas.
En diálogo con El Eslabón, el realizador Juan Manuel Muñiz Oviedo comentó que ese material sonoro es el que le da el puntapié al documental que comenzaron a trabajar en 2012, junto a Agustín Argento y Facundo Caramelo. “Se basa en ese material y en la historia de ellos conociéndose en Europa. Unos hippies locos que pegaron una casa en las afueras de París, y el productor que les puso la guita y les compró instrumentos. Ellos llegaban en esa época provenientes de países con dictaduras militares, mientras que allá, en el momento que se gestó el disco, por lo menos, estaban como en la libertad total, con el mayo francés y todo eso”.
Et Nada es un disco de hard rock, con potentes guitarras y arreglos sutiles de violoncellos y quenas, y con la interpretación visceral y versátil de Abuelo, que canta en el cierre del progresivo Tirando piedras al río: “No todas son rosas en el campo del rey, no todas las rosas del campo son del rey, no todos los reyes saben mucho sobre rosas, no todas las rosas quieren saber de algún rey”. Le siguen El largo día de la vida, Estoy aquí parado, sentado y acostado, una canción original de Pipo Lernoud llamada anteriormente Pipo, La Serpiente; El muelle, Señor carnicero, Recala sabido forastero y Octavo sendero.
El documental
“Comenzamos a hacer unas entrevistas en Buenos Aires, con Pipo (Lernoud) -apunta Muñiz Oviedo-. Después surgió el viaje a Francia. Todo independiente, porque no conseguimos un mango para la realización”.
Como en el devenir de los “Nada”, que terminaron diluyendo el grupo, el proyecto audiovisual tuvo unas cuantas idas y venidas. Algo de ese clima final sobrevolaba en los comienzos del rodaje. “Nos pasó de todo en Francia. Tratando de entrevistar a Elizabeth Wiener, una estrella de cine francesa que era amiga de Miguel, del Flaco Spinetta y varios argentinos más, y que acogió en esos años a todos en una casa en las afueras de París, nos pasó que en Provenza nos perdimos. Preguntábamos en el pueblo por ella y nadie sabía nada. Nos sentíamos como estos tipos del disco, a la deriva total. Al final, viene caminando la mina en unas chancletitas, re normal. No fue fácil, con relación a los testimonios, muchos nos confesaron que en aquella época estaban perdidos en un cuelgue cósmico”.
Cerrar el documental fue otra tema: “La cuestión pasaba por ver qué vuelta le dábamos, teniendo en cuenta que no había muchas imágenes de archivos, por eso dura una hora el documental. Pero creemos que se logró recrear esa historia que estaba como perdida. Yo conocí al sobrino de Miguel, y me contaba que después de su muerte como que desapareció todo. Fue muy duro para la familia, y ahora la figura de Miguel como que empieza a resurgir”.
Fuente: El Eslabón